3.5-El Pez Gordo

76 2 0
                                    


—Escucha, Leo. Sé que quieres matarme.

Dijo lo que parecía su argumento de defensa, demasiado rápido hasta el punto de que no cualquiera le entendería. Leo lo hizo, y le respondió con una expresión de desaprobación en la cara, pero con serenidad en la voz.

—No, no es cierto.

—Pues eso está mejor.

Se tranquilizó, bajando los brazos y descansando su cuerpo, pasando a una postura más suelta.

—Quiero torturarte.

Jules puso los ojos en blanco mientras suspiraba, mas esto no lo había sorprendido del todo. Ya conocía cómo era Leo. Quizá su respuesta era demasiado...obvia casi.

—¡Por Dieu, deja de ser así de infantil!

—No soy infantil. Es más, tengo una lista entera de las razones por las que hacerte sufrir un tanto no estaría mal.

Comenzó a contar con los dedos de una forma bastante furiosa, sin despegar la mirada del hombre.

— Me golpeaste, me entregaste a la prisión en París que solo tiene siete putos prisioneros y una atención de mierda, me obligaste a saltar de un segundo piso, en el cual por pura suerte no me he abierto el cráneo, me separaste de Chloé, me-

—Ya entendí, ya entendí. Mira, estoy aquí por una razón.

Le interrumpió en un fallido intento de que le escuchara.

—¿Para que te pueda golpear?

Preguntó de una manera bastante seria.

—¡No, maldita sea! Escucha.

—No, tú escucha. Dime una razón por la que no deba molerte a golpes. Yo ya te di cuatro por las que sí debería.

—El Pez Gordo.

—¿Qué sucede con él?

Cambió de tono, intentando sacar algo productivo de esa "visita".

—Sé cómo matarle.

—Oh, seguro. Tu sabes hacer algo que yo he intentado hacer desde hace más de dos putos años en los que he intentado de todo, intentando hacer que Francia no se vaya a la mierda.

Hizo una breve pausa en lo que Jules abrió la boca.

—Más aún...

—Lo sé, pero lo que sucede es que tú querías mantener tus manos limpias.

—¿Cómo que-

Quedó pensativo. Eso sólo significaba una cosa. Alguien inteligente como lo era él no pudo ver lo que Jules sí. ¿Era eso siquiera posible?

—Este era tu plan...

Afirmó Leo mientras se mantenía inmóvil, mirando hacia la nada.

—Algo así... Por cierto, lo del salto no me lo puedes cobrar, hombre. Eso fue totalmente tu culpa. O la de Chloé, mejor dicho.

—¡¿Chloé?!

Se exaltó y se acercó brutalmente al hombre.

—¡¿Dónde está?!

Preguntó con furor, mientras tomaba a Jules de los hombros, con fiereza.

—¡Baja la voz!

Le reprochó mientras llevaba la mano a la boca de Leo y presionaba. Mucho.

—Está perfecta. Nosotros no lo estaremos si no usas tu brillante cabeza para cerrar la puta boca.

—Y, ¿cómo sé que no me mientes?

Retiró bruscamente la mano del hombre.

—Digamos que la escenita allá fue bastante convincente.

—Sí. En realidad, fue el plan de ella. Pensé que ya te habrías dado cuenta. En serio esa caída te sentó mal.

Afirmaba mientras echaba un ojo a las vendas de Leo.

—Ella sabía que era muy importante para ti. Y, también sabía todo lo que habías hecho. Además, Fourier no es-

—¿Fourier?

Claramente, no estaba tranquilo escuchando ese nombre.

—¿Qué sucede con él?

—¿Sabes quién es?

—Sí...pero créeme que no te va a gustar.

—Dilo.

—Es mi primo.

—Demonios.

Comenzó a dar vueltas en círculos sin sentido mientras intentaba pensar algo.

—¿Me escucharás por al menos una puta vez, Leo?

—De acuerdo. Habla.

—El Pez Gordo de vez en cuando se pasa por aquí. Siempre tiene una reunión con Fourier en su despacho. A veces con compañía, otras veces no.

Leo paró de caminar. Presto la mayor atención posible a su camarada. Si tenía razón, (y esperaba que así fuese) esto le ayudaría a liberar al país entero, o al menos a dirigirlo mejor de lo que ese bruto egoísta había hecho.

—Y, ¿qué sugieres?

— ¿Puedes obtener la confianza de Fourier?

—Me ha ofrecido un trato, pero es un hombre manipulador, inteligente y frío. No creo que vaya a confiar en mí.

—Pues no importa. Sólo que sepa que eres útil. Quizá te deje asistir a la reunión. Te serviría ser un guardia. No ha de ser difícil. O eso espero.

—¿Un guardia? ¿Qué se te pasa por la cabeza, Jules?

—Una solución. ¿Acaso tienes algo mejor?

­—No, a decir verdad.

—Pues eso. Luego, estudia lo que hacen. Cuando tengas la información contáctame. Ya sabrás cómo.

—De acuerdo. ¿Tienes un arma?

Jules sacó una pistola y una daga debajo de su abrigo y procedió a dárselas a Leo, quien las acomodó inmediatamente.

—¿No te registrarán?

—No creo. Le diré a Fourier que es para mantener a raya a los prisioneros. Además, podría pedirle que me enseñe a disparar.

—Pero si tienes excelente puntería, Leo.

—En efecto, pero él no lo sabe, ¿o sí?.

—Oh, seguro.

—Quién sabe. Quizá hasta consiga alguna debilidad suya o algo por el estilo.

—Y, dale esto.

Leo sacó una carta amarillenta y sucia de su bolsillo, que le fue entregada a Jules.

—¿Pero qué es esto?

—Les das esta carta si el Pez no está muerto para Julio. Que comience si ha de ser así.

Jules abrió la carta y la leyó rápidamente.

—Pero, Leo-

Dijo con sorpresa y un poco inquieto.

—Hazlo, no importa. Estaré bien. Si bien no lo quitará el poder le dolerá. Será un golpe duro para su ego. Ahora, hay que centrarnos en lo que importa. Es necesario liberar este país de la opresión. Tenemos que acabar con ese hijo de puta de una vez por todas.

Ha

El Espejismo #PremiosEmpireWhere stories live. Discover now