3.10-¿Tranquilidad?

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Francia, quince días luego de la derrota de Salamandra

Llegó al hotel con el poco equipaje que había traído. "Sólo lo necesario para situaciones jodidas" era lo que tenía estipulado para tales casos. Era lógico. No estaba de tour, estaba de caza. De caza de seres de otros Universos, psicóticos, probablemente, con poderes y habilidades desconocidas, que tenían por oficio la matanza en serie, y eran dirigidos por un loco que parecía disfrutar del show. Pan de todos los días.

Se dirigió a recepción luego de dejar sus cosas junto a la sala de espera, en donde un viejo se encontraba cómodamente sobre el sofá de la sala, leyendo una novela de, bueno, no se podía saber, estaba tapando la portada con las páginas que ya había leído. No sabía el por qué se había detenido a verle. No estaba acostumbrado a fijarse en las personas a menos que tuviera que esperar...mucho, o que, en efecto, se encontrase en ese lugar para hacer eso. En sí, si estaba en algo por el estilo, pero más complicado.

Ahora era oficial; no sabía nada a lo que se enfrentaba. Lo único que le quedaba era ir por la ciudad intentando encontrar algo fuera de lo común. Al menos, no tenía que recorrer toda Francia, sino que sólo Paris. Era allí donde El Espejismo le había dirigido. Podía ser una total mentira, pero teniendo en cuenta que fue el mismo proceso que en Inglaterra, no cabían dudas. Lo malo, es que tenía que recorrer todo. Probar todo. Hacer todo. Quizá hasta tuviera que hacer algo raro para invocar al ser o algo por el estilo. Quizá tuviera que esperar sentado a que apareciese. O, quizá algo mucho peor o más inusual. Aunque, teniendo en cuenta la vida que había llevado el oficial, no sería la gran cosa. Después de todo cuando ya se está acostumbrado a algo no tiene tanto impacto sobre la persona, pasa a ser repetición. El simple hecho de pasar a repetición, era repetición. Algo que había vivido desde hace mucho.

—¿Puedo ayudarle?

Se dirigió hacia él la recepcionista, que al parecer estaba sorprendida por cómo se había perdido en sus pensamientos. Se le notaba en la cara un tanto confundida, incluso con un poco de miedo. Clara desventaja de la tranquilidad. Sin moverse procedió a responder.

—Sí, de hecho.

Miró a la mujer.

—Hice una reservación hace poco. Rob Dickens.

—Seguro, déjeme revisar.

Luego de un vistazo bastante rápido a la computadora posterior a un rapidísimo tecleo se dirigió nuevamente al hombre.

—En efecto. Su habitación es la 789. Llevaremos sus pertenencias en breve.

Dijo mientras ponía una llave con el número 789 sobre el escritorio.

—Muchas gracias, pero prefiero hacerlo por mí mismo.

Respondió con una amable sonrisa mientras tomaba la llave y volvía a la sala de espera para tomar sus cosas.

«Ese viejo...»Pensó mientras le ojeaba detenidamente. No hacía ningún gesto. Sólo respiraba con la boca abierta, totalmente concentrado en su novela. Se movía únicamente para pasar de página.

Con prisa levantó las cosas del suelo y llamó al ascensor.

—14:07...

Dijo entre dientes, mirando hacia todos lados, muy detenidamente mientras esperaba.

— Todavía puedo recorrer el pueblo antes de que necesite dormir.

El ascensor llegó y rápidamente pulsó el botón del octavo piso.

El Espejismo #PremiosEmpireWhere stories live. Discover now