9. SOLO UN DÍA

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Tu voz cuando dices mi nombre.

Quiero estar encerrado en ti y nadar en ti, quiero saber más.

Un aventurero explorador a través de tu misterioso bosque profundo.

Agradezco la obra maestra, esa eres tú, porque tu sola existencia es arte.

—Just One Day. BTS


—Padre nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu nombre, venga tu Reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. El pan nuestro de cada día dánoslo hoy... —murmuraba Samuel a un lado de la cama de Guillermo con los ojos cerrados y sus manos en posición de plegaria—... y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Amén. Querido padre, tú que me oyes allá en el cielo, te ruego con todo mi servicial corazón que protejas a Guillermo de cualquier mal y que lo cuides en tus brazos celestiales... —prosiguió, su voz era suave al mismo tiempo de profunda. Tan ensimismado estaba que no se dio cuenta que un par de ojos lo miraban somnolientos—... Sé que tal vez es un poco duro a veces, pero su corazón es puro y bueno. Por eso, te pido que lo sanes lo más pronto posible, que le compartas un poco de mi salud a la suya. Te agradezco por haberlo creado y haberlo puesto en mi camino. En nombre del Padre, del hijo y del espíritu santo...

—Amén —escuchó como una voz rasposa acababa con su oración, y sus ojos sorprendidos se dirigieron hacia arriba.

—¡Guille! ¡Has despertado! —exclamó con entusiasmo, levantándose, no pudiendo evitar abrazar al pelinegro.

—Dime algo que no sepa —respondió Guillermo, incómodo por la cercanía del castaño. Al notarla, Samuel se alejó con una mueca.

—Oh sí... Lo siento. —Se rascó la nuca para luego sonreír—. Estoy muy feliz de que al fin despertaras, no sabes lo preocupados que nos tenías a todos.

Guillermo se acomodó en la cama, colocando suavemente un almohadón de seda a su espalda.

—¿Qué me pasó? No recuerdo absolutamente nada —musitó el pelinegro.

Sus ojitos, que ya eran de por sí bastantes pequeños, pestañeaban lentamente como si le costara mantenerlos abiertos, y Samuel no pudo evitar suspirar de ternura al verlo tan somnoliento.

—Te ha mordido una serpiente a la entrada del bosque. Por suerte no era venenosa por lo que no estuviste en peligro de muerte, gracias a Dios —relató el castaño, tomando la confianza de sentarse en la cama—. Te juro que estaba aterrado de que algo te sucediera, por ello estuve rezando durante casi todas las horas que estuviste durmiendo. Dios, creí que te perdería y...

—Creí que los homosexuales no creían en Dios... —mencionó interrumpiendo Guillermo con la mirada perdida en la pared. 

Samuel mostró una mueca de confusión.

—¿Uh? ¿A qué viene eso? —preguntó. ¿Por qué sacaba aquel tema de la nada siendo que debería estar preguntando otras cosas como su salud, por ejemplo? 

—No lo sé. He escuchado cosas como que los homosexuales odian a Dios por haberlos creado así. Además de que dicen que él los detesta por ser un error en su perfecta creación —explicó el pelinegro. Hablaba como si estuviera en una especie de trance: neutro y mirando un punto fijo—. Dime algo, Samuel ¿qué se siente ser así? 

—Lo siento, pero no entiendo tu pregunta —expresó mirando con extrañeza a Guillermo.

¿Estaba diciendo esas cosas por el sueño o por los ungüentos un tanto afrodisiacos? No entendía el repentino interés de Guillermo en el tema que se suponía él odiaba.

Por contratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora