Louis levantó la vista de la mano recién curada y la posó en los ojos de Harry.
-Un brujo-respondió serio.
-¿Cómo?-preguntó desconcertado el ojiverde.
-Un brujo-repitió -. Ya sabes a…
-Los brujos no existen-cortó el menor-. La magia no existe, no son más que cuentos de niños.
-La magia sí existe Harry-aseguró el ojiazul-, ya lo has visto.
El recuerdo del pelirrojo ahogándose en su propia sangre inundó la mente del menor, que fue de pronto consciente de la sangre que comenzaba a secarse sobre su piel y volvía rígida la tela de sus calzoncillos.
-Los has matado-era una afirmación, no una pregunta-. Los has matado a los tres.
Louis guardó silencio. No tenía sentido negarlo ni tratar de justificarse. En su lugar comenzó a acariciar con dulzura la mano de su novio, encerrada entre las suyas. Harry se arrastró por el suelo hacia el castaño y se recostó a su lado, apoyando la cabeza en el hueco de su hombro.
-¿Naciste ya así?-susurró al poco rato.
-¿Brujo, dices?-preguntó el mayor-No, no nací así. Nadie nace brujo.
-¿Y cómo te convertiste en brujo entonces?
-Es una larga historia-respondió evasivo.
-Tengo tiempo-replicó el ojiverde.
-Bueno…nací en Doncaster, completamente humano-aseguró sarcástico -. Mi padre nos abandonó cuando yo era muy pequeño, apenas me acuerdo de él. Mi madre trabajaba durante casi todo el día, tenía varios empleos para mantenernos a los dos, así que pasaba gran parte del tiempo con mi abuela-una sonrisa apareció en su rostro cuando los recuerdos le envolvieron-. Era una mujer…bueno, digamos que interesante, algo cascarrabias también, pero se encargó de mí y me cuidó con cariño. No era la típica abuela que cocina pasteles los domingos y se preocupa porque sus nietos estén bien gorditos pero era la mujer más especial que he conocido y tenía un humor retorcido que escandalizaba a mi madre pero que me hacía llorar de la risa. Fue ella la que me dio a conocer la magia.
Harry escuchaba absorto mientras recorría suavemente con los dedos el brazo del mayor. La voz del castaño alejaba los horribles recuerdos que trataban de asaltar su mente a cada momento, protegiéndole de las imágenes de muerte de los tres matones del callejón.
-Era adivina-siguió Louis-. Incluso tenía un pseudónimo artístico, “Sophie Dankworth”, bueno; la “Gran Sophie Dankworth”. Lo cierto es que no recuerdo su verdadero nombre, sólo el que usaba en sus espectáculos y por el que me obligó a llamarla. Mi madre decía que aquello de la magia que hacía mi abuela no eran más que mentiras y engaños pero yo estaba seguro de que la mujer era maga de verdad. Al fin y al cabo, yo no era más que un crío y todos los niños creen en esa clase de cosas.
El ojiazul jugueteó distraído con una arruga que surcaba su pantalón, atravesando el tejido desde el gemelo a la rodilla.
-Pero yo tenía razón, la Gran Sophie Dankworth era maga. Un día me escondí en su casa para descubrir su secreto. Desde el armario vi cómo le hablaba a la tetera fría y, un segundo después, el agua hervía con tanta fuerza que la podía oír desde el otro lado de la habitación. Aquello era la última prueba que necesitaba. Salí de mi escondite y le pedí a mi abuela que me enseñara a hacer eso.
Un estremecimiento sacudió al muchacho de negro, asustando a Harry, hasta que se dio cuenta de que el mayor se estaba riendo.
-Dijo algo y la escoba vino volando y comenzó a darme en el culo hasta que salí de la casa. Pero imagínate-dijo Louis con una chispa de infantil entusiasmo en la voz-, después de aquello nadie iba a impedir que yo aprendiera magia. Y tanto insistí que al final mi abuela aceptó enseñarme. Pero aquello era más difícil de lo que había esperado y mucho más aburrido. Recuerdo mi decepción cuando, el primer día, mi abuela se presentó con un puñado de libros de texto, los dejó sobre la mesa y dijo: “Lección uno: aprende latín”. En menos de una semana ya odiaba aquellos malditos libros y me acostaba por las noches pensando en que los quemaría despacio en cuanto aprendiera a controlar el fuego. Incluso lo habría dejado de no ser porque mi madre se echó entonces un novio, un asqueroso borracho al que pronto odié tanto como me odiaba él a mí.
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Magic (Larry Stylinson) {TERMINADA}
FanfictionUna noche cualquiera. Una fiesta cualquiera. Un chico cualquiera que sale con sus amigos para olvidar los pedazos de una relación que se ha derrumbado apenas unos días antes. Una noche cualquiera. Una fiesta cualquiera. Un chico extraño que obs...