Y tú, jamás te enamoraste de mí. ➡ -dazzl.

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Género: Angst.

Número de palabras: 2.6K

Pareja: ChanSoo.

Advertencias: Ninguna, creo. Todos mueren. xD



El emperador ChanYeol terminó de eyacular dentro de la concubina en turno, una mujer de curvas pronunciadas, atributos exuberantes, piel lechosa, cabello largo y negro como la noche, rasgos finos pero siempre repitiéndose el mismo patrón de unos labios carnosos para poderse deleitar con ellos.


El joven emperador terminó de ajustarse sus ropas para salir del cuarto, dónde normalmente tomaba a sus amantes en turno y caminó hasta su privado, tenía que ponerse al día con las actividades que tenía que realizar.


La vida no era justa y KyungSoo lo sabía de primera mano. Era un simple muchacho de 16 años, quién sólo aspiraba a ser feliz en la vida, nada más.


Su mamá era la cosa más bella que sus ojos habían visto, de piel blanca, delicada, rasgos finos pero ya con arrugas y marcas de la edad, cabello largo y negro. Tan amorosa con él, porque ella le había contado que toda su vida se la había pasado sola y con mucho amor para dar, él que KyungSoo llegará a su vida sólo había hecho que todo ese amor fuera a parar en él.


KyungSoo vivía encerrado en una pequeña cabaña, su ubicación no la sabía con exactitud pero un bello palacio se dibujaba en sus vistas todas las mañanas, tardes y noches. Su madre le tenía prohibido salir de ahí y KyungSoo le obedecía porque una vez que había osado a salir a tomar un poco de sol, su madre había llegado antes y se había puesto histérica, lo había agitado de los hombros y le preguntaba una y otra vez si alguien lo había visto.


KyungSoo lloró asustado de la reacción de su madre y prometió jamás salir de la cabaña.


No entendía mucho, su madre jamás le daba explicaciones, sólo órdenes y como KyungSoo las cumplía, se dedicaba a consentirlo y darle mucho amor.


— ¿Sabes que te amo mucho, KyungSoo? —preguntó su madre mientras se encontraban acostados en la cama abrazados y su madre le hacía mimos.


KyungSoo asintió con la cabeza y se quedó dormido en medio de los mimos de su madre, quien se mordió el labio para no llorar, amaba a su bebé, realmente lo amaba y sabía que no podía hacerle eso, no quería hacerlo pero el emperador no le había dado opción.


Extrañamente el día se sentía muy extraño y su madre no dejaba de apretarle las mejillas y peinarlo una y otra vez. Le había puesto sus mejores ropas y lo había llevado a bañarse al rio.


Su madre actuaba más cariñosa de lo normal, pero algo extraño le oprimía el pecho. Para cuando el sol alcanzó el punto más alto en el cielo, se escucharon unos caballos fuera de la cabaña. Por automático se tensó y su madre comenzó a llorar mientras lo abraza con fuerzas, no queriéndolo dejar ir y el pelinegro se encontraba tan confundido.


— Mamá, ¿qué pasa? —preguntó asustado cuando la puerta se abrió de golpe, dejando ver a dos sirvientes del emperador.

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