23 "Camino"

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El viento me tiraba el pelo hacia atrás, mientras el auto rugía dirigiéndose a los suburbios. Hacía una media hora que íbamos en el pequeño Alfa Romeo rojo de Nacho. Yo no sabía que tenía un auto tan lino y no pude reprimir una exclamación de admiración cuando lo vi.

— ¿No está mal, no?— Me dijo en un tono de lo más casual.

— ¿Es... es tuyo?— Tartamudeé.

Asintió.

— Regalo de cumpleaños, el año pasado.

— ¿En serio? ¡Tus papás deben ser muy ricos!— Se me escapó antes de poder pensarlo dos veces.

— Mi padre lo es— Dijo él con voz tranquila. No parecía haberse molestado por mi observación tan indiscreta— Mi madre nos abandonó a mi padre y a mí cuando yo era bastante chico.

— Lo siento— Murmuré.

— Está bien. Yo era demasiado chico cuando se fue como para acordarme de ella. Contrataron una niñera para criarme y ella fue muy buena.

— Pero sin madre...— Empecé a decir pensando en mi casa y en lo imposible que nos resultaría a nosotros vivir sin mamá organizando todo.

Me abrió la puerta para subir al coche.

Entonces puso el pie sobre el acelerador y salimos como bala de la playa de estacionamiento, las gomas chirriando sobre el pavimento. Me tomó un largo rato dejar de sentirme aterrorizada por el modo en que conducía.

De a poco, los suburbios se fueron transformando en un árboleada. Me alegraba que la música que Nacho había puesto impidiera la conversación, porque ahora que ya no estábamos en una cancha de tenis, no se me ocurría nada que decir.

— ¿Cuánto falta para llegar al monte?— Me estaba empezando a aburrir.

— Unos cinco minutos.

— Claro, seguro— Le dije riendo— Sólo se ven caballos y campos.

— Espera y verás.

Y cinco minutos más tarde, el auto chirrió y se detuvo para meterse en un camino de tierra.

— Aquí llegamos— Me anunció.

Miré los sembrados de alfalfa que crecían junto al camino y me pregunté si todo el viaje no habría sido más que una gran broma. ¿Y si pensaba contarle después a todo el mundo que me había mostrado el "campo salvaje" en las afueras de Sydney y todos se morían de risa?

— No me parece muy salvaje.

— Mira allá.

Del otro lado del auto, el camino terminaba abruptamente. Ahí abajo, un risco escarpado daba a un enorme valle tan cubierto de árboles que parecía de un azul luminoso.

— ¡Que... qué alto estamos!— Tartamudeé— No tenía idea de que habíamos estado ascendiendo.

Él pareció divertido por mi mirada de sorpresa.

— No, no te das cuenta del ascenso porque es muy gradual, pero éste es el comienzo de los montes Azules. Se extienden a lo largo de cientos de kilómetros. Las montañas son tan intricadas que a los primeros colonizadores les llevó unos cincuenta años encontrar un paso a través de ellas. También se perdieron muchos hombres en el intento—Miró hacia la pendiente—Este camino de tierra nos lleva hacia abajo, justo hasta el valle.

Nos pusimos en parcha otra vez, levantando una nube de polvo detrás de nosotros. El camino estaba lleno de baches y tuve que agarrarme del tablero con las manos para no salir disparada del auto. De pronto, el camino se terminaba y sólo había una caída terrorífica a la nada. No pude evitar un grito y me agarré a Nacho.

— ¡Cuidado!— Le grité— Nos caemos al precipicio.

— Cálmate Micaela — Me dijo haciendo girar el coche hacia la izquierda— Sé lo que hago.

Entonces llegamos a una curva y vi que el camino bajaba en zig zag, bordeando el risco.

— Casi me muero del susto.

Los dedos se me habían puesto blancos de lo fuerte que se habían aferrado al tablero. Nayar no aminoró demasiado la marcha, así que cerré los ojos. Le pedí una silenciosa ayuda al cielo.

— Se supone que los jugadores de tenis no deben asustarse ante pequeñas cosas como la alura— Dijo mofándose de mí— En especial voz. ¿Cómo es que te llaman? ¿'La princesa de Nieve' no?— Asentí— Sabía que era algo frío. Así que nunca demuestras lo que sientes, ¿Eh?

— ¿Acaso la prensa se caracteriza por ser fiel a la verdad cuando habla sobre vos?—  Le pregunté— ¿Es verdad que eres tan niño mimado como se dice?

— A veces— Me respondió con una sonrisa— A que vos no siempre sos tan fría ¿No?

— No por dentro. Sencillamente lo que ocurre es que me resulta muy difícil exteriorizar mis sentimientos.

— Conmigo no te fue difícil. Me gritaste desde el primer día.

— Ya se, y no se porque lo hice. Nunca antes había hecho una cosa así, pero me enfureciste.

El miraba derecho hacia delante al tomar la siguiente curva cerrada.

— Entonces creo que tendré que seguir fastidiándote. No sabes cuánto mejora tu tenis cuando te enojas.

— Es por la energía que me sobra al no tirarte la raqueta por la cabeza.

— Entonces, dirige tu enojo a las pelotas de tenis y no a mí— Bromeó— No es posible que los dos nos pongamos a tirarnos cosas en la cancha. Se supone que vos tenes que ayudarme a mejorar mi imagen y no a empeorarla.

  — La única persona que puede mejorar tu imagen sos vos mismo— Dije tratando de ser justa— Si siempre sos descortés con la gente ¿Que podes esperar?

— No soy siempre descortés— Contestó acalorado.

Yo solo me reí.



***

Los quería invitar a pasar por mi nueva novela "Tu acosadora" que tiene de protagonista a Ramiro Nayar  

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