Capítulo 28| ¡Soy Cam!

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No había sido mi mejor día, ni mi mejor semana, ni mi mejor año. Mi celular cayó sobre una roca, quedando prácticamente destruido. Cuando por fin me digno a comprar uno nuevo y a comer helado, este último cae por culpa de algún inepto. Le llaman Karma, pero creo que ese dichoso Karma tiene algo en mi contra. Y para finalizar choqué con el chico de ojos avellana. Tyler.

Parpadeo varias veces para cerciorarme que esto sea real. Al observar sobre su hombro mi mirada se conecta con la de mis compañeros de habitación. Abro la boca para decir algo, pero las palabras parecen haber quedado atoradas en mi garganta. Tyler me echa una ojeada, enarcando una de sus cejas.

¡Di algo, zopenca!

No estoy segura de cómo reaccionar frente a esta situación.

¡Abre tu boca y formula palabras coherentes!

—E-eh y- o...yo... —solo balbuceo.

Los muy idiotas empiezan a reírse de mí. Las personas dejan de observarnos para volver a lo suyo.

— ¿Acaso el gato te comió la lengua, nena? —escucho al imbécil de Tyler, el cual cruza los brazos sobre su pecho escaneándome con superioridad. Ya no más balbuceos.

— ¿Acaso el ratón te comió el cerebro, nene? —pregunto de la misma forma, enviándole una mirada irónica.

Los chicos ríen. Achino los ojos en dirección al causante de la muerte de mi helado, deseando atravesar su garganta con un lápiz.

— ¿Ya no balbuceas?

—Yo no balbuceo.

— ¿Probablemente solo estás viendo lo hermoso que soy?

—Qué modesto. —uso mi tono sarcástico, entonando los ojos.

—Ay, nena —suspira de forma teatral—. Creo que tiraste tu helado sobre mí. —señala su chaqueta de quarterback.

—Pues crees bien —sonrío—, y fue por tu culpa. —golpeteo su pecho con mi dedo índice. Debido a lo fuerte que está me encuentro preguntándome a mí misma cuántas flexiones al día hará.

—Tú eras quien estaba distraída. —utiliza un tono más serio que antes, eliminando cualquier rastro de diversión. Sin embargo, la burla brilla en sus ojos. Su semblante adopta una expresión apática.

— ¡¿Ahora dices que es mi culpa?! —levanto el tono de la voz con indignación, pisando fuerte. Los chicos se mantienen al margen.

—Chicos, cálmense.

Hacemos caso omiso a la intervención de Will, rodando los ojos. Nos retamos con la mirada, manteniendo ambos los brazos cruzados.

— ¡Si no es tu culpa, no se dé quien será! —exclama con sorna. Su mandíbula se aprieta tal punto que sus dientes rechinan y su entrecejo se arruga.

—Oh, lo lamento, señor importante. Pero recuerdo que ¡tú! tiraste mi helado —chillo más fuerte, haciendo varios ademanes con mis manos al aire. Él gruñe, tomando su cabello entre sus manos dejando en evidencia su frustración.

—Tú lo tiraste en mi camiseta y ensuciaste mi chaqueta de quarterback. ¡Eres exasperante!

—Chicos, todos nos están mirando —vuelve a interrumpir Will.

Mis compañeros de habitación nos observan como si vieran un juego de tenis, atentos a cada insulto lanzado y recibido. Llevo mis ojos a su chaqueta azul con blanco, efectivamente en el escudo de nuestro equipo se halla una mancha de chocolate y chispas.

Instituto de Hombres [#1] EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora