Alexander

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El simple pensamiento lo ponía enfermo.

— Llámalo —le dijo Seunghyun con tono amenazador a Daesung.

— Llámalo tú. Yo estoy fuera de juego para él.

— ¿Fuera de juego?

Daesung le respondió en griego.

Con la mente totalmente embotada por todo lo que estaba sucediendo, Jiyong decidió interrumpirlos y ver si conseguía algunas respuestas.

— Perdóname pero, ¿qué está pasando aquí? —le preguntó a Seunghyun—. ¿Por qué le has golpeado a Daesung?

Él lo miró con regocijo.

— Porque me apetecía mucho.

— Muy bonito —le dijo Cupido lentamente a Seunghyun, sin ni siquiera mirar a Jiyong —. No me ves desde hace... ¿cuánto?, ¿dos mil años? Y en lugar de darme un abrazo fraternal y amistoso, acabo aporreado. —Cupido sonrió jocoso a Psique—. Y mami se pregunta por qué no me relaciono más con mis hermanos...

— No estoy de humor para aguantar tus sarcasmos, Cupido —le advirtió Seunghyun entre dientes.
Daesung resopló.

— ¿Es que no vas a dejar de llamarme por ese nauseabundo nombre? Jamás he podido soportarlo, y no puedo creer que te guste, dado lo mucho que odiabas a los romanos. Ahora llámame Daesung.

Seunghyun le dedicó una fría sonrisa.

— Lo utilizo porque sé lo mucho que lo odias, Cupido.

Daesung apretó los dientes y Jiyong notó que se contuvo a duras penas para no abalanzarse sobre Seunghyun.

— Dime, ¿me llamaste tan sólo para molestarme? ¿O hay algún otro motivo, más productivo, que explique mi presencia?

— Para serte sincero, no pensaba que te molestaras en venir, puesto que me has ignorado las últimas tres mil veces que te llamé.

— Porque sabía que ibas a pegarme —dijo Cupido señalándose la mejilla hinchada—; y lo has hecho.

— Y entonces, ¿por qué has acudido esta vez? —inquirió Seunghyun

— Para serte sincero —contestó, repitiendo las palabras de Seunghyun —, asumía que estabas muerto y que me llamaba un simple mortal cuya voz era muy similar a la tuya.
Jiyong observó cómo las emociones abandonaban a Seunghyun. Como si las hirientes palabras de Daesung hubiesen matado algo en su interior. A él también parecieron afectarlo, ya que se veía más calmado.

— Mira —le dijo a Seunghyun —, sé que me culpas de lo que pasó, pero no tuve nada que ver con lo que le sucedió a Penélope. No tenía forma de saber lo que Príapo iba a hacer al descubrirlo todo.

Seunghyun hizo un gesto de dolor, como si Cupido lo hubiese abofeteado. Una agonía arrolladora se reflejó en sus ojos y en su rostro. Jiyong no tenía ni idea de quién era la tal Penélope, pero parecía bastante obvio que había significado mucho para Seunghyun.

— ¿Ah, no? —le preguntó Seunghyun con la voz ronca.

— Te lo juro, hermanito —contestó Daesung en voz baja. Lanzó una rápida mirada a Psique y de nuevo se centró en Seunghyun —. Nunca tuve la intención de hacerle daño, y jamás quise traicionarte.

— Ya —dijo él con una sonrisa burlona—. ¿Y esperas que me lo crea? Te conozco demasiado bien, Cupido. Te encanta causar estragos en las vidas de los mortales.

— Pero no lo hizo contigo, Seunghyun —le dijo Psique con voz lastimera—. Si no le crees a él, confía en mí. Nadie quiso que Penélope muriera de esa manera. Tu madre aún llora sus muertes.

La furiosa mirada de Seunghyun se endureció aún más. Mientras que Jiyong ahogo un grito con su mano, no podía ser cierto, la mamá de Seunghyun era Afrodita eso significa que ella lo obligo a tener sexo.

— ¿Cómo soportas hablar de ella? Afrodita estaba tan celosa de ti que intentó casarte con un hombre horrible, y después casi te mató para evitar que te casaras con Cupido. Para ser la diosa del Amor, no tiene mucho para los demás, todo lo malgasta en ella misma.
Psique apartó la mirada.

— No hables así de ella —le espetó Daesung—. Es nuestra madre y se merece nuestro respeto.
La siniestra ira que reflejó el rostro de Seunghyun habría aterrorizado al mismísimo diablo, y Daesung se encogió al verla.

— No te atrevas jamás a defenderla delante de mí. Sabes lo que la muy maldita me obligo a hacer, así que no quiero ni que la menciones.
Fue entonces cuando Daesung notó la presencia de Jiyong y de Ri.

— Oh, chicos que bueno verlos

— ¿Daesung de verdad eres el dios del amor? —Pregunto Jiyong— vaya era muy difícil de creer de una persona que tenía una vida tan famosa fuera así.

—Pues sí, pero es una larga historia Jiyong, te la contare pronto-dijo revolviéndole el cabello.

El rostro de Seunghyun adoptó una expresión dura y fría.

— ¿Cómo se conocen? —pregunto

—Eso no te importa hermanito-respondió Daesung con sorna y es que le gustaba ver molesto a su hermano. Y sabía que tocar a Jiyong era algo que le molestaba.

— Aún no me has dicho por qué es tan importante para ti echarle el guante a Príapo-dijo alejándose

La mandíbula de Seunghyun se tensó.

— Porque me maldijo a pasar la eternidad como un esclavo, y no puedo escapar. Quiero tenerlo delante el tiempo suficiente para empezar a arrancarle partes del cuerpo que no puedan volver a crecerle.

Cupido perdió el color del rostro.

— Hermanito, lo hubiera castrado si hizo eso. Mami le hubiese matado de haberse enterado, no fue mami yo supe que después que paso todo el momento incestuoso que tuvieron, ella se dio por vencida y te dejo libre.

— ¿En serio crees que voy a creerme que Príapo me hizo esto sin que ella se enterase? No soy tan estúpido, Eros. A esa mujer no le interesa nada lo que pueda ocurrirme.
Daesung negó con la cabeza.

— No empieces con eso. Cuando te ofrecí sus regalos me dijiste que me los metiera por mi orificio trasero. ¿Te acuerdas?

— ¿Por qué lo haría? —preguntó Seunghyun con sarcasmo—. Zeus me expulsó del Olimpo horas después de mi nacimiento, y Afrodita jamás se molestó en discutir la decisión. Sólo se acercaba a mí para torturarme de algún modo. — Seunghyun miró a Daesung con furia asesina—. Cuando a un perro se le golpea con frecuencia, acaba volviéndose agresivo.

— Vale, lo admito. Algunos de nosotros podríamos haber sido un poco más condescendientes contigo, pero...

— Nada de peros, Cupido. No hicisteis nada por mí, ni una puñetera vez. Especialmente ella.

— Eso no es cierto. Mami jamás superó que le dieses la espalda. Eras su favorito.
Seunghyun resopló. Vaya que lo era pero no iba a recordar esos momentos horribles de su vida.

— ¿Y por eso he estado atrapado en un libro los últimos dos mil años?

Jiyong sufría por él. ¿Cómo podía Daesung escucharlo tan tranquilo, sin ni siquiera pensar en usar sus poderes para liberar a su hermano de un destino peor que la muerte? No era de extrañar que Seunghyun les maldijera. Súbitamente, Seunghyun cogió una daga del cinturón de Daesung y se hizo un profundo corte en la muñeca.

El jadeó de miedo, pero antes de poder abrir la boca, la herida se cerró sin haber derramado una sola gota de sangre.
Cupido abrió los ojos de par en par.

— ¡Demonios! —jadeó—. Ésa es una de las dagas de Hefesto.

— Ya lo sé —le respondió Seunghyun mientras le devolvía el arma—. Hasta tú puedes morir si te hieren con una de éstas, pero yo no. Hasta ahí llega la maldición de Príapo.
Jiyong contempló el horror en los ojos de Daesung al ser consciente de la magnitud de lo ocurrido.

— Sabía que te odiaba, pero jamás pensé que caería tan bajo. ¿En qué estaba pensando?

— No me importa lo que pensara, sólo quiero librarme de esto.
Daesung asintió. Por primera vez, Jiyong vio simpatía y preocupación en su mirada.

— Muy bien, hermanito. Paso por paso. No te vayas muy lejos mientras voy a buscar a mami y veo lo que tiene que decir al respecto.

— Si me quiere tanto como dices, ¿por qué no la llamas para que venga aquí y hablo directamente con ella?
Daesung le miró pensativamente.

— Porque la última vez que mencioné tu nombre, estuvo llorando durante un siglo. Te hizo mucho daño.

Aunque la apariencia de Seunghyun seguía siendo rígida y distante, Jiyong sospechaba que, sufría demasiado

— Lo consultaré con ella y volveré en un momento —le dijo mientras pasaba un brazo alrededor de los hombros de Psique—. ¿De acuerdo?
Seunghyun alargó el brazo, cogió el colgante que Cupido llevaba al cuello y tiró de él con fuerza.

— De este modo me aseguro de que regreses.
Daesung se frotó el cuello; parecía bastante malhumorado.

— Ten mucho cuidado. Ese arco puede ser muy peligroso si cae en las manos equivocadas.

— No temas. Recuerdo muy bien cómo duele.
Ambos intercambiaron una mirada cargada de significado.

— Nos vemos —se despidió Daesung dando una palmada, y junto con Psique, se desvaneció entre los vapores de una neblina dorada.

Jiyong retrocedió un paso, con la mente en ebullición. No podía acabar de creerse lo que había presenciado.

— Debo estar soñando —murmuró—. O eso, o he visto demasiados episodios de Xena, la princesa guerrera.
Permaneció muy quieto mientras se esforzaba por digerir todo lo que había visto y oído.

— No puede haber sido real. Debe ser algún tipo de alucinación.
Seunghyun suspiró con cansancio.

— Me gustaría poder creerlo.

— ¡OMG!, ¡Cupido es Daesung! —exclamó Ri extasiado—. Cupido. El real. Ese querubín tan mono que tiene poder sobre los corazones.
Seunghyun resopló.

— Cupido es cualquier cosa menos «mono». Y con respecto a los corazones, se encarga de destrozarlos.

— Pero hace que la gente se enamore.

— No —le contestó, apretando con más fuerza el colgante entre sus dedos—. Lo que él ofrece
es una ilusión. Ningún poder celestial puede conseguir que un humano ame a otro. El amor proviene del corazón —confesó con una nota apesadumbrada en la voz.
Jiyong buscó su mirada.

— Hablas como si lo supieras de primera mano.

— Lo sé.

Seunghyun sentía su dolor como si fuese el de él. Alargó el brazo para tocarle suavemente el brazo.
— ¿Eso fue lo que le ocurrió a Penélope? —le preguntó en voz baja.

Seunghyun apartó la mirada de Jiyong, pero el captó el sufrimiento que se reflejó en sus ojos.

— Entonces —dijo Ri pensativamente, mientras se unían a la multitud que atestaba el centro comercial—, ¿eres hijo de Afrodita?

Él lo miró de reojo, furioso.

— No soy hijo de nadie. Mi madre me abandonó, mi padre me repudió y crecí en un campo de batalla espartano, bajo el puño de cualquiera que anduviese cerca.

Sus palabras desgarraron el corazón de Jiyong. No era de extrañar que fuese tan duro. Tan fuerte.

La asaltó una inquietud: ¿lo habría abrazado alguien con cariño alguna vez? Sólo una vez, sin que él tuviese que complacer a ese alguien primero.

Seunghyun encabezaba la marcha y observaba su andar sinuoso. Parecía un depredador esbelto y letal. Llevaba los pulgares metidos en los bolsillos delanteros de los pantalones, y caminaba totalmente ajeno a las mujeres que suspiraban y babeaban a su paso.

Intentó imaginarse a Seunghyun con la apariencia que habría tenido llevando su armadura de batalla. Dada su arrogancia y su modo de moverse, debía haber sido un fiero luchador.

— Ri —llamó a su amigo en voz baja—. ¿No leí que los espartanos golpeaban a sus hijos todos los días, para comprobar el grado de dolor que podían soportar?
Seunghyun le contestó en su lugar.

— Sí. Y una vez al año, hacían una competición en busca del chico que aguantase la paliza más dura sin llorar.

— Un gran número de ellos moría por la brutalidad de las competiciones —añadió Ri—. Bien durante la paliza o por las posteriores heridas.
Jiyong lo recordó todo de repente. Sus palabras acerca de ser entrenado en Esparta y su odio por los griegos.

Ri miró con tristeza a Jiyong antes de dirigirse a Seunghyun.

— Siendo el hijo de una diosa, supongo que aguantarías más de una paliza.

— Sí, las soportaba —dijo llanamente, con la voz carente de emociones.
Jiyong nunca tuvo más deseos de abrazar a otro ser humano como en ese momento. Quería sostener a Seunghyun entre sus brazos. Pero sabía que a él no le agradaría.

— Bueno —comentó Ri, y por su mirada, Seunghyun supo que intentaba alegrar el ambiente—, tengo un poco de hambre. ¿Por qué no comemos unas hamburguesas en el Burger King?-era raro normalmente Ri no le gustaba comer comida rápida pero seguro lo hacia por Seunghyun.

Seunghyun frunció el ceño hasta formar una profunda V.

— ¿Por qué tengo constantemente la impresión de que hablan en otro idioma? ¿Qué es comer una hamburguesa en el Burger King»?

Jiyong soltó una carcajada.

— El Burger King es un restaurante.

Seunghyun pareció horrorizado.

— Es muy bueno, en serio, ya verás.

Salieron del centro comercial y atravesaron el estacionamiento en dirección al Burger King.
Afortunadamente, no tuvieron que esperar demasiado antes de que la camarera les buscase una mesa.

— ¡Oye! —dijo un chico cuando se acercaban a la mujer—. Nosotros llegamos antes.
La camarera le lanzó una mirada glacial.

— Su mesa aún no está preparada —y se volvió hacia Seunghyun con ojitos tiernos—. Si es tan amable de seguirme...

La chica abrió la marcha contoneando las caderas, como si no tuviese otra cosa que hacer.
Jiyong miró a Ri aguantando la risa, y le indicó con un gesto que mirara a la chica.

— No se lo tengas en cuenta —le contestó su amigo—. Nos ha colado por delante de diez personas.

La camarera les llevó hasta una mesa en la parte trasera.

— Aquí se puede sentar —dijo mientras rozaba ligeramente el brazo de Seunghyun —, y yo me encargo de que su comida no tarde mucho.

— ¿Y nosotros somos invisibles? —preguntó Jiyong cuando la chica se alejó.

— Empiezo a creer que sí —respondió Key, sentándose en el banco situado cara a la pared.
Jiyong se sentó enfrente, con el muro a su espalda. Como era de esperar, Seunghyun ocupó un sitio a su lado.

Ella le ofreció el menú.
— No puedo leer esto —le dijo antes de devolvérselo.

— ¡Ah! —exclamó Jiyong, avergonzada por no haberlo pensando antes—. Supongo que no enseñaban a leer a los soldados de la antigüedad.
Seunghyun se pasó una mano por la barbilla y pareció adoptar una actitud malhumorada ante el comentario.

— En realidad sí lo hacían. El problema es que me enseñaron a leer griego clásico, latín, sánscrito, jeroglíficos egipcios y otras lenguas que hace mucho que desaparecieron.
Jiyong se encogió.

Apoyó el brazo en la mesa y, en ese momento, Ri apartó la vista del menú y le miró la mano. Entonces jadeó.

— ¿Eso es lo que yo creo? —preguntó mientras le alzaba la mano.
Para sorpresa de Jiyong, él permitió que le agarrara la mano y que mirara el anillo.

— Jiyong, ¿has visto esto?
Él se incorporó en el asiento para poder verlo más de cerca.

— No, la verdad. He estado un tanto distraído.

Un tanto distraído, sí, claro.

Aún bajo la tenue luz del local, el oro emitía luminosos destellos. La parte superior era plana y tenía grabada una espada rodeada de hojas de laurel, e incrustadas entre las hojas, había unas piedras preciosas que parecían ser diamantes y esmeraldas.

— Es hermoso —dijo Jiyong.

— Es un jodido anillo de general, ¿cierto? —preguntó Ri—. No eras un simple soldado de a pie. ¡Eras un puto general!

Seunghyun asintió sobriamente.

— El término es equivalente.
Ri soltó el aire totalmente anonadado.

— Jiyong, ¡no tienes ni idea! Seunghyun tuvo que ser alguien realmente relevante en su tiempo para tener este anillo. No se lo daban a cualquiera —y movió la cabeza—. Estoy muy impresionado.

— No lo estés —le contestó Seunghyun.

— Apuesto a que eras un magnífico general —dijo Jiyong.
Seunghyun lo miró, captando la sinceridad con la que había pronunciado sus palabras. Por alguna inescrutable razón, su cumplido le reconfortó.

— Hice lo que pude.

— Apuesto a que les diste una patada en el culo a unos cuantos ejércitos —continuó el.
Él sonrió. No había pensado en sus victorias desde hacía siglos.

— Pateé a unos cuantos romanos, sí.
Jiyong se rió ante el uso del vocabulario.

— Aprendes rápido.

— ¡Oye! —exclamó Ri, interrumpiéndolos—. ¿Puedo echarle un vistazo al arco de Daesung?

— ¡Sí! —exclamó Jiyong —. ¿Podemos?
Seunghyun lo sacó de su bolsillo y lo dejó sobre la mesa.

— Con cuidado —advirtió a Ri mientras alargaba el brazo—. La flecha dorada está cargada. Un pinchacito y te enamorarás de la primera persona que veas.
El retiró la mano.

Jiyong cogió el tenedor y con él arrastró el arco hasta tenerlo cerca.

— ¿Se supone que debe ser tan pequeño?
Seunghyun sonrió.

— ¿Es que nunca has oído esa frase que dice: «El tamaño no importa»?
Jiyong puso los ojos en blanco.

— No quiero ni escucharla de un hombre que la tiene tan grande como tú.

— ¡Jiyong! —jadeó Ri—. Jamás te había oído hablar así.

— He sido extremadamente educado, considerando todo lo que ustedes me han dicho estos últimos días.
Seunghyun acarició el pelo que le caía sobre los hombros. Esta vez, Jiyong no se retiró. Estaba haciendo progresos.

— Entonces, dime cómo usa Daesung esto —le dijo él. Seunghyun dejó que sus dedos acariciaran los sedosos mechones de su pelo. Brillaban aun con la escasa luz del restaurante. Deseaba tanto sentir ese pelo extendiéndose sobre su pecho desnudo... Enterrar su rostro en él y dejar que le acariciara las mejillas.

Con la mirada ensombrecida, imaginó cómo se sentiría al tener el cuerpo de Jiyong rodeándolo. Y el sonido de su respiración junto al oído.

— ¿Seunghyun? —preguntó el, sacándolo de su ensoñación—. ¿Cómo lo utiliza Daesung?

— Puede adoptar un tamaño semejante al del arco, o puede hacer que el arma se haga más grande. Depende del momento.

— ¿En serio? —preguntó Ri—. No lo sabía.

La camarera llegó corriendo y colocó la bandeja sobre la mesa, mientras devoraba con los ojos a Seunghyun como si fuese el especial del día.
Muy discretamente, Seunghyun recogió el arco de encima de la mesa y lo devolvió a su bolsillo.

— Siento mucho haberle hecho esperar. Si hubiese sabido que no iban a atenderle de inmediato, yo misma le habría tomado nota nada más sentarse.
Jiyong le dirigió a la chica una mirada ceñuda. ¡Demonios!, ¿es que Seunghyun no podía tener cinco minutos de tranquilidad, sin que una mujer se le ofreciera abiertamente?
¿Y eso no te incluye a ti?

Se quedó helado ante el giro de sus pensamientos. El se comportaba exactamente igual que las demás, mirándole el trasero y babeando ante su cuerpo. Era un milagro que él soportara su presencia.

Hundiéndose en el asiento, se prometió a sí mismo que no lo trataría de aquel modo. Seunghyun no era un trozo de carne. Era una persona, y merecía ser tratado con respeto y dignidad.
Pidió el menú para los tres, y cuando la camarera regresó con las bebidas, trajo una bandeja de alitas de pollo al estilo Búfalo.

— Nosotros no hemos pedido esto —apuntó Ri.

— ¡Oh, ya lo sé! —respondió la chica, sonriendo a Seunghyun —. Hay mucho trabajo en la cocina y tardaremos un poco más en poder servirle la comida. Pensé que debería estar hambriento y por eso le traje las alitas. Pero si no le gustan, puedo traer cualquier otra cosa; la casa invita, no se preocupe. ¿Preferiría otra cosa?

¡Puaj! El doble sentido era tan obvio que a Jiyong le entraron ganas de arrancarle de raíz el pelo cobrizo.

— Está bien así, gracias —le dijo Seunghyun.

— ¡Ay, Dios mío!, ¿puede hablar un poco más? —le pidió la chica, a punto de desmayarse—. ¡Oh, por favor, diga mi nombre! Me llamo Mary.

— Gracias, Mary.

— ¡Ooooh! —exclamó la camarera—. Se me ha puesto la piel de gallina —y con una última mirada a Seunghyun, cargada de deseo, se alejó de ellos.

— No puedo creerlo —comentó Jiyong—. ¿Las mujeres siempre se comportan así contigo?

— Sí —contestó él con la ira reflejada en la voz—. Por eso odio mostrarme en lugares públicos.

— No dejes que te moleste —le dijo Ri, mientras cogía una alita de pollo—. Definitivamente, tu presencia resulta muy útil. De hecho, propongo que lo saquemos más a menudo.
Jiyong dejó escapar un bufido.

— Sí, bueno; si esa criatura anota su nombre y su número de teléfono en la cuenta antes de dárnosla, tendré que darle un bofetón.

Ri estalló en carcajadas.
Antes de que Jiyong pudiese preguntar cualquier otra cosa, Daesung entró sin prisas en el restaurante, y se acercó hasta ellos.

Tenía un ligero moratón en el lado izquierdo de la cara, donde Seunghyun lo había golpeado. Intentó mostrarse indiferente, pero aun así, Jiyong percibió la tensión en su interior, como si estuviese preparado para huir en un momento dado.

— ¿Y bien? —preguntó Seunghyun.

Daesung suspiró profundamente.

— ¿Quieres que primero te dé las malas noticias o prefieres las pésimas?

— Veamos... ¿qué tal si hacemos que mi día sea más memorable? Comienza con las pésimas y sigue con las malas para intentar mejorar el ambiente.

Daesung asintió.

— De acuerdo. En el peor de los casos, la maldición jamás se podrá romper.

Seunghyun se tomó la noticia mejor que Jiyong; apenas si hizo un gesto de aprobación.
Jiyong miró a Daesung con los ojos entornados.

— ¿Cómo puedes hacerle esto? ¡Dios mio!, mis padres habrían removido cielo y tierra para ayudarme, y tú te limitas a sentarte sin ni siquiera decirle lo siento. ¿Qué clase de hermano eres?

— Jiyong —la amonestó Seunghyun —. No lo retes. No sabemos qué consecuencias puede traer.

— No lo haría nada ya que es mi amigo Seunghyun, pero Ji escucha a Seunghyun no te conviene hablarme mal porque sino...

— Tócalo —le interrumpió Seunghyun — y utilizaré la daga que llevas en el cinturón para sacarte el corazón.

Daesung se movió para alejarse de él.

— Era broma... por cierto, te olvidaste algunos detalles jugosos cuando me contaste tu historia.

Seunghyun le miró furioso, con los ojos entrecerrados.

— ¿Como qué?

— Como el hecho de que te acostaras con una de las sacerdotisas vírgenes de Príapo, ¿en qué estabas pensando? Ni siquiera te preocupaste de quitarle la túnica mientras la tomabas. No eras tan estúpido como para hacer eso, ¿se puede saber qué te ocurrió?

— Por si se te ha olvidado, estaba muy enfadado con él en aquel momento —dijo con amargura.

— Entonces deberías haber buscado a una de las seguidoras de mami. Para eso están.

— Ella no fue la que mató a mi esposa. Fue Príapo.
Jiyong estuvo a punto de sufrir un infarto al escucharle. ¿Estaba hablando en serio?

Daesung ignoró la abierta hostilidad de Seunghyun.

— Bueno, Príapo aún está un poco sensible con respecto al tema. Parece que lo ve como el último de tus insultos.

— ¡Ah, ya entiendo! —gruñó Seunghyun —. El hermano mayor está enfadado conmigo por haberme atrevido a tomar a una de sus vírgenes consagradas, ¿es que esperaba que me sentara tan tranquilo y dejara que él matara a mi familia a su antojo? —La ira que destilaba su voz hizo que a Jiyong se le erizara el vello de la nuca—. ¿Te molestaste en preguntarle a Príapo por qué fue tras ellos?
Daesung se pasó una mano por los ojos y dejó escapar un suspiro entrecortado.

— Claro, ¿recuerdas que perseguiste a Livio y lo derrotaste en Conjara? Pues él pidió que se vengara su muerte, justo antes de que le cortaras la cabeza.

— Estábamos en guerra.

— Ya sabes lo mucho que siempre te ha odiado Príapo. Estaba buscando una excusa para poder lanzarse sobre ti sin temor a sufrir represalias; y se la diste tú mismo.
Jiyong observó a Seunghyun, cuyo rostro era una máscara inexpresiva.
— ¿Le has dicho a Príapo que quiero verlo? —le preguntó.

— ¿Estás loco? ¡Maldición! Claro que no. Mencioné tu nombre y estuvo a punto de estallar de furia. Dijo que podías pudrirte en el Tártaro durante toda la eternidad. Créeme, no te gustaría estar cerca de él.

— ¡Ja! ¡Me encantaría!
Daesung asintió.

— Esta bien, pero si lo matas, tendrás que vértelas con Zeus, Tesífone y Némesis.

— ¿Y crees que me asustan?

— Ya sé que no, pero no quiero verte morir de ese modo. Y si no fueses tan terco como una mula, al menos durante tres segundos, tú mismo te darías cuenta. ¿De verdad quieres desencadenar la ira del gran jefe?
Por la expresión de Seunghyun, Jiyong hubiera dicho que le daba exactamente igual.

— Pero —continuó Daesung—, mami señaló que existe un modo de acabar con la maldición.
Jiyong contuvo la respiración mientras la esperanza revoloteaba en los ojos de Seunghyun. Ambos esperaron a que Daesung se explicara.
En lugar de seguir, él se dedicó a observar el interior del local observando la carne.

— ¿Crees que esta gente se come esta mier...?
Chasqueó los dedos delante de los ojos de su hermano.

— ¿Qué hago para romper la maldición?
Daesung se arrellanó en el asiento.

— Ya sabes que todo en el universo es cíclico. Todo lo que comienza tiene un final. Puesto que fue Alexandria la que originó la maldición, debes ser convocado por otro dedicado a Alejandro. Uno que también necesite algo de ti. Debes hacer un sacrificio por él y... —entonces, estalló en carcajadas.
Hasta que Seunghyun se estiró por encima de la mesa y le agarró por la camiseta.

— ¿Y...?
Él le dio un empujón para que le soltara y adoptó una actitud seria.

— Bueno... —continuó mirando a Jiyong y a Ri—. ¿Nos disculpan un momento?

— Soy una persona mayor de edad, Daesung—le dijo Jiyong —. Nada de lo que digas podrá sorprenderme.
— Y yo no pienso levantarme de esta mesa hasta que escuche este jugoso chisme —confesó Ri

— De acuerdo entonces —convino Daesung, mientras miraba de nuevo a Seunghyun —. Cuando la persona consagrada a Alejandro te invoque, no podrás meter tu cucharita en su jarrita de mermelada hasta el último día.

No quería hablar vulgarmente delante del pequeño Jiyong, le daba algo de vergüenza. Él estuvo tratando de cuidarlo mucho desde que lo conoció, era para él una persona especial.

—Será entonces cuando deban unirse carnalmente antes de la medianoche, y te encargarás de no separar vuestros cuerpos hasta el amanecer. Si sales de él en cualquier momento, por cualquier motivo, regresarás de inmediato al libro y la maldición seguirá vigente.

Seunghyun maldijo y miró hacia otro lado.

— Exactamente —le contestó su hermano—. Sabes lo fuerte que es la maldición de Príapo. No hay una forma de que aguantes treinta días sin acostarte con tu invocador.

— Ése no es el problema —dijo Seunghyun entre dientes—. El problema radica en encontrar a un hombre consagrado a Alejandro que me invoque.
Con el corazón latiendo desenfrenado a causa de los nervios, Jiyong se incorporó en el asiento.

— ¿Qué significa lo de «una persona consagrada a Alejandro»?

Daesung encogió los hombros.
— Que tiene que llevar el nombre de Alejandro.

— ¿Como nombre? —preguntó el.

— Sí.

Jiyong alzó los ojos y buscó la mirada apesadumbrada de Seunghyun.

— Seunghyun, mi nombre completo es Jiyong Alexander.

N/A: Psique era la menor y más hermosa de tres hermanas, hijas de un rey de Anatolia. Afrodita, celosa de su belleza, envió a su hijo Eros para que le lanzara una flecha de oro oxidado, que la haría enamorarse del hombre más horrible y ruin que encontrase. Sin embargo, Eros se enamoró de ella y lanzó la flecha al mar; cuando Psique se durmió, se la llevó volando hasta su palacio. 


OMG Escriban sus sensuales comentarios :3 se tenia que llamar alejandro xD lol

El Amante Perfecto (Gtop)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora