15 "No jugaré con él"

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Esa noche bajé a la pequeña fiesta de la señora Fernandez, y todo el living y el patio se hallaban transformados. Había grandes canteros de flores por todas partes, pequeños farolitos en los árboles y hasta antorchas encendidas alrededor de la pileta. Camareros vestidos de etiqueta, que parecían más distinguidos que algunos invitados, iban de acá para allá llevando bandejas con bocaditos exóticos y humeantes.

— ¿Viste quién está acá?— Me susurró mi madre.

La habitación se encontraba llenas de personas que hasta entonces yo sólo había visto por televisión.

— Parece que el mundo entero del tenis está acá— Musité aterrorizada.

Era como entrar a un baile escolar donde no se conoce a nadie, aunque infinitamente peor. Cuando tuve la oportunidad y las conversaciones no giraban en torno a mí huí de allí.

Observé que Guillermo salía al patio y se dirigía a mi madre mirando alrededor con expresión preocupada. Contuve el impulso de reírme. Entonces un grupo se interpuso entre ellos y yo, bloqueándome la visión. No eran viejos caballeros. Reconocía a algunos de los más famosos profesionales australiano. En la vida real parecían más tostados y más lindos que por la televisión.

Junto a ellos, había un chico cuyo rostro me resultaba vagamente familiar; ojos claros, casi de color miel, de mirada intensa, pestañas demasiado largas para un hombre y una cabellera casi dorada, pero castaña en fin. Primero no pude recordar dónde lo había visto antes, entonces me volvió la espalda y recordé quien era. Hacía sólo un par de horas que lo había visto; cuando me dijo que la vez siguiente me apartara de su camino.

¡Ignacio Nayar! Lo miré con interés. Estaba contando alguna historia graciosa y noté que su voz profunda tenía ese extraño tono hacia arriba, al final de las oraciones, típico de los australianos. Ahora que hablaba y se reía, su rostro parecía muy diferente; vivaz, animado e increíblemente apuesto. De pronto, me encontré preguntándome cuántos años tendría.

Basta, me dije con severidad. Es el último chico del mundo en el que deberías interesarte. Está muy claro que él sólo está interesado en sí mismo.

Volví a recostarme en el sillón en el que me encontraba y de pronto me puse dura: ¡Estaban mencionando mi nombre.

— Ya sabes— Decía uno de los chicos— La que estaba en todos los diarios hoy...

— Le dicen "La Princesa de Nieve"— Intercedió otra voz— ¿Leíste lo que dijo sobre vos, Nacho? Que piensa que jugarías mejor si aprendieras a controlar tus emociones.

Sentí cómo se encendía mi rostro, aunque nadie podía verme.

— En la vida he conocido a Micaela Viciconte— Contestó Ignacio— ¿Cómo puede saber ella lo que yo debo o no hacer?

— Esa tarde estaba jugando en la cancha al lado de la tuya— Dijo el chico que había hablado primero— ¿No la conociste ahí?

Nayar echó la cabeza hacia atrás y se rió con ganas.

— ¿Esa rubia flaquita es la nueva esperanza americana para ganar en Wimbledon?— Dijo con un rugido— No me hagan reír. Apenas si podía pegarle a la pelota. Parecía estar jugando tenis de señoras a la hora del té— Sacudió la cabeza— Si ella es lo mejor que tienen, creo que nosotros estamos muy bien, después de todo.

Sentí que la ira comenzaba a hervir dentro de mí. Me moría por saltar de mi escondite y decirle a ese idiota que por lo menos los americanos teníamos buenos modales y no andábamos por ahí actuando como si nos creyéramos un regalo de Dios al tenis mundial. Pero sabía que no me atrevería a hacer semejante escena.

Les demostraré, pensé con rabia. Esperen a verme jugar con todo. Ya van a ver la sorpresa que se van a llevar.

Si Tito hubiera podido oírme, habría corrido a abrazar a Ignacio. Él había logrado aquello que los infinitos sermones de mi entrenador tratando de darme valor, nunca había conseguido: me había enojado de tal manera que quería luchar para salvar mi honor.

En ese momento, Laura asomó la cabeza entre los arbustos y me descubrió sentada en el sillón.

— ¿Qué haces acá?— Me preguntó con una sonrisa— ¿Ocultándote de tus admiradores?

 Me paré.

— Tenía ganas de estar sola por un rato. Ya sabes, para juntar coraje.

Asintió comprensiva.

— Se como te sentís. Algunos de los amigos de mi madre son un poco abrumadores, ¿No? Yo misma suelo sentarme acá a veces.

— Me siento tan cohibida cuando estoy con gente que no conozco— Le confié— Nunca se me ocurre nada para decir.

Laura pareció sorprendida.

— Yo no creí que algo así le sucediera a la gente famoso. Creí que sólo los desconocidos como yo éramos tan duros para soltar una palabra en público.

— Esa es una parte del problema—Le expliqué— Por acá todos parecen pensar que soy una especie de figura importante del tenis. Esperan encontrarse con una celebridad, pero en realidad no soy nadie en especial. Este año logré un título juvenil, eso es todo. Todavía no he jugado contra ninguno de los grandes, y con mi suerte, lo más probable es que haga un desastre en la primera vuelta y caiga en desgracia.

— Tu entrenador y tu representante no piensan así. Estuvieron hablando con nosotras antes de que bajaras, Piensan que podrías llegar a ser una gran estrella, si te tuvieras más confianza.

— Guillermo es un hombre de relaciones públicas. Tiene la capacidad de decir lo que la gente quiere oír y tu madre quería oír que estaba apoyando a una futura campeona.

— Yo creo que Fierita tiene razón— Dijo con firmeza.

— ¿Razón en qué?— Preguntó el aludido. Estaba tan cerca detrpas de mí que el sonido me hizo saltar.

— Le estaba diciendo a Mica que debía tener más confianza en su juego.

— Eso es lo que siempre digo yo— Afirmó.

— No, no lo haces— Le respondí con calma— Siempre me dices que me estoy volviendo muy arrogante y que creo saberlo todo y no me doy cuenta de lo mucho que tengo que aprender todavía.

— Correcto— Dijo sonriendo a Laura— Eso es lo que le digo cuando no le estoy pidiendo que debe tener más confianza en sí misma.

Hubo un intercambio de miradas divertidas entre ella y yo.

— Y ahora jovencita, tengo una sorpresa para vos— Dijo poniéndome una mano en el hombro con firmeza— Quiero que conozcas a alguien.

Me condujo a través de la multitud hacia donde mamá y la señora Fernandez se encontraban todavía conversando con otros caballeros.

— Acá está— Dijo con cierto dramatismo.

— Muy bien ¿Cuál era la noticia que quería darnos?— Preguntó la dueña de la casa— Nos estamos muriendo de curiosidad.

— La noticia — Dijo Fierita— Es que hemos arreglado que Mica además de los singles, juegue también dobles mixtos.

— ¡Pero si no tengo pareja...!— Comencé a decir.

— Te conseguimos una pareja— Interrumpió— Es un excelente jugador joven y su entrenador piensa que será ventajoso para ambos. Espera un minuto que voy a buscarlo.

Horrorizada, vi que Guillermo iba en línea recta hacia donde se hallaba Ignacio Nayar.

— Mica— Me dijo cuando volvió— Quiero que conozcas a tu compañero de dobles nuevo.

Creo que dije.

— No jugaré con él.

Justo en el mismo momento que el dijo.

— No jugaré con ella. 

Dobles MixtosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora