2.5-Emboscada

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—¿Qué me está diciendo?

Preguntó aturdida de tanta confusión.

—No les estoy diciendo nada, sino que le estoy preguntando, ¿sabe usar espadas o no?

Sin mucha confianza asintió con la cabeza y recibió un cilindro de madera de no más de veinte centímetros de largo.

—Oiga, ¿qué es esto?

—Tu espada.

—¿Es una broma?

—Aunque lo parezca, no.

—¿Y para qué quiero una espada, primero que nada?

—Para defenderte de-

Abrió los ojos desmesuradamente.

—¡Cuidado!

Gritó mientras miraba hacia atrás de la mujer. La empujó desde la cintura y se lanzó con lo que parecía ser un disco de piedra. Cuando logró ver atrás suyo vio al hombre cayendo con el disco incrustado en su cuello, derramando sangre y lo que parecía ser vísceras. Lo extraño era que ahora parecía una sierra circular, no un simple disco. Por otra parte, el hombre, tenía una apariencia extraña, algo así como un indio, pero con ropas raras, como capas y diferentes tatuajes inexplicables, con letras de un lenguaje que nunca había visto antes. Lo más raro era que tenía escamas en los brazos, un raro relieve en su cabeza, y las pupilas de los ojos eran diferentes, en vez de ser redondas, eran ovaladas.

—Un Tristan.

Dijo Rob, mientras revisaba el cuerpo.

—¡¿Qué?!

Preguntó de una manera tan histérica que se desconoció su propia voz.

—El hombre que casi te rompe el cráneo.

—¿Romperme el...?

Al bajar la vista vio que tenía un instrumento afilado con forma ovalada en su mano, que, en efecto, si la hubiera golpeado, su cráneo estaría aplastado, o peor incluso. Rob se dirigió rápidamente a ella mientras se agachaba para llegar a su posición.

—Escucha atentamente, esta-

Señaló el palo que sostenía en su mano.

—Es la espada de Kal, reacciona a tus emociones, sólo así se abrirá.

—¿Qué mierda es esto? ¿Qué eres, un mago?

Se rió mirando al techo mientras buscaba algo en su bolsillo.

—No, eso sería más fácil. No es magia, es espiritismo, que, bueno, como dije, está ligado a tu espíritu.

—¿Por qué nos atacan?

—Porque yo estoy aquí.

—¿Y qué hiciste para que se enfadaran contigo?

—Encerrarlos.

—¿Encerrarlos dónde?

—En este mundo.

—Definitivamente, usted está loco.

Se paró, y fue en busca de su arma cuando el doctor la detuvo tomándola del brazo.

—Mira, esto te parecerá de locos-

—Eso y mucho más.

Interrumpió la mujer.

—Pero este no es el único mundo existente, de hecho, este no es el único Universo, ¿sabes?

—Oh, ahora eres astrónomo y has descubierto otros Universos.

—Yo no dije descubrir.

—¿Entonces qué? ¿Has viajado entre ellos?

El doctor abrió la boca pero no emitió sonido alguno. Al ver su expresión Susan abrió los ojos.

—No puede ser...

—Sí, si puede, y es cierto.

—¿Entonces qué hiciste? ¿Los privaste de su realidad?

—Básicamente, sí, pero prácticamente solo me odian a mí y a un amigo mío. Curiosamente, era el a quién venía a visitar.

—¿O sea que esto ya estaba previsto?

—¿Qué? No.

Dijo agitando las manos como loco.

—Bueno, en realidad...

—Esto es de locos.

—Sí, admito que había una gran posibilidad de que esto pasara, pero no aquí, o sea, es imposi...

—¿Qué, qué sucede?

—Que he sido un imbécil, eso sucede. Todo esto, todo lo que ha pasado, es culpa mía, y ha sido todo el tiempo una emboscada a largo plazo.

—¿A qué se refiere?

Dijo con la confusión sobrecargándola.

—¿Recuerda el atentado, aquel hombre?

—Sí, ¿por qué lo dice?

—Porque era un Tristan.

—Pero si no se parecía en nada a este.

Señaló a cadáver.

—Exacto, porque la condición física y la ropa que llevan los diferencia. El que nos atacó aquí era un militar clase baja. El del tren era un potro.

—¿Un potro?

—Sí, eso mismo. Era un mero peón más. Lo mezclaron y lo dejaron morir, para cumplir la primera parte. Se debería haber concretado aquí, pero si el soldado no vuelve-

—Sabrán que seguimos con vida.

—Lo repetiré una última vez... ¿Sabes usar espada?

Con una seguridad enorme, asintió. Al mismo momento su mano comenzó a arder. El pedazo de madera cambió hasta ser básicamente un pedazo de madera más grande, más resistente y más duro, además de empezarle a crecer un par de ramas a los lados.

—Bien, vamos mejorando.

—Oh, ya lo creo que sí.

Dijo un poco sorprendida y a gusto.

—Bien, vamos, tenemos un largo camino por delante.

El Espejismo #PremiosEmpireWhere stories live. Discover now