3.7-Tensión

32 2 1
                                    



—Cuide su boca. ¡Está en presencia de la excelencia más grande del país!

Le gritó a Leo en modo de reproche, estirando demasiado los labios y moviéndolos de una manera extraña, a lo que casi derramaba todo el té que tenía en su pequeña taza de cerámica finamente decorada.

—¿Puedo preguntar tal motivo de su..."emoción", Leonard?

Intervino Fourier, extrañado por tan diferente comportamiento.

—Esto...

Miró a Chloé, en un intento de librarse de esa situación de alguna manera. Una seña o algo. Algo, cualquier cosa le servía en este momento, mas la mujer sabía que el más mínimo movimiento lo delataría y quién sabe qué atrocidades les aguardaba. De una forma inteligente, hizo una mueca de desprecio mirando inmediatamente hacia otro lado. Leo, para seguirle el juego, le miró las curvas, lujuriosamente, como si ese hubiera sido el motivo del asqueo. Una vez más, evitaba una desastrosa situación gracias a esa maravillosa mujer.

—Oh...

Fourier advirtió lo que estaba pasando entre ellos dos. Más bien, lo que querían hacer parecer. Y, para su fortuna, así fue. En seguida volvió la mirada a Leo, quien ya había puesto los ojos en Fourier.

—Sí, es una belleza. Aun así...

Pasó una mano delicadamente por la barbilla de Chloé, a lo que ella intentó devolverle el favor con una mordida, que fue por poco esquivada. A Leo le hervía la sangre, pero era obvio que demostrarlo le costaría caro.

—No se confíe de las apariencias.

Fourier miró a Leo nuevamente.

—Es una bestia feroz. Recuerda que le dio una paliza a un par de guardias, ¿no es así?

Leo asintió, en silencio, mientras observaba al Pez y seguía pensando en una alternativa para no tener que verse con toda la prisión en su contra.

—Pues, en el sótano de su..."centro de operaciones", por decirle así, se encontraron un par de cadáveres de guardias. Con un par me refiero a quince, por cierto. Tiene un nivel de brutalidad inimaginable para una carita así. Y, por suerte, uno estaba vivo. Aunque, ¿adivine qué?

Hizo una breve pausa. Leo no emitió palabra alguna.

—¡Estaba completamente loco!

Exclamó mientras extendía los brazos para darle más importancia. Además agregó una sonrisita y abrió los ojos un poco más de la cuenta. Era como si le gustara lo que la mujer había hecho. Si no estuviera del lado de Leo, de seguro le daría mucho miedo. No, le aterraría, probablemente.

—Bueno. Supongo que es coherente tenerla confinada, pero, ¿por qué tenerlo a él en la misma habitación? 

Señalo al Pez, de una manera un tanto sutil para no tener que soportar otro berrinche del mismo.

—Ya sabe, no es, ¿peligroso? ¿Demasiado, tal vez?

Cuestionó Leo, casi de inmediato. Con suerte le diría que se la llevase lejos.

—Sí, puede ser...

Confirmó Fourier, de una forma totalmente despreocupada. Por lo tanto, decidió mantener a la mujer en la habitación. Era algo que olía demasiado mal. Tenía que haber algo. No podía ser porque sí. Fourier sabía algo. Por no tomar en cuenta la posibilidad de que lo supiera todo ya.

El Espejismo #PremiosEmpireWhere stories live. Discover now