Capitulo 23

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Noa

Llevaba una semana sin ver a Antoine y estaba muy nerviosa. El plan que su maravillosa mente había tejido era arriesgado tanto para mí como para él. 

Mario tenía mi teléfono y sólo me lo dejaba cuando tenía mensajes del equipo, también se pasaba el día en el coche delante de mi apartamento y no me dejaba ni ir a comprar sola.

El martes llegó y, a las seis y media, llegué al pabellón. Antoine estaba ya en la grada. Pasé por delante sin prestar atención dirigiéndome al pasillo de vestuarios y esperé a que Mario se fuera. Cuando lo hizo, subí a ver a Antoine.

—Te eché de menos—me besó dulcemente—. He hablado con él, va a venir a ayudarnos. Déjame tu teléfono.

Se lo di. Mario me lo dejaba para los entrenamientos por cuestiones "razonables". Antoine metió el microchip entre la batería y la carcasa. Mis manos temblaban cuando lo recogí.

Me abrazó de nuevo y bajé al vestuario. Las ganas de vomitar por los nervios comenzaron a subir por mi garganta.

Durante el entrenamiento estuve distraída, desviando la mirada hacia la grada, donde el francés estaba sentado con el teléfono.

Cuando el entrenamiento acabó tardé en estirar y mucho más en la ducha para salir la última, como Antoine me había indicado. Salí del vestuario con el teléfono en la mano, dejando en visto todos los mensajes de Cris y Luna preguntándome donde estaba. Me iban a matar.

Al llegar a la puerta vi el coche de Mario pero lo ignoré, tenía que ir con Antoine.

Subí las escaleras de la grada y me senté junto a él. Estaba temblando.
Antoine cogió mi mano y me abrazó. Cuando escuchamos los pasos de Mario subiendo las escaleras comenzó a besarme.

—¿Qué estás haciendo? Vámonos.

Me agarró el brazo y me resistí, como Antoine me había dicho. Él presionó mi brazo con más fuerza hasta que casi grito y alerto al conserje.

–¿No ves que quiere estar conmigo?

–No te metas francés de mierda, que fuiste tú quien la dejó tirada en la cafetería.

–Pero no quien intentó abusar de ella.

Tiró de mi y, esta vez, si me deje. Tenía que darle tiempo para que me localizara.

Mario tiró de mi y Antoine vino detrás.

–No te la vas a llevar.

Mario me soltó unos segundos, el tiempo necesario para que él amenazara a Antoine con la navaja y yo escapara a un vestuario.

Escuché un grito de Antoine diciéndome que corriera y luego silencio, comencé a asustarme. ¿Y si no funcionaba?

Me metí en un vestuario y puse el pestillo mientras movía un banco hacia la puerta para que no se abriera.

Escuché los pasos de Mario en el pasillo.

–¿Dónde estás Noa? ¿Quieres correr la misma suerte que el francés y acabar herida... O muerta?

Ahogué un grito. ¿Qué le había hecho a Antoine?

Comenzó a abrir puertas, no tardaría en descubrir la mía. Y, después de que abriera la del vestuario contiguo, silencio.

Un silencio que me puso la piel de gallina, no escuchaba nada. Temí por la vida de Antoine pero lo oí maldecir en francés mientras hablaba con alguien. La ayuda había llegado.

Un portazo a mis espaldas me hizo girarme. El vestuario tenía puerta trasera, y yo no me había dado cuenta.

Retrocedi al ver a Mario y, con la mano tras la espalda, quité el pestillo y aparté el banco con el pie.

Por Verte Sonreír #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora