S e i s

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—Alex, aun no entiendo que hacemos en Inglaterra; digo, es mi ciudad favorita después de Dubái claro está.

Volvió a decir lo mismo como por tercera vez desde que llegamos, y eso sólo hace 10 minutos.

—Ya te dije que es una sorpresa. —Suspiré pesadamente y ella golpeó mi hombro haciéndome reír.

—Eres un inútil. —Dijo dándose la vuelta.

La tomé del brazo fuertemente, pero sin hacerle daño, atrayéndola a mí, ella chocó con mi pecho.

Como todo lo de Zoe, siempre dando batalla antes de rendirse, lo que hizo que soltara una carcajada y algunas personas del aeropuerto prestaron su atención en nosotros.

—Eres una debilucha. —Dejé un beso en su cabello.

—Vamos a ver si dices eso cuando esté encima de ti.

Sí, ah dado en un punto clave.

—Nena, sabes que eres la más fuerte de todas. —Dije en forma burlona.

—Búrlate Alex, que ya veremos.

Iba a responder pero, ahí mismo llegó el chófer, indicándonos que ya estaba lista la camioneta. Tomé el equipaje de Zoe y el chófer hizo lo mismo con el mío. Agarré la mano de mi esposa y nos dirigimos hacia la camioneta.

— ¿Me vas a decir que hacemos aquí? —Volvió a preguntar.

— ¿Me vas a golpear? —Pregunte mirándola con una ceja alzada. Ella sonrió para luego quitarla de golpe.

—Si me dices, no. —Dejé el equipaje detrás de la camioneta mientras ella subía.

—Bueno, te diré. —Dije entrando a la camioneta.

— ¿Qué diablos esperas?—Susurró mirándome a los ojos.

— ¿Segura?

— ¿Sabes qué? si no me quieres decir, no me digas. —Dijo encogiéndose de hombros y mirando al otro lado por la ventana.

Un acto bastante infantil. —Pensé.

La tomé del brazo, e hice que se sentara en mi regazo. Ella a un seguía sin mirarme. Me acerqué hasta su mejilla donde dejé un sonoro beso, seguido de otros más, hasta llegar a su cuello donde pasé mi lengua. Sentí un gusto cuando su cuerpo se estremeció al tan inesperado toque.

— ¿Estás enojada?—Ella volteó su cara para mirarme.

— ¿Tú que crees?—Me dedicó una sonrisa cínica. —Básicamente nos estas secuestrando, a mí y a mi hijo.

Lleve mi vista hacia su vientre y lo acaricie con mis manos.

—También es mi hijo. —Dije sonriendo.

Ella volvió a mirarme girando su cabeza como si fuera la hija del exorcista y en su rostro una sonrisa bastante malvada.

Bien, esto no va hacer nada bueno.

— ¿Qué sabes si es del vecino? —Soltó y me brindo un guiño.

Lo sabía, nada bueno podría salir cuando se pone así.

—Cuando lleguemos a casa, te enseñaré por que no es del vecino. —Susurré en su oreja para luego alejarme lentamente. — ¿Aún quieres saber por qué estamos aquí?—Ella asintió mientras tragaba duro. —Zoe...Nos mudamos a Inglaterra.

Mr. VólkovDonde viven las historias. Descúbrelo ahora