2.7-Batair

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Para cuando Susan bajó la vista el grandullón había caído, desplomado. El sonido que se produjo hizo notar los kilos de más que el hombre tenía. Ningún guardia hizo nada, todos se mantuvieron inmóviles, en su posición, como si nada hubiera pasado, como si se tratara de una broma.

—¡¿Qué mierda les pasa?!

Gritó a todo pulmón.

—¡Hagan algo, mierda!

Comenzó a agitar el arma como loca. El doctor se le puso en frente y bajó de un tirón el artefacto antes de que causara más problemas. Enojado, comenzó a gritarle.

—¿Acaso eres estúpida? Te dije que confiaras en mí. No has hecho más que quejarte y darme nada más que problemas. Sé que a mujeres como tú les cuesta dejar de ser tan infantiles o entender en la situación en que se encuentran. Tu vida, la mía, también, podrían haberse acabado si él hubiera querido, si ellos-

Señaló a los guardias.

—Si ellos lo hubieran querido.

—¿Y por qué no hacen nada estos buenos para nada? Si he matado a su gordo y horripilante jefe.

—Mira que me han llamado cosas peores, querida.

—¡¿Qué demonios?!

El grandote estaba parado, respirando, con un pequeño y nuevo rasguño sobre su frente.

—¿Cómo es esto posible? Si te he disparado en la cabeza.

—Y tienes una puntería admirable. Hasta me dolió un poco a decir verdad.

Dijo con un tono bastante burlón. La sangre de Susan estaba hirviendo a no poder más. Rob dio un paso al frente.

—Susan, este es Batair.

La muchacha no podía creerlo. No sabía si el hecho de que el tipo fuera semejante imbécil, o que hubiera sobrevivido a un disparo en la cabeza. Las dos, tal vez.

—Batair, esta es Susan.

Alzó una mano, como queriendo saludar, a lo que la joven le respondió con una forzada y sarcástica sonrisa.

—Cuánto tiempo, viejo amigo.

Dijo Batair.

—¿Qué traes ahora entre manos?

—Bueno...

Mirando hacia abajo Rob prosiguió.

—He venido en tren hasta aquí, pero no porque yo quisiera.

—Ah, así que ya no quieres a tu amigo, ¿eh?

El barbón arqueó una ceja.

—No, lo iba a hacer de todos modos, sólo que bajo otras circunstancias.

—Entonces, ¿cómo has llegado hasta aquí? Creo que no estabas ya de regreso, además de tu actual mal gusto de la ropa. Es decir, llevas trapos destrozados.

—Es parte de lo que sucedió. Verás-

—Nos atacaron los que tu debías mantener tranquilos, inepto.

Susan se adelantó a Rob, apoyando su dedo sobre el pecho de Batair, mientras el doctor daba un buen suspiro. Batair silbó mientras acercaba la mano a la cintura de Susan.

—¡Sal de aquí, pervertido!

Saltó hacia atrás, queriendo alejarse. Alzó la vista para ver al grandulón levantar un palo en su mano. Revisó su cinturón. La espada de Kal no se encontraba allí.

—¡Oye, dame eso! ¡Es mío!

Batair dirigió una mirada de reproche a Rob.

—Es... ¿es eso cierto, Fénix?

—Sí, así es.

Dijo seriamente, con un tono un tanto apagado. A Susan le llamó la atención dos cosas. Primero que nada, cómo reaccionaba el doctor ante el bárbaro, cómo si tuviera un poco de miedo, pero al fijarse en su mirada, se percató de que no era así, seguía con esa mirada firme. Era otra cosa, era confianza, pero confianza en su forma de ser, cosa que le sorprendió más. Lo otro, era el nombre, "Fénix", a lo que no dudó ni un momento en preguntar.

—Señ... Rob.

Dirigió su mirada a la muchacha.

—¿Qué sucede?

—¿A qué viene ese nombre?

Batair comenzó a reír fuertemente.

—Traes a una hermosura como esta y ni siquiera le cuentas un poco de ti.

Susan se comenzó a confundir.

—Pero bueno, conociendo lo que has vivido, es entendible.

—¿Qué? ¿Qué ha vivido?

—Tranquila, chica, que ni yo sé tanto. El hombre que tienes enfrente tuyo es todo un misterio, y un saco de sorpresas también.

—Eso no importa.

Dijo Rob, intentando cortar la tensión del ambiente, e intentado evitar preguntas innecesarias y, tal vez dañinas.

—Sí, le he dado la espada de Kal para que se pueda defender de nuestros... "invitados".

—Es cierto, esos malditos peces son resistentes contra las balas, no tanto como yo, pero, es algo que hay que tener en cuenta.

Comenzó a mirar más detenidamente la espada.

—Es bastante lo que veo. Si bien no está en su forma final, me sorprende que siquiera pudiera activarla.

Dirigió la mirada a Susan.

—¡Atrapa!

Rápidamente, Batair lanzó la espada a Susan, quién apenas pudo atraparla y cayó sobre sí misma.

—No sé qué haces trayendo a esta chica aquí, Fénix, pero, confío en ti. Ahora...

La expresión de su cara cambió.

—Dime a qué has venido.

—Tú sabes a qué. Los Tristans planean alzarse nuevamente. Y lo sé porque saben que estoy aquí. Ya han intentado matarme un par de veces.

—Y has sobrevivido más que un par de veces. Recuerdas cómo matar, ¿no?

Rob mostró una tétrica sonrisa mientras decía:

—Oh, claro que sí.


El Espejismo #PremiosEmpireWhere stories live. Discover now