Capítulo 29

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    El estridente sonido del despertador quebró el silencio que reinaba en el dormitorio. Antes de que pudiera sonar por segunda vez, Harry cogió el reloj de la mesilla y lo apagó.

    La una de la madrugada.

    El ojiverde devolvió el despertador a su lugar y pronunció un hechizo en voz baja. Una pequeña esfera luminosa apareció en el aire ante él, rasgando las sombras que inundaban el dormitorio. La luz alumbró su rostro, marcado por oscuras ojeras. El dolor que le había atormentado durante los últimos días se filtraba también en sus sueños, poblándolo de horribles pesadillas que impedían dormir al muchacho.

    Harry se recostó sobre el cabecero de la cama y dejó escapar un hondo suspiro de tristeza. La fecha que tanto temía había llegado. Aquel día se cumplían los diez años del trato con el demonio.

    Aquel día vería por última vez a Louis.

    Una lágrima se deslizó por su mejilla, refulgiendo como una joya bajo el dorado brillo de la luz mágica. Sabía que no había nada que él pudiera hacer para evitarlo pero estaba decidido a pasar todo el tiempo que pudiera con Louis.

    Salió de la cama sin hacer ruido y comenzó a vestirse deprisa. Había preparado la ropa antes de acostarse para evitar perder el tiempo. Nada más terminar, cogió el móvil de la mesilla y encargó un taxi en voz baja mientras metía la cartera en su bolsillo.

    Guardó silencio un momento para comprobar si era el único despierto en la casa. Al no oír ningún ruido, se acercó sigiloso a la puerta y la abrió sin hacer ruido. El pasillo estaba completamente a oscuras, exceptuando el resplandor de la luz mágica. Harry miró a ambos lados, comprobando que tanto el dormitorio de su madre como el de su hermana tuvieran la puerta cerrada.

    Tratando de no hacer ruido, el muchacho se dirigió hacia la escalera y bajó hasta la primera planta. Se detuvo nada más pisar el suelo, y agudizó el oído para asegurarse de no haber despertado a nadie. Por suerte todo seguía en calma así que el ojiverde se encaminó hacia la puerta y giró el picaporte despacio, rezando porque su familia no lo oyera.

    Sin embargo, la puerta no se abrió, lo que significaba que estaba cerrada con llave. Harry contuvo un gruñido de decepción y se giró, mirando de nuevo a las escaleras. Tenía un juego de llaves en su dormitorio pero, si subía, se arriesgaba a despertar a su familia. El recuerdo de una de sus clases de magia con Louis atravesó su mente. El castaño le había enseñado un conjuro para abrir cerraduras el día anterior y el rizado buscó en su memoria las palabras del hechizo.

    Sus labios no tardaron en formular el encantamiento mientras el ojiverde se concentraba en la puerta. La pequeña esfera de luz se extinguió a su lado pero el chasquido de la cerradura le avisó de que el conjuro había funcionado.

    Su dominio de la magia había mejorado mucho en los pocos días que había estado aprendiendo con el brujo, pero todavía no era capaz de mantener dos hechizos activos a la vez. Harry giró de nuevo el picaporte y, esta vez, la puerta se abrió, dejando entrar el fresco aire nocturno. El muchacho descubrió el taxi que había llamado, parado a unos metros.

    Sin mirar atrás, el rizado desapareció en la oscuridad de la noche.

 

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    Las dos puertas de madera se deslizaron dentro del muro como si le invitaran a entrar en el apartamento del castaño. Harry abrió la verja que cerraba el ascensor y salió con paso vacilante de la cabina de madera.

    Las luces de la ciudad entraban por los amplios ventanales, formando alargadas sombras al encontrarse con los muebles. El rizado recorrió el lugar con la mirada, mientras sus ojos se acostumbraban a la penumbra.

    -Louis, ¿estás ahí?-preguntó con voz temblorosa.

    No obtuvo respuesta.

    La angustia que anidaba en su corazón cobró fuerza, devorándolo por dentro.

    -¿Louis?

    La inquietud se transformó en terror conforme el ojiverde registraba el apartamento en busca del castaño, sin éxito. Estaba solo. Sus piernas perdieron fuerza y el muchacho tuvo que apoyarse en la pared para mantenerse en pie. Había llegado tarde.

    Louis se había ido y no volvería a verlo.

    El muro no bastó para sostenerlo y Harry se desplomó llorando sobre el suelo. Los sollozos sacudieron su cuerpo y las lágrimas comenzaron a correr por su rostro. El dolor lo ahogaba, sepultando cualquier otro pensamiento bajo una pesada y absoluta oscuridad. De alguna forma, su corazón volvió a latir, prolongando el sufrimiento del rizado.

    -¿Principito?-dijo una voz tras él.

    Harry abrió los ojos, desconcertado, y vio al castaño arrodillarse junto a él.

    -¿Qué ocurre, mi amor?-susurró mientras le acunaba con ternura.

    Una pequeña chispa de vida se encendió en su pecho y el ojiverde apretó sus brazos en torno al brujo. Los sollozos aumentaron de intensidad, impidiéndole hablar, mientras el mayor besaba su frente en silencio, esperando que se tranquilizara.

    -No estabas…-dijo cuando recobró la voz-. No estabas.

    -Lo siento pequeño-respondió Louis, acariciando su cabello con suavidad-. No sabía que vendrías y salí un momento. Pero ya estoy aquí.

    Harry no contestó sino que se limitó a enterrar la cabeza en el pecho del ojiazul. Los sollozos que sacudían su cuerpo pronto desaparecieron, dejando al muchacho agotado.

    -¿Vienes a la cama?-consiguió preguntar.

    -Por supuesto principito-respondió el castaño, que lo cargó en brazos y lo llevó al dormitorio.

    Louis dejó al menor sobre el colchón y se tumbó a su lado. Al instante, Harry se arrastró, buscando su cuerpo, y le rodeó con los brazos. El brujo le imitó y besó con ternura su frente. La calidez del mayor le rodeó como un manto protector y el sueño, acumulado tras tantas noches sin dormir, venció toda resistencia.

    Poco a poco, sus párpados se cerraron mientras oía el tranquilizador latido del castaño. Estaba a punto de dormirse cuando un estremecimiento recorrió su cuerpo, desde la cabeza a  los pies. Sintió a Louis tensarse a su lado antes de levantarse sobre sus codos y dirigir la mirada a la entrada del dormitorio. El rizado le imitó un instante después y un terror irracional le invadió, espabilándole por completo.

    Una silueta oscura se alzaba bajo el marco de la puerta, perfilándose conforme absorbía las tinieblas de la habitación para terminar de formar su cuerpo. Harry consiguió entrever los huesos blancos que formaban al demonio antes de que las sombras los envolvieran, ocultándolos de su vista. La sensación que inundaba al ojiverde le recordó al halo de peligro que rodeaba al castaño, la marca de la magia negra. El demonio terminó de formarse y, por un instante, la escena permaneció congelada, sin un solo cambio que la perturbara.

    Entonces, el ser abrió los ojos.

Magic (Larry Stylinson) {TERMINADA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora