Pronto dejaron el vals
para abrazarse de nuevo.
No se quemaban, porque ambos eran fuego.
No se helaban, porque ambos eran hielo.
Y así como el astro y el satélite se amaban,
así lo hacían la niña y el niño del arcoíris.
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Pronto dejaron el vals
para abrazarse de nuevo.
No se quemaban, porque ambos eran fuego.
No se helaban, porque ambos eran hielo.
Y así como el astro y el satélite se amaban,
así lo hacían la niña y el niño del arcoíris.