La sangre bullía por la boca de Lluvia. Alexei llamó corriendo a los médicos para que la atendieran. Tal vez sí que padecía de algo más que de sus propios sentimientos. Tal vez no era solo la sensación de haber estado perdiendo todo cuanto se acercaba a su lado. Llamó y llamó, pero nadie vino. Y pensó en lo mucho que iba a perder entonces. Y lloró, al lado de su mejilla, por si podía ayudarla algo de su lluvia.
Al fin y al cabo, cualquier lágrima era sanadora.