S i e t e

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Entré en su habitación y puse seguro a la puerta cuando la cerré detrás de mí, mi corazón seguía latiendo con furia, estoy asustada, tengo miedo y es increíble lo que diré, tengo miedo de mi prometido.

Unos golpes en la puerta me hicieron reaccionar, caminé hasta el armario, y gracias a Dios encontré ropa mía, así que sin pensarlo mucho me la puse. Cuando la ropa rozó con mi piel fue, y es un calvario, pero todo sea por salir de aquí.

-Zoe, mi amor, por favor, ábreme la puerta. -Suplicó, pero esas suplicas ya no me sirven.

Busqué con las vista mis llaves y gracias a Dios las encontré. Tomé mi teléfono, abrí la puerta y su expresión es de asustado, no le dí tiempo y salí corriendo de ahí, escuché sus gritos de fondo pero no podía, no podía verle. No por ahora.

Entré a mi auto y un grito salió al sentarme, el cuerpo me dolía, pero no dejaría de escapar hasta llegar a mi departamento.

Aceleré el auto y dí la vuelta para verlo parado delante de mí, toqué la bocina para que se quitara, pero no hizo caso. Aceleré y salí de ahí. Ahora tengo más de lo que yo hubiese deseado.

Un corazón roto.

Un sentimiento de decepción.

Y más que todo, el dolor de que no lo volvería a ver.


Me detuve en un cajero automático y tiré un balance de mis tarjetas. Alexsey se las ingenió para que no volviera a trabajar y él poder mantenerme, con la excusa de que pronto sería su esposa y así pudiera acostumbrarme.

Miré el balance que el cajero me dio, tengo para poder sobrevivir como una reina por un año. A los siete meses buscaré un trabajo, pero mientras tanto descansaría, estoy segura que lo necesito.

Paré en una heladería y compré el tarro de helado de chocolate más grande que tiene la heladería para luego ir a mi departamento.

Entré en él y de repente su perfume me invadió las fosas nasales, lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas. Cerré la puerta detrás de mí, dejando las llaves y el teléfono encima de la mesa.

Empecé a llorar con un dolor en el pecho indescriptible, nunca pensé que él me haría tal daño, no pensé que se olvidaría un momento de quién soy y hiciera conmigo lo que le diera la gana.

Dejé el helado en la nevera mientras preparaba una tina de agua templada, me despojé de la ropa y me miré en el espejo, las marcas del cinturón empezaron a notarse en mi piel ││La cual estaba enrojecida y en algunos lados hinchadas.││

Entré en el agua y emití un quejido cuando hizo contacto con mi piel. Es como si me ardiera, como si me quemara.

Entre de un sopetón para dejar el dolor detrás y enfocarme en sanar cada herida, especialmente las de mi corazón, mi corazón herido y roto.

Treinta o quizá cuarenta minutos bajo el agua, llorando y recordando, pero principalmente lamentándome, si no hubiera jodido tanto con que fuera la última no hubiésemos salido perjudicados de todo esto.

Salí del agua cuando estaba arrugada como una pasa, tomé crema para untarla en mi cuerpo, ya no dolía tanto, pero aún puedo sentir el ardor en mi piel.

Me puse un short corto y un top, dejando mi piel al aire. El timbre empezó a sonar, pero no hice caso, ya sabía quién era.

Abrí la nevera y tomé el helado; a ver si con esto subo el ánimo, ya que cuando como chocolate, aunque no quiera tengo que ponerme feliz; es como cuando un drogadicto prueba la cocaína o cualquier tipo de droga, aunque no quiera tiene que relajarse y sentirse feliz. Sí, lo sé, un poco retorcido.

El timbre seguía sonando, me senté en mi sofá mientras disgustaba mi hermoso helado.

-Zoe.

Me estremecí fuerte cuando escuché su voz llamándome, no quería verlo, me niego a verlo, pero una idea cruzó por mi mente. Dejé el helado encima de la mesa y caminé hasta la puerta para verlo ahí parado, estaba vestido con un Jean ajustado y una camiseta negra, sus ojos escanearon mi cuerpo y pude ver como su rostro se descompuso.

- ¿Qué quieres?

-Zoe, por favor nena, déjame pedirte perdón. -Intentó acercarse pero retrocedí.

-No me toques. -Levanté mi mano en forma de que pare. -Por favor no te acerques, te lo ruego. -Sentí una lagrima deslizarse por mi mejilla y la limpié rápidamente. - ¡¿Qué es lo que quieres?!

-Nena, por favor. -Dio un paso hacia adelante para luego retroceder. -Dime, ¿qué tengo que hacer para que me perdones?

-No hay nada que hacer. -Entré en mi apartamento. -Hasta luego, Alexsey. -Cerré la puerta para luego deslizarme por ella.

No escuché pasos, o sea que él seguía ahí. Lágrimas de impotencia y dolor seguían cayendo de mis ojos.

-Te amo Zoe, esto no se acaba. -Escuché que dijo, antes de escuchar pasos en el pasillo. Sequé mis lágrimas.

-Yo también te amo.

Mr. VólkovDonde viven las historias. Descúbrelo ahora