Capítulo 40| Prisión y McSexy

43.6K 2.6K 724
                                    

¡Nueva portadaaa! Hecha por 94sDallas

¡Lean la nota al final!

***


No estoy segura por qué demonios acepté subir a un auto para conducir, ni siquiera sé la razón por la cual los chicos accedieron. Después dicen que yo soy la demente. Oscuridad, oscuridad es todo lo que llega a mis ojos. ¿No decían que cuando las personas mueren hay luz? El silencio es todo lo que llega a mis oídos. Debemos aprovechar todos los pequeños momentos que tenemos antes que se pierdan para siempre. En mi caso, antes de estrellar un auto contra un poste de luz.

—Dyl... —escucho un susurro— Dyl.

Una hermosa voz, algo conocida, llega a mis sentidos. Frunzo los labios, preguntándome si ya morí.

— ¿Eres un ángel? —logro articular al vacío. Percibo una suave risa, la cual se va convirtiendo en una carcajada.

—No, aún no soy un ángel. Abre los ojos —dice Tyler con diversión.

Hago lo que me pide con lentitud. De inmediato los rayos del sol se cuelan en mis ojos demostrando que todavía me encuentro en el auto y con vida.

— ¿No morí? —interrogo, tocando todo mi cuerpo en busca de alguna lesión.

—El mundo no tiene tanta suerte. —se entromete Ethan, ganándose un zape por parte de su hermano.

Volteo para ver a los chicos, lo cuales están intactos, adoloridos, pero ilesos. Cierro los ojos llevando mis manos a estos, emitiendo un suspiro. Al recostarme en el asiento mis músculos tensos hacen que quiera un masaje.

Mi momento zen se ve interrumpido por un montón de gritos provenientes del aparcamiento. Arrugo el entrecejo para levantar mis papados, incorporándome. Una gran cantidad de personas alrededor del Porsche señalan detrás de este. Los chicos y yo por instinto nos giramos a observar lo que indican. Tuerzo el gesto al ver a varios autos siendo prácticamente aplastados por un poste de luz, el cual se haya apagado, pues es de día. Aprieto los labios. Esto sí que fue una mala idea, lo único positivo es que no estamos lastimados. Unos golpes en mi ventana me devuelven a la realidad haciendo que busque al causante con la mirada. Lo único que faltaba, un unicornio golpeando mi ventanilla con su cuerno.

— ¿Qué fue lo que sucedió aquí? —pregunta el unicornio, su voz es relativamente chillona y sus brillantes ojos bien abiertos.

Pensaba que los unicornios no existían, pero aquí se encuentra la prueba de que, o existen los unicornios, o tal vez el golpe me afectó un poco.

O tal vez no debiste comer media dona que podía estar hace días en el auto.

—Señorita, señorita... —unos chasquidos me hacen parpadear, volviendo a la realidad. Volteo para ver al oficial de policía, el cual me examina con firmeza. Sonrío por la imagen mental del unicornio.

—Eh-h, ¿sí?

—Salgan del auto —ordena con autoridad, adoptando una actitud apática.

Los chicos sueltan sonoros quejidos disponiéndose a bajar al igual que yo. Digamos que no estamos muy contentos de ir a terminar en prisión, lo único que le faltaba a mi día. Hago una mueca de desagrado al percatarme de los autos destruidos por el poste de luz, a sabiendas de que mi madre me matará si se entera. No me apetece obtener más reportes en mi registro, poseo los suficientes como para tener prohibido el ingreso a Florida.

Instituto de Hombres [#1] EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora