31 "Café"

361 45 20
                                    

Cuatro horas más tarde, rasguñados, sedientos y cubiertos de un fino polvo amarillo, llegamos tambaleantes al camino de tierra.

— ¡Lo logramos!— Dijo él con un alarido y saltando de arriba abajo como un maniático.

La tierra que se había acumulado en su ropa formó nubes a su alrededor.

— Dijiste que sería cosa de un par de horas y así fue— Le dije agitando los brazos para apartar el polvo—. Y, por favor ¿te dejarías de saltar de esa manera? Ya parezco una salvaje y creo que nunca podré sacarme todas estas cosas del pelo.

Nacho se calmó.

— No te lo dije antes— Comenzó a decir—, porque no quería asustarte. Pero no estaba para nada seguro de que encontraríamos el camino de regreso. El camino se extiende a lo largo de todo el valle y podríamos haber estado dando vueltas allí dentro durante días— Suspiró— Pero lo logramos. Pronto estaremos de vuelta en la civilización y podremos comer todo lo que queramos.

— ¿Como sabemos hacia dónde tenemos que ir para encontrar el auto?— Le pregunté mirando nerviosa hace uno y otro lado.

El camino se desvanecía en ambas direcciones entre arbustos de un verde grisáceo.

— Hasta un tonto como yo puede responder eso— Me aseguró él— Mira, éstas son las huellas que las gomas del auto dejaron ayer. Son las únicas huellas frescas, así que el auto debe estar para ese lado.

— Sos un genio— Bromeé— ¿Hay algo que no puedas hacer?

— A veces me pregunto si llegaré a Wimbledon— Me dijo en broma mientras caminábamos siguiendo las huellas— Pero de algún modo, ya no me parece tan importante.

Casi me dio tristeza cuando al dar la vuelta un recodo nos topamos con el Alfa Romeo.

— Ahora que hallamos el coche ya no estoy seguro de querer regresar— Me dijo pensativo— ¿Por qué no nos subimos y empezamos a andar y no le contamos a nadie adónde nos fuimos? Podríamos recorrer toda Austalia...

— Sólo hay un pequeño problema con eso— Le dije—. No tenemos ropa para cambiarnos y ,mis shorts no podrían estar más sucios. Nos llevarían presos por vagabundos.

— Está bien, pero hagámoslo algún día. Entre torneos. ¿Te quedarás acá todo el verano, no es cierto?

— Si.

Un nuevo pensamiento acudió mi mente: Nos tendríamos que separar algún día. Me parecía imposible que la semana anterior, a esta misma hora, ni siquiera lo conocía o que hacía dos días nos habíamos estado peleando porque alguno le había errado al último tiro. Ahora me parecía que lo conocía desde siempre y no quería separarme de él nunca más.

— ¡Que bueno!—  Me dijo quitándome un mechón de pelo que se me había caído a la cara— Quiero que te quedes conmigo todo el tiempo posible.

— Yo también.

— Genial— Dijo, contento como un chico al que acabaran de darle un regalo— Pasaremos un verano maravilloso. Iremos a Queensland para los Campeonatos Estatales, allí podremos pasear por la playa Paraíso. Luego bajaremos a Melbourne para el Abierto de Australia. Y en medio de eso, nos escaparemos de nuestros padres, entrenadores y periodistas. Y nos iremos a algún lado, los dos, solos.

— Me parece excelente— Le dije.

El primer signo de civilización con el que nos cruzamos camino a casa, fue una casita vieja y destartalada. En su exterior había pintado un cartel que decía: "Café de la Cacatúa Azul".

— ¿Podemos detenernos para ver si tienen teléfono?— Pregunté— Creo que a esta altura, mi madre debe tener a todo el cuerpo policial buscándonos.

— Seremos afortunados si tienen electricidad. Pero hagamos el intento. Quizás podamos conseguir algo para comer. No sé cómo te sientas vos, pero yo tengo la sensación de que si no como algo pronto, me desmayaré.

Sabía como se sentía. Se estaba haciendo tarde y yo tenía tanta hambre que sentía náuseas. Cuando me bajé del auto, me di cuenta de que me dolía todo el cuerpo. Pero peor fue cuando me miré en la ventana y vi mi aspecto.

— Espero que nos sirvan— Dije— Tenemos un aspecto deplorale.

— Halas por vos misma—  Dijo Nacho con tono altanero —. Yo creo que estoy más que bien. Tengo el aspecto rudo de un hombre de campo, además...

Dejó de hablar porque me tomé de su brazo. Había vuelto a ver mi imagen, pero esta vez no estaba reflejada en un espejo. Era mi propia foto mirándome desde el estante de un puesto de diarios.

El titular decía: "han desaparecido dos estrellas del tenis".

Luego debajo nuestras fotografías.

   "Las jóvenes esperanzas del tenis, Micaela Viciconte de Argentina e Ignacio Nayar de Nueva Gales han desaparecido. Su ausencia fue denunciada anoche por sus padres. Ninguno de los dos ha sido visto desde que terminaron de practicar ayer al mediodía. La policía no ha encontrado hasta el momento ningún rastro de la pareja. El intendente no ha descartado la posibilidad de algún hecho de violencia".

— ¿Que te parece?— Dijo él con deleite—. ¡Creen que nos han secuestrado!

— Tengo que llamar a mi mamá ahora mismo dije con mucha ansiedad.— Debe estar volviéndose loca.

— El teléfono no es público— Nos dijo la señora que se hallaba en el café al oírnos. Entonces hizo una pausa y me miró. Creo que estaba dispuesta a decirme que me fuera de allí, cuando su expresión cambió— ¿No sos la chica que estan buscando?— Me preguntó conmocionada— ¿La estrella de tenis?

Después de eso no supo que hacer con nosotros. Cuando se enteró que hacía un día que no comíamos, me dio permiso para usar su teléfono y se puso a prepararnos un enorme desayuno. La seguí hasta una anticuada habitación trasera atiborrada de muebles y me puse a marcar los números de teléfono que debía ser de la década del veinte. Atendió Camila.




***

Hola aparecí, les cuento que le robé la computadora a mi hermano mientras dormía. Pero alcancé a actualizar esta nomas. Esta semana si me traen la mía actualizo todo.


Dobles MixtosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora