OTP: HunHan Género: romance, ¿histórico? Advertencias: Sin la canción no hay ambiente. E s c u c h e n l a.
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Imperio Ruso, 1913.
San Petesburgo.
Sehun odia las responsabilidades casi tanto como odia a los asiáticos. Desgraciadamente, conoció este mundo cargando desde el primer segundo con responsabilidades sobre los hombros al ser el "primogénito" del zar Alejandro III de Rusia.
Y con un rostro asiático.
Dagmar de Dinamarca, su madre, había sido una mujer interesante. Se rumoreaba por ahí, semanas luego de su boda con el zar, que sentía una extraña atracción por los hombres del oriente.
No había sido más que eso, un rumor; hasta el nacimiento de su primer hijo: un prematuro varón de ojos rasgados.
Dagmar de Dinamarca desapareció de un día para otro, y Nicolás, el fruto de su poca fidelidad y estupides, fue renombrado "Sehun", como su padre biológico; un comerciante que fue exiliado pocos días después de ir a buscar a la esposa del zar, proclamándose enamorado.
Alejandro III le había dado ese nombre para que el niño jamás olvidara de dónde venía, para que sintiese la vergüenza de sus orígenes cada vez que alguien se dirigiese a él. Además, siempre le dejó en claro lo mucho que lo detestaba, más nunca se deshizo de él. El zar era viejo y no consiguió más deshendencia; Sehun fue el único que pudo tomar su lugar en el momento de su muerte.
La monarquía hereditaria debe continúar.
Él no va a ser igual de idiota que su madre. Si elije una esposa, definitivamente no tendrá hijos con ella. Que se embarace de otro, a él le da igual, sólo necesita un hijo varón al que cargar con el título de zar una vez muerto y en paz.
Sí, Sehun odia a los asiáticos a muerte... Y a las mujeres también. Algunas son hermosas, eso sí, pero son todas iguales a ella, a esa estúpida y lujuriosa madre suya. El oír la palabra "compromiso" le revuelve el estómago. Todos en el imperio ansían la boda del zar Sehun I, para ver si sus rasgos malditos son heredados a su primogénito. Para burlarse y señalarlo con el dedo como siempre han hecho.
Mientras juega con los fríos dedos de sus manos sobre su regazo, serenamente sentado y sin ningún tipo de expresión mientras su pecho se llena de odio y repugnancia, un hombre es arrastrado frente a él por los soldados, sacándolo de sus pensamientos lúgubres.
―Fue encontrado hurtando, Señor.
―¡Yo no estaba robando nada, imbécil!
Sehun frunce el ceño y observa con curiosidad al menudo chico retorcerse como un gusano contra los soldados, con patente furia en sus movimientos. El niño tiene un acento extraño, rimbombante. Uno de los soldados, al verlo buscar con la mirada el rostro del joven, lo toma por la barbilla y gira su rostro hacia donde está el zar.
