Capítulo 11| Muchas versiones

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Tal vez otras personas ya estarían recibiendo su castigo y yendo con la cabeza gacha a clases después de haber ocasionado una pelea en medio del pasillo. Pues no es mi caso. Tantas personas no pueden ponerse de acuerdo cuando se trata de contar una sola versión, por lo que el director espera paciente. El silencio es asfixiante, él debe decidir quien hablará primero. Noto como se aclara la garganta antes de empezar, juego con mis dedos para entrar en calma.

—Bueno. ¿Qué fue lo que pasó? —vuelve a interrogar, juntando sus manos sobre el escritorio. Ruedo los ojos, dispuesta a hablar, pero se me adelantan. Y ahí todos empezamos de nuevo a contar nuestra versión. Todos juntos al mismo tiempo. No es una buena combinación. Es como si volviéramos al principio.

— ¡Silencio! —nos calla exasperado. Luego apunta rápidamente a Daniel—. No hables de unicornios vomita arcoíris, ni Bob Esponja —le dice con seriedad, el castaño cierra la boca. Aprieto los labios para no reír, iba a decir una tontería, pero se le adelantaron. Todos guardamos silencio.

—Ahora sí, quiero que... —busca con la mirada a quien preguntar— ¡Dylan! Cuéntame tu versión —dice, apuntándome. Me aclaro la garganta antes de proceder.

—Lo que pasó fue... —empiezo.

Mis pasos eran lentos por el pasillo, no dejaba de admirar toda la belleza del instituto. Los pajaritos cantaban, el sol podía apreciarse en todo lo alto. Me dirigí hasta mi casillero para buscar mis libros para la próxima clase: matemática. Una de mis materias favoritas. Sonreí al cerrar el casillero, pero mis pasos se vieron interrumpidos por un chico rubio, Derek.

—Lárgate del equipo de fútbol, idiota. O si no verás las consecuencias —amenazó. Su voz era intimidante, pero, aunque estuviera furioso no me rebajaría a su nivel. Las cosas se remediaban hablando.

—Lo siento Derek, pero me gané mi lugar. —mi voz salió con amabilidad, la sonrisa no desaparecía de mi rostro. Un gruñido escapó de sus labios, descolocándome por completo.

—Mira que te lo advertí, enano —dijo. Me proporcionó un empujón en el hombro, arrugué el entrecejo de inmediato al sentir mi cuerpo ir hacia atrás, pero por suerte mantuve el equilibrio.

—No me empujes, Derek, podríamos ser amigos y dejar todo en el pasado. ¿Qué dices? —propuse, mientras le tendía mi mano con una hermosa sonrisa sincera. Como decía La Biblia, si te golpean una mejilla solo pon la otra.

—No, yo no me junto con idiotas enanos. —su puño impactó en mi labio, mi cuerpo cayó por inercia.

No lo quería golpear, era mi compañero, pero debía defenderme. Intenté alejarlo con suavidad, lo empujé para quitarlo de encima, luego le proporcioné un golpe en la mandíbula, tenía un mosquito. El pasillo se encontraba repleto de gente gritando «pelea». Logré visualizar a los chicos entrando por el pasillo, me levanté del suelo no sin antes golpear a Derek en sus partes nobles, tenía otro mosquito.

Luego apareció el director.

—Pero... ¿qué pasó aquí? —preguntó, mirándonos a ambos. Y de repente el pasillo se encontraba vacío.

Termino de relatar lo sucedido, con una gran sonrisa en mis labios.

—... Y así terminamos aquí —finalizo, poniendo mi mejor cara de ángel. Revoloteo mis pestañas como niña tierna.

—Eso no es cierto, así no sucedió —interrumpe Derek, poniéndose de pie para lanzarme una mirada de odio. No lo sé, pero ese chico me detesta. Es un idiota.

—Si no fue así, entonces ¿cómo? —interrogo, retándolo con la mirada.

Un gruñido escapa de sus labios, antes de tomar asiento de nuevo. Derek fija su mirada en el director, pidiendo permiso para contar su versión. William solo asiente en respuesta.

Instituto de Hombres [#1] EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora