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Sentados en un sillón en una discoteca de la ciudad, sólo Dios sabe lo mucho que detesto esto, pero ver la cara de mi esposa en ese momento al pedirlo, su cara de ángel me hace olvidarlo todo, claro, con una condición de por medio: "Nada de Alcohol"

Ahora mismo, ella está sentada en mis piernas, no había momento que yo amara como el tenerla encima de mí.

Bufé al escuchar las notas iniciales de Hércules - Young Thug, al parecer cada vez que venimos a una discoteca siempre tengo la suerte ││que para mí es una desgracia││de escuchar alguna canción que a mi esposa le encanta bailar.

—Por favor, no lo hagas. —Susurré en su oreja con el fin de que esta vez, a diferencia de las demás, me hiciera algo de caso.

Como a las demás guerras terminé perdiendo, ella se levantó de mis piernas para darse la vuelta y sentarse encima de mí a ahorcadas, sin importarle nadie. Su falda subió un poco. Acercó su rostro al mío y dirigió su boca a mi oreja.

—Hiciste una escena de celos, Alex. —Habló, me estremecí al sentir su aliento caliente golpear mi oreja. — ¿Por que debería obedecer a lo que me dices?

Comenzó a moverse encima de mí, muy despacio para luego atacar con un golpe duro, llevé mis manos a su trasero con la intención de que nadie viera nada, simplemente mis manos moviéndose.

—Nena, soy tu esposo. —Sus caderas siguieron moviéndose.

—Hasta ahora tengo entendido que a un esposo lo mimas, lo cuidas; claro, si él se lo merece. —Mientras hablaba seguía meneándose y yo empezaba a odiar la música.

—Nena, te lo ruego, no me hagas esto. —Suplique y apreté su trasero.

Mala idea.

— ¿Por qué?—Hizo fricción con mi ya bastante grande erección. —Sólo estoy bailando con mi esposo, no estoy haciendo nada malo.

—Por favor, nena. —Supliqué de nuevo, mis súplicas aún no llegaban a su corazón.

— ¿Dejarás de ser celoso?

Ni de coña, ella es mía y pelearé por ella cuanto quiera.

Gruñí.

—No me lo pidas porque no lo haré. —Mi voz salió ronca. —Eso no está en discusión.

—Pues que deje de bailar tampoco.

Bien, Alexsey, es hora de que te pongas los pantalones.

¡Que comience a arder el infierno!

Me levanté con ella en brazos, quedando en la posición de ella subida como un bebe cuando abraza a su padre.

—Alex, bájame. —Advirtió seriamente. Seguí caminando sin escuchar sus súplicas como ella había hecho conmigo. — ¡Que me bajes, maldición!

Azoté su trasero bajo la atenta mirada de algunas personas en la discoteca.

—Cuide la boca, Sra. Vólkov. —Le prendí y salí del local.

—Ni un cuerno, ni nada. —Refunfuñó infantilmente.

Comencé a caminar hacia mi auto, Zoe seguía moviéndose para poder soltarse, pero no lo conseguía.

Abrí la puerta del auto como pude, ya que Zoe no me daba tregua; al final, como pude entramos al auto en el asiento trasero y la dejé sentada encima de mí.

— ¿Sabes, lo que te va a costar no haberme obedecido?—Subí la mano por sus piernas hasta llegar al borde de la ropa interior.

Ella negó y yo le respondí rompiendo su ropa interior, a lo que ella soltó un gemido y me miró a los ojos. Bajé la bragueta, mi pantalón y bóxer como pude, y alcé su falda.

— ¿Qué esperas? —Pregunté besando su cuello. —Móntame, cabálgame como solo tú sabes hacerlo. —Murmuré dejando besos en su cuello.

— ¿Éste será mi castigo?—Habló con voz ronca—¿Éste?

—Sí, has dicho que no me merezco que me mimes. —Ayudé a levantarse y a bajar suave en mi erección. Gemí alto.

—Sí, eres bastante celoso. —Habló con voz entrecortada, escondió su rostro en mi cuello, para luego empezar a gemir.

—No lo entiendes. —Gruñí y busqué sus labios, antes de empezar a moverlos con los míos, su lengua no perdió el tiempo. —No puedo dejar que nadie te vea. —La acompañe con mis embestidas. —Que te hablen o que te miren. Eres. Mía.

—Tan inseguro eres. —Bajó de golpe y jadeé.

—Sabes que no, pero contigo todo cambia. —Mordí su cuello —Tu has creado a este monstruo.

La besé antes de que digiera algo y seguí acompañándola en las embestidas, haciéndolas profundas y certeras, llevándonos al cielo.

— ¡Alexsey! —El simple hecho de que gritara mi nombre mientras se corría, hizo que también lo hiciera.

Unos minutos después, los dos nos encontramos normalizando nuestras respiraciones. Acaricié su espalda mientras su cabeza reposaba en mi pecho. Aparté los cabellos de su frente sudada.

—Alex. —Me llamó.

— ¿Ajá?

—Me encanta que me celes. —Una sonrisa se dibujo en mis labios y ella apartó su cabeza de mi pecho.

—Te amo, nena. —Besé sus labios.

—Te amo, Alexsey.

Mr. VólkovDonde viven las historias. Descúbrelo ahora