Capítulo 32

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    La finca estaba completamente rodeada por una muralla de piedra de tres metros de altura que cercaba un extenso jardín salpicado por distantes y altos árboles. Unos sinuosos caminos de piedra blanca atravesaban el vasto mar de hierba en medio del cual se levantaba un imponente palacete de la época medieval. El edificio había sido restaurado por completo y albergaba desde hacía diez años a uno de los museos privados más famosos de todo Londres.

    Sin embargo, para desgracia de Harry, el cambio había llenado lugar de cámaras de vigilancia, alarmas y demás sistemas de seguridad. Pero aquello no iba a detener al muchacho. El edificio guardaba la daga de San Jorge, tal vez una de las pocas armas que podrían acabar con un demonio, y el rizado estaba decidido a conseguirla.

    Harry alcanzó por fin el muro que rodeaba la finca y pegó la espalda contra él. Se detuvo un segundo y tomó aire despacio, tratando de tranquilizar su agitado corazón. Unos pasos rompieron el silencio, avisando al muchacho de la presencia de un guardia al otro lado de la pared. El ojiverde se quedó quieto y esperó a que los pasos se alejaran. Cuando dejó de oírlos, se despegó del muro y pronunció en voz baja un conjuro de levitación.

    Una fuerza invisible apresó su cuerpo y comenzó a elevarlo en el aire hasta alcanzar la cima del muro, a tres metros del suelo. Harry enfocó su voluntad y el hechizo lo impulsó hacia delante para posarlo con suavidad en el jardín, al otro lado de la pared.  

    El muchacho examinó los alrededores en busca de más guardias. Contó tres patrullas, con dos hombres por grupo, pero ninguna de ellas estaba lo suficientemente cerca como para descubrirle. Sus ojos se posaron entonces sobre el majestuoso edificio que dominaba el jardín, a unos cincuenta metros de su posición. La intensa luz de unos focos fijos alumbraba con fuerza la fachada, tiñendo la grisácea piedra de un suave color dorado.

    No podría entrar por ahí sin ser visto, así que decidió probar suerte con la parte de atrás. El ojiverde comenzó a rodear el edificio despacio, siempre pegado a la muralla exterior que rodeaba todo el lugar. Paso a paso, dejó atrás la iluminada fachada y la zona trasera apareció ante él.

    El muchacho recorrió la pared con la mirada, buscando una posible entrada, pero todas las ventanas que alcanzó a ver estaban cerradas. Harry sopesó sus opciones. Podía utilizar el conjuro de levitación para alcanzar una de ellas y, una vez arriba, abrirla con magia. Sin embargo, para que el plan funcionase, debería mantener dos hechizos activos al mismo tiempo y el ojiverde no había sido capaz hacerlo hasta el momento.

    Si fallaba y perdía la concentración, la caída hasta el suelo podría matarlo o, como mínimo, romperle varios huesos y dejarle inconsciente.

    Era un riesgo a tener en cuenta y prefería evitarlo mientras fuera posible.

    Con la esperanza de descubrir una alternativa, el rizado abandonó el refugio que le ofrecía el muro y comenzó a acercarse al palacete. La hierba húmeda amortiguaba el sonido de sus pasos, reduciéndolos a un tenue susurro, demasiado bajo incluso para que el propio Harry pudiera oírlo. El ojiverde repasó mentalmente los hechizos nuevos que había aprendido unas horas antes. Los había copiado en un papel, que guardaba por si acaso en el bolsillo, pero de todas formas prefería no tener que recurrir a él.

    Avanzaba despacio, preocupado por mantenerse siempre escondido entre las sombras, donde las oscuras ropas que había cogido del armario de Louis le hacían casi invisible. De todas formas, no tardó en alcanzar su destino. El muchacho pegó la espalda contra la pared y levantó la mirada buscando una entrada que se le hubiera pasado antes por alto. Hasta donde pudo ver, todas las ventanas estaban cerradas con sólidos barrotes. Sin embargo, se resistió a poner en práctica su primer plan. Tenía que haber un modo menos peligroso de entrar.

Magic (Larry Stylinson) {TERMINADA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora