Desde que fuimos rescatados de la rueda de la fortuna no volví a cruzar palabras con Tyler, sentía que podría golpearlo si llegara a hablar con él. La siguiente semana iba transcurriendo con normalidad, los chicos no dejaban de hacer estupideces por toda la casa. Sin embargo, Daniel podría llevarse con facilidad el premio mayor. Intentaba hacer sus deliciosos pastelillos cuando comenzó una discusión con Will, lo siguiente que ocurrió fue una especie de explosión. Al revisar la cocina la encontramos hecha un desastre, además del horno cubierto de masa para hornear. Asimismo, los gemelos bañados en harina. Las carcajadas no se hicieron esperar y, según nos cuentan, por estar discutiendo Daniel agregó demasiado polvo para hornear a los pastelillos causando que estos explotaran. Cada vez que recuerdo sus rostros asustados una risotada escapa de mis labios.
Con Tyler no he tenido más encuentros como el de la rueda de la fortuna, me he mantenido lo más alejada posible y hasta ahora ha funcionado.
— ¡Dyl! —escucho la voz del aludido desde la entrada, por lo que no tardo en tensar mis músculos.
Pensando en Roma y el idiota que se asoma.
Su llamado me desestabiliza, debido a que lo he venido evitando casi una semana completa. Salgo de la cocina destapando una lata de Coca-Cola para luego llevarla a mis labios. Enarco una ceja al encontrarme frente a él, enviándole una señal y que así continúe.
—Es que... —rasca su nuca— hoy es la final de nuestro equipo... —no termina la idea.
Arrugo el entrecejo dejando de lado mi bebida.
— ¿Y...? —inquiero con confusión, a lo que él suspira.
—Conseguí dos entradas. —las enseña, sacándolas de su cazadora negra. Asiento, esperando que llegue al grano.
— ¿Y...? —vuelvo a tomar un trago de Coca-Cola. Emite un resoplido pasando sus manos por su cabello.
—Quiero que vengas conmigo —dice sin rodeos.
Mis ojos se expanden por la impresión y, por consiguiente, me atraganto con el trago de mi gaseosa. Tyler, con notable preocupación, empieza a dar golpecitos en mi espala. La tos no se hace esperar, al mismo tiempo que el sorbo antes bebido escapa de mis labios. De manera rápida limpio el líquido de mis comisuras con el dorso de mi mano. El simple hecho de que quiera ir conmigo me descoloca.
— ¿Estás bien? —interroga, dejando de dar golpecitos a mi espalda. Tomo un poco de aire seguido de un asentimiento— ¿Irás conmigo?
Dirijo mi mirada a la suya encontrando su rostro atento esperando una respuesta de mi parte. No estoy segura si debería asistir, hace solo un momento estaba molesta con él. Además, no me ha dirigido la palabra en toda la semana exceptuando los saludos. Pero saber que entre todos me eligió a mí me hace ilusión. Me gustaría ver la final, si bien no sé lo que me espere estando a solas con él. Todavía no controlar mi corazón acelerado cuando está cerca y no entiendo desde cuándo me siento de esa manera. ¡Ugh! Detesto esas cosquillas en mi vientre. Estúpidas hormonas.
—Está bien. —acepto, brindándole una pequeña sonrisa, la cual me devuelve.
El brillo que cruza por sus ojos junto a la sonrisa de sus labios hace que mi corazón dé un vuelco. Son las hormonas, debo convencerme de eso.
—Genial, nos vamos a las siete —informa para luego giñarme un ojo.
Mi respiración se entrecorta, al mismo tiempo que siento mi corazón latir de emoción. Me llevo la bebida a los labios y así no logre ver mi sonrisa de idiota.
ESTÁS LEYENDO
Instituto de Hombres [#1] EN EDICIÓN
Novela JuvenilSarcástica, irónica y directa. Esas son las palabras con las que se define a la perfección a Dylan Parker, una chica problemática que pasa por alto los comentarios de las personas. Después de vivir doce años de su vida junto a su hermano y su estúpi...