Capítulo 24

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Más tarde el mismo día como por las nueve de la mañana, me desperté sintiéndome extraña. Creo que mi primera mañana me dio un poco duro por el cansancio que todavía tenía. Me incorporé y al desperezarme me crujieron todos los huesos. ¡Uhhh! Que feo.

Con un puchero involuntario me levanté de la cama para ir a la cocina. No había nadie despierto. En la sala intenté no reírme con fuerza pues Lau estaba sobre el estómago de Cata, ella tenía sus piernas sobre el pecho de Dani y ella tenía los pies sobre el rostro de Mari. Que mujeres para dormir mal.

Puse a hacer desayuno para todas. Así algo rápido y sencillo. Serví en el pequeño comedor y me acerque al revoltijo en el piso. Desperté una por una. No sé porqué pero parecía como si tuvieran resaca.

-Se ve delicioso~

-Muchas gracias~ -se sentaron cuatro en el comedor y yo en el sofá.

-Parece que yo fui la única que durmió bien -comenté riéndome. Les conté como las había encontrado al despertar, y a pesar de estar cansadas, se rieron un poco.

-Quizá a la otra debamos acomodarnos mejor -Lau dio una mordida a su pan. Todas asintieron a su idea.

-Chicas, perdonen dejarlas tan pronto y temprano, pero -me levanté- debo ir a casa.

-Aww.... bueno ____. Ten cuidado al volver. No se te ha olvidado que bus tomar, ¿no? -Cata se burló.

Yo ya iba en la puerta cuando la escuche y le hice burla. Me despedí de todas antes de salir. No tenía tarjeta con carga y mucho menos efectivo local, así que por el momento debería irme caminando a casa.

-¡____! -escuché que gritaron a mi espalda. Me detuve para ver a Mari siguiendome-. Yo también iré a casa. Mamá está preocupada porque no le avisé que me quedaría.

Asentí.

-¡¡Vamos entonces!!

Juntas caminamos codo a codo en silencio. Ayer... bueno, parte de esta mañana, ya les había dicho todo con respecto a los chicos. Las fotos, todo. No había nada más que tuviera que decir.

Tomamos un bus en el cual conseguimos silla. Sentada en la ventana, observe de nuevo mi ciudad. Gente en pijama salía a comprar las cosas del desayuno, otros tenían ropa deportiva y hacía su rutina de ejercicios. Corea puede ser hermosa, pero esto no lo cambio por nada. Estoy en mi hogar.

-Te ves muy contenta ____.

-Sí que lo estoy, Mari. Sé que tú de haber estado en mi lugar, no regresas de allá -ambas nos reímos.

-Tienes razón... pero igual que tú, amo este lugar. Y aquí está mi familia, no podría dejarlos.

Hablando de familia...

-Mari, ¿has hablado con Milena? Hubo veces que la intenté llamar pero no me cogía las llamadas.

Se tensó. Estaba seria, lo que es raro en su personalidad. Algo malo estaba sucediendo y me estaba preocupando.

-Ma...

-¡¡Mira, la parada!! -se levantó como si un resorte la hubiera impulsado a levantarse. Toco el timbre que hizo que el bus se detuviera.

Nos bajamos juntas. No tuve tiempo de detener a Mari en la carrera que había comenzado ya por su calle. Creo que debo ir rápido a casa, así lo puedo ver con mis propios ojos. A un lado de la calle había un chico de pie al lado de su moto taxi. Quería acercarme...

¡¡Miércoles!! El maldito efectivo. Tengo que cambiar los billetes que tengo.

Confiando en que mi pobre físico me alcanzaría para arrimarme cerca de casa, comencé a correr. Quizá el cansancio del cambio de horario y la desvelada que nos pegamos hacía más difícil el cumplimiento del objetivo. No supe a qué hora fue que llegue a mi casa, pero las piernas me dolían como...

Con las llaves de casa abrí la puerta. Estaba oscuro, las cortinas de la sala estaban cerradas. Eso significa que no está ni mamá ni papá.

-Milena... ya llegue... si estas ahí por lo menos has un ruido.

Nada se escuchó.

Cerré la puerta tras de mí. Por lo menos todo parecía en orden. No habían platos regados en el fregadero, ni miles de cajas de pizza acumuladas sobre el mesón.

Seguí recorriendo la casa.

En el estudio la encontré. Milena estaba frente a la pantalla del computador. Tenía el cabello recojido en un moño que se nota hizo de afán. Tecleaba con habilidad.

-Mile -canturre- estoy en casa.

La silla giratoria dio vuelta. Pude notar las ojeras bajo sus ojos. No sabía si lo que reflejaba su mirada era cansancio de no dormir o por estar mucho en la computadora. Quizá los dos. Me sentí algo inquieta.

-____, ya estas en casa -canturreo también. Un escalofrío me recorrió la espalda. -Que gusto, ¿no? La casa estuvo muy tranquila sin ti aquí... -se rió- que fastidio.

Al parecer no se veía con ganas de verme el rostro. Sin decirle nada me retiré a mi habitación.

Mi cama, mis peluches, mis libros, todo estaba igual. El colchón abrazó mi cuerpo como si me extrañara. Vi en mi mesita de noche una caja. Tenía una nota de mis padres lamentando (de nuevo) no poder estar aquí. Vi el presente: una cadenita realmente hermosa. Sonreí un poco.

Caída de vuelta en la cama, escuche mi celular sonar.

-¿Hola?

-Hola -me contestaron en coreano. Pude identificar rápidamente el acento de Yong Hwa.

-¡¡Oppa!! -chille como una niña pequeña- ¡que gusto escucharte!

-Igual a ti. ¿Cómo llegaste?

-Cansada, pero vivita y coliando.

Él soltó una carcajada.

-Sabes, no hace más de dos días que te has ido y dejaste un hueco grande. Todos te extrañan bastante.

-Un día cuadralos para una videollamada y así hablamos juntos -le sugerí sonriendo. Mentiría si dijera que no los extraño también-. Y no estas de casualidad con Hyun.

-No... pero creo que te llamará más tarde. Creo que estaba con los chicos de su grupo.

-Ahh, vale vale. No te alargo la llamada porque sé que es caro llamar hasta aquí.

-Tranquila, me la pagarás cuando vuelvas de visita.

-Jaja, adiós Yong.

Colgué el teléfono.

No miento. La cama era tan cómoda que yo sólo caí en brazos de Morfeo. Al despertar más tarde eran como las tres de la llamada. Mi celular sonó de golpe.

-¿Hola?

-____.

-¡Hyun oppa! -chille. El corazón se me había acelerado de golpe al escuchar su nombre pronunciado por su voz-. Milagro el contestar una llamada tuya. Pensé que estarías feliz de que ya no te este jodiendo la vida.

-Aja. ¿Fue bueno tu vuelo?

Me reí.

-Sip, lo fue. Llegue anoche sana y salva.

-Me alegra mucho... sabes, tengo una sorpresa para ti.

-¿Qué sería? -sí me picaba la curiosidad, porque, o sea, una sorpresa, ¿para mí?

-Adivina quien conocerá tu país y se quedara por un tiempo.

Pegué el grito del siglo.

-¡No inventes! ¡¿vas a venir?! Sí me cogiste de sorpresa.

Sentí que asentía.

-Llegaré mañana en la noche. Tengo una reservación en un hotel. El otro día podemos quedar para... almorzar, yo qué sé.

-¡¡Sí, sí, sí!! Iré a verte al aeropuerto.

-Vale. Nos vemos allá.

Colgamos sin decir más. El corazón me seguía latiendo acelerado por tanta emoción. Hyun, aquí. ¡Debo decirle a Mari! Enloquecerá. Y claro que me la llevo a ella. Tiene que conocerlo apenas esté aquí. Le escribiré ahorita.

La sonrisa de la cara no me la pudieron quitar.

¿Hermanos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora