Lluvia despertó entre las gotas de la tormenta y sus ojos resecos de tanto llorar. Alexei estaba delante de ella, con un pañuelo secándose los ojos. Se miraron. Se miraron tanto que se quedaron ciegos. Se hablaron, tanto hasta quedar mudos. Y sus palabras resonaron tan fuertes que nadie podía detenerlas. Ni siquiera los ecos de las voces mudas que un día la hubieron atormentado.
Ni siquiera ellos ya podían hacer nada.
Ahora Lluvia ya era una nueva persona.
Lluvia era Lluvia.