3.1- ¿El amor está en el aire?

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—Así que ahora eres más cercano a la persona más poderosa del país, ¿no?

Decía con una pequeña sonrisita y unos ojos ansiando su reacción, pero aun así pacientes, mientras eran iluminados por un foco, demostrando lo bellos y electrizantes que eran.

—Bueno, en cargo, sí. Ya te dije que no me cae nada bien. Sus ideales son enfermos. Sus métodos más aún. Este país necesita un cambio. Ya va siendo tiempo de uno. Revolucionaré todo, ya lo verás.

—Oh, o sea que lo hiciste. ¿No es caer muy bajo para alguien que opina que ciertos métodos son así de enfermos?

—No, no lo creo. Algún día el pueblo me lo agradecerá. Si es por un buen motivo, el método no importa.

—Ah, ¿sí? ¿Y cómo sabes que él no está haciendo lo mismo?

—Bueno, es obvio. Él sólo quiere poder, riquezas. Cosas que está obteniendo de mala forma aquí. Y, en cualquier momento hasta sus sucios políticos se traicionarán entre ellos. Se matarán los unos a otros.

La expresión de disgusto y desaprobación eran muy claras. Era algo obvio. Desprecio y odio total eran quizá adjetivos demasiado suaves para describir lo que sentía Leonard por el inepto que dirigía el país.

—Ah, ¿sí?

Dijo con una sonrisita burlona, distrayéndolo de su disgusto.

—No te crees lo que estoy diciendo, ¿no?

—No, no. Sí lo hago. Es que...

Guardó silencio.

—¿Qué? ¿Qué sucede?

Replicó, impaciente.

—Bueno...

Dirigió la mirada al suelo. Luego de un momento, mirándole fijamente, preguntó:

—¿Seguro que eliminaste toda evidencia? Ya sabes. Eso de andar por ahí ensuciándose las manos sin lavárselas no es bueno. Uno nunca sabe los gusanos que te pueden joder la vida por eso.

—Completamente. El político se "suicidó". No encontrarán signos de pelea ni rastros de una segunda persona. Si se da lo contrario, es porque ha habido un tercero involucrado

Dirigió una mirada un tanto confusa hacia el cielo.

—Oh. Entiendo.

Asintió como si ya hubiera sabido la respuesta desde antes de realizar la pregunta. Tal como ver una película, una y otra y otra vez. Siempre sabes lo que va a suceder.

—Siempre entiendes.

—Por supuesto que sí. Y, ¿qué pasaría si hubiera un tercero involucrado?

—Pues eso ya lo veré. Pero de seguro se llevará todo el crédito. Créeme que las autoridades aquí son bastante estúpidas. De todos modos, si toda esta situación de mierda sigue estarán bastante ocupados con lo que se les viene.

—Así que no es un simple rumor, eso podría pasar.

—Sí, de hecho hay una alta probabilidad de que así sea. Ayudaría bastante. Mas no podemos arriesgarnos a desatar algo de tal calibre a menos que sea totalmente necesario.

—Sí, supongo.

Se dibujó una larga y pícara sonrisa sobre su rostro.

—Bueno, ¿sabes qué? ya basta de cháchara inútil.

—No es inú-

En un rápido movimiento empujó al hombre hacia el callejón, a lo que ella lo siguió. Sin demorarse se acercó y lo besó de una forma apasionada, a lo que él respondió de la misma manera un poco después. Sus manos bajaron hacia la cintura. Una mirada traviesa se mostró en la cara de la mujer, para luego proseguir con el acto. Ella lo tomó con más fuerza. Se tumbaron con un poco de delicadeza al piso. Rápidamente se quitó el saco, mientras ella comenzaba a sacarse el vestido.

—Oh, ¿qué demonios?

Se quejó mientras se ponía de rodillas sobre la mujer y se tapaba la cara. Para ella aplicaba lo mismo sólo que a los senos. La interrupción era una linterna, apuntándolos fijamente, opacando a la figura que la sostenía.

—Señor Boissieu, ¿es usted?

El hombre intentaba no tentarse de mirar a la atractiva joven, descubierta. Sin muchas ganas, respondió a la pregunta mientras dejó el saco sobre su pareja, para cubrirla.

—Sí, Jules, soy yo. ¿Podrías bajar la linterna, por favor?

El hombre bajó la linterna mientras la pareja se incorporaba y se arreglaba de su previo acto.

—¿No sabes lo que es la privacidad, Jules?

—Cuando es en público, no es privacidad.

—Es de noche, no hay nadie más que la mujer de la florería, la cual no se percata nunca de nada, por cierto, y por amor a Dios, estábamos metidos en un puto callejón.

—Podrían haberte arrestado.

—No es que no lo hayan intentado antes.

—¿Qué?

Bramó la mujer inmediatamente, un tanto confundida, mientras terminaba de cubrirse por completo.

—Fueron pruebas falsificadas, un fraude, todas ellas, pero pude probar que eran tal cosa. Gracias a eso, terminaron encarcelados, y digamos que sus seguidores no me tienen mucho aprecio.

—Sí, hablando de eso...

—¿Qué sucede?

—Acabamos de encontrar un cuerpo.

—Y por qué me lo dices a mí? No soy un guardia. ¿No crees que es a ellos a los que les debes decir cuando encuentras un cadáver?

—Este caso es diferente.

—Y, ¿qué lo hace diferente?

—Que se trata de Charles, su superior.

6

El Espejismo #PremiosEmpireWhere stories live. Discover now