Despertó, sin darse cuenta, al lado de los brazos de Alexei. La ambulancia les estaba recogiendo, y la suave voz del viento les mecía. No había preocupación, nadie debía temer nada. Alexei y ella estaban bien. Todos estaban a salvo.
Sin embargo, Lluvia caía constantemente en el mismo sueño. En la misma pesadilla. En el mismo eterno compás de las voces mudas que le recordaban que jamás podría ser feliz si todavía quedaba tanto dolor acumulado en su pecho.