2.9-Regreso

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Inglaterra, actualidad

Se bajó del taxi y se sacó el sombrero. Ya era de noche y hacía frío. Casi no recordaba cómo era Inglaterra, y a decir verdad no quería hacerlo. Había pasado por dos guerras, muchas pérdidas. La peor fue la última vez. Batair casi moría, por más duro que fuese. Muchos soldados muertos o heridos, y los últimos Tristans escaparon, por desgracia. Lo bueno es que no se ha sabido nada de ellos en tantos años. Pensaba en ir a ver al Bárbaro, pero después de lo que pasó y el posible peligro que podía correr con el indicio del Espejismo, no le convencía.

Decidió enfocarse en lo que venía a hacer. Según informes de policía local, se habían avistado raras ondas entre la multitud y callejones, sin ningún patrón. Eso no importaba. Lo que sí sabía es que si El Espejismo sabía que el oficial Rob Dickens estaba ahí, iría. Obviamente, había ido sólo. Arriesgar a un oficial en esto era muy peligroso. Si alguien se merecía correr el riesgo, era él mismo.

El Espejismo que estaba persiguiendo era el que más "conocía", por decirle así. Lo irónico era, que básicamente no sabía nada. Sólo que estaba en contra de él y que se manifestaba en forma de oleadas. Sólo eso. Poco y nada. Nada y poco. Se acercó al primer hombre que vio y le dirigió la palabra:

—Eh, disculpe.

—Sí, ¿en qué puedo ayudarlo?

—¿El estudio de radio más cercano?

—Sigue por esta calle hasta llegar a esa tienda, luego dobla a la izquierda, sigue por aproximadamente diez minutos y la verás.

—Muchas gracias, tenga un buen día.

Así sin más se dirigió a la dirección que el hombre le había dicho. Una vez en la puerta sacó el arma y de una patada entró. Todos adentro se alarmaron, en especial la pequeña mujer que estaba transmitiendo. Vio al hombre de seguridad justo al entrar, quién pensando que no lo había visto se abalanzó sobre el oficial. Desafortunadamente para el grandullón, su frente ya estaba sintiendo frío metal.

—Yo que tu no haría eso.

Levantó las manos en signo de rendición. Los demás le siguieron.

—¿Qué es lo que quiere?

Dijo la pequeña, pareciendo mucho más confiada de lo que parecía estar hace un momento, acompañando con una hostil mirada. Apartó la mirada para controlar al guardia.

—Miren, no les quie-

En un rápido movimiento, la mujer tiró la pistola de Rob de una patada a lo que sin demorarse se puso detrás del hombre y apretó un cuchillo sobre su cuello.

—Vaya, vaya, ¿pero qué tenemos aquí?

La mujer apretó más fuerte.

—Un solo movimiento y tu garganta se convierte en una fuente de sangre.

Dijo en tono amenazante y sombrío, lentamente.

—Eres descendiente de los guerreros de por aquí, ¿no?

Sorprendida, la mujer le levantó la voz:

—¿Cómo has sabido eso?

—Bueno, digamos que he tenido ciertas fuentes de ellos, y sé mucho al respecto. Digamos que estoy bien informado del mundo.

—Ya lo creo.

Soltó al oficial y guardó el cuchillo.

—Oh, ¿por qué has hecho eso?

—¿Por qué tu no?

—¿Disculpe?

—Tiene una cuchilla oculta en su manga. Recién me percaté de ello. Se activa al tirar de ese pequeño hilo. Podría haberme matado.

Al ver la respuesta de la mujer quedó asombrado, nadie antes se había percatado de su mecanismo. Bueno, hubo un hombre, pero no duró mucho tiempo sin teñirse de rojo su cuerpo y sus ojos en tornarse en un completo blanco.

—¿Por qué dice? Esa respuesta usted ya la tiene.

—Ah, ¿sí?

—Usted no iba a cortar mi garganta, sabía que no lastimaría a ninguno aquí presente.

—Qué tipo más interesante nos ha tocado, chicos.

—Lo mismo diría yo.

La mujer se volvió a sentar, cómodamente.

—Bien, volveré a hacer la pregunta: ¿qué quiere?

—Resolver un pequeño gran problema.

La mujer arqueó una ceja.

—¿Pequeño gran problema dice?

—Así es, y para eso necesito su estudio por un momento.

—No lo creo.

—¿Disculpe?

—Quiero cada detalle de su "problema" o no tocará nada de aquí.

—Esto no le va a gustar.

—No me importa. Hable.

Luego de explicar todo el asunto a la organización y todo lo que se refería a ella, esperó el "veredicto" de la mujer. Ésta quedó en silencio, sin enunciar palabra alguna. Rob ya estaba sin esperanzas.

—De acuerdo.

Se animó. Esto se notó en la expresión de su cara.

—¿En serio?

—Ummm...

La esperanza se le fue yendo de nuevo.

—¿Sucede algo?

—Sí, de hecho.

(Claro que sí. Siempre sucede algo) Pensó, ya estando harto de no poder avanzar.

—Te dejaré usar el estudio pero con una condición.

—Una condición... ¿cuál es?

—Que yo esté involucrada también. Quiero ayudar.

Rob se cuestionó la estupidez de la mujer.

—¿Es usted sorda o loca?

—Loca me han dicho muchas veces, no me sorprende. Lo otro, no tengo la menor idea.

—De acuerdo.

La mujer se sorprendió.

—¿Así sin más? ¿Sin cuestionarme ni alejarme?

—Bueno, estoy desesperado, creo que usted se puede cuidar sola y no tengo muchas opciones.

Hubo un momento de silencio. Acto seguido la mujer levantó su mano y señaló un lugar cerca del tablero.

—Oprima ese botón y luego hable al micrófono, no muy cerca o fuerte, por favor.

Se acercó al micrófono a lo que la mujer se alejaba. Presionó el botón y se concentró. Comenzó a hablar. La mujer miraba con atención.

—Aquí el oficial Rob Dickens. Sé que estás ahí afuera. Sé que estás escuchando esto.

Hizo una pausa.

—Sé todo acerca de tu organización, de tus miembros, identidades, orígenes, capacidades, objetivos, modus operandi. Todo. Si no me encuentras y matas, lo revelaré al mundo, y serán cazados por los monstruos que son.

Sostuvo esa expresión sombría mientras miraba hacia afuera a un foco de luz.

—Aquí te espero.

El Espejismo #PremiosEmpireWhere stories live. Discover now