Capítulo 5| Noche de chicos

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Escribiré mi vida en un libreto para enviarlo a Hollywood. Es en serio, mi vida se ha estado convirtiendo en una película. El libreto se llamará, Dylan Parker y cómo ingresó a un internado de chicos creados por los mismos dioses y violables. Sí, es terrible. Al igual que mi existencia. Qué triste. Lo poco que he descubierto de mis actuales compañeros de habitación son solo sus nombres. Eso también es triste. Pero peor aún es saber que me verán como un chico más. De cualquier forma, eso puede tener sus ventajas, como cero coqueteos y que nos llevaremos bien. Además, actuarán como son en realidad.

Abro los ojos, aturdida. Un bostezo escapa de mis labios, mientras los ruidos de mi estómago aclamando por comida hacen acto de presencia. Me cercioro de que la gorra esté en su lugar antes de levantarme de la cama. La oscuridad reina el lugar, por lo que supongo que debe ser de noche. Mis pasos se dirigen por el pasillo hacia la sala de estar donde todos se encuentran decentemente vestidos y con pantalones en un sillón amplio. ¡Vivan los pantalones! ¡Muérase quien inventó las camisetas! Se veían mejor sin ellas.

— ¡Hey! Dylan, ¿vas a ver el partido de fútbol americano? —interroga Nick nada más he llegado señalando un sillón individual para que tome asiento. Una sonrisa se forma en mi rostro ante la mención de mi deporte favorito.

—Claro, ¿cómo perderme la final?

Me dejo caer en el cómodo sillón y fijo mi atención en la pantalla.

—Tengo hambre. —no han pasado ni cinco segundos cuando Daniel (o Will) interrumpe. Achino los ojos con intenciones de adivinar de cuál de los dos se trata.

—Igual yo. ¿Qué tal una noche de chicos? —sugiere el otro Will (o Daniel) fijando su atención en todos. Esto va a ser difícil. No estoy segura de cómo podré diferenciarlos, son idénticos.

Mi cara de interrogante ha de ser bastante notable, ya que Tyler se adelanta a aclaran mis dudas.

—Primero habló Daniel —explica señalando al aludido, quien saluda efusivamente en mi dirección. Arrugo la frente al asentir.

—Para que los reconozcas, Will tiene un anillo con la «W» y Daniel uno con la «D» —le sigue Nick intentando explicarse. Ambos gemelos me sonríen y enseñan sus respectivos anillos.

—Así mejor. —Sonrío tranquila, debido a que podré distinguirlos.

—Mamá nos obsequió los anillos porque nuestro padre nos confundía. Una vez hice que llevaran a Will al dentista en vez de a mí. Incluso cuando estábamos pequeños me dieron de comer dos veces, él lloraba y gritaba, pues no había comido —comenta Daniel con una sonrisa triunfal. Su gemelo rueda los ojos ante nuestras risas.

—Ah, otra cosa, no te será difícil identificar a Daniel. Está demente —afirma Nick, seguro de sus palabras. Todos los presentes asienten, incluido el supuesto demente. Una pequeña risita escapa de mis labios.

— ¿Saben qué? Pidan pizza —digo cuando los sonidos de mi estómago se vuelven más persistentes. Varias sonrisas se posan en el rostro de los chicos, estos asienten estando de acuerdo.

Me levanto del sillón individual y con algo de pesadez me dirijo hasta la cocina. Fisgoneo el interior del refrigerador, mis pupilas se dilatan al percatarme del jugo de naranja y sin pensarlo lo tomo junto a unas cervezas para los chicos. Un segundo después de haber encendido el microondas y puesto las palomitas, el sonido de unos pasos tras de mí me hacen girar a encarar al chico de ojos avellana.

— ¿De qué quieres la pizza? —interroga tomando las cervezas de la encimera. Sonrío sin pensarlo, mi pizza favorita.

—Hawaiana con extra queso, pollo, champiñones, chorizo, butifarra, jamón y lechuga.

Instituto de Hombres [#1] EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora