Observar como practicaba el resto de los jugadores durante la semana debió haberme tranquilizado. Todos parecían relajados. La mayoría de ellos hablaba más de las fiestas a las que había asistido o a las que iría, que del torneo. Una vez más, me pregunté si este tipo de vida era para mí. ¿Acaso las fiestas no me resultaban más atemorizantes que el hecho mismo de jugar?
Si por lo menos alguien hubiera comprendido como me sentía. Pero no había nadie. Cuando trataba de hablar con mamá, era como querer comunicarse con un ser de otro planeta. Lo único que hacía ella era repetirme todo el tiempo lo orgullosa y feliz que debía sentirme, por haber alcanzado por fin el nivel para el que tanto había luchado.
Y, por supuesto, tenía razón. Me sentía orgullosa y feliz de ver mi nombre en los diarios y estaba fascinada de que me hubiesen colocada entre las primeras cien posiciones del mundo. Pero al mismo tiempo estaba asustada.
El miércoles, Fierita anunció que el viernes íbamos a jugar juntos en un pequeño partido de exhibición, para una caridad que había organizado la señora Fernandez. No nos preguntó si queríamos hacerlo. Simplemente mencionó que el partido había sido arreglado.
— Les daré la oportunidad de practicar mañana en un partido— Nos dijo.
—Apuesto a que Mica se quebrará ante la presión—Dijo Nacho mirándome.
—Me las arreglaré, si te mantienes en tu lado de la cancha y no me robas todos mis tiros— Le respondí serena—Y me interesará mucho ver si puedes jugar un partido entero sin perder el control.
—Si me dejas moverme por donde quiera en la cancha y no me llamas la atención porque me paso de u lado, no perderé el control, te lo aseguro.
—Chicos, chicos—Exclamó mi representante—¿Que haré con ustedes dos? ¿Por qué no pueden simplemente decir: "Somos compañeros, seamos amigos"?
—Jamas—Dijimos al unísono.
Entonces, ambos comenzamos a reírnos a pesar de nosotros mismos. Guille sacudió la cabeza y se alejó de la cancha pre cediéndonos.
[***]
El viernes fue un día caluroso y húmedo. Cruzamos el puente del puerto en dirección al torneo de caridad.
—Por fin puedo ver algo de la ciudad de Sydney—Comenté mirando hacía abajo desde la altura del puente. Se veía el famoso teatro de óperas, con sus curvas blancas que parecía velas. También los prolijos y enormes rascacielos que daban al puerto. Más allá, los edificios elegantes de departamentos que se arracimaban a lo largo de las múltiples bahías—Ya empezaba a pensar que iba a estar en Australia por dos meses, sin ver más que canchas de tenis.
—¿Quieres decir que todavía no saliste a hacer ninguna visita turística?— Preguntó Nacho.
—Hasta ahora, he visto una casa y cuatro canchas de tenis—Le contesté— No creo que eso sea exactamente una visita turística.
—Deberías ir a algún lado este fin de semana—Sugirió — Si es que Tito y Thiago nos dan un día libre, claro está.
—Tómense mañana a la tarde con mi bendición—Dijo Fierita desde el asiento delantero—Han trabajado duro esta semana y lo merecen.
—Imagínate—Me dijo Nacho mirándome—Una tarde entera para nosotros. Creo que ya me olvidé de qué es lo que se puede hacer con el tiempo libre. ¿Qué harás vos? ¿A la playa?
—Puede ser.
En ese punto de la conversación, Camila hubiera persuadido a Nacho para que la acompañara. Por un omento, me pregunté si su táctica me serviría a mí también.
—Por otra parte—Dije en voz alta—Me gustaría ver un poco de Australia. Me encantaría conocer el campo con todos los canguros saltando por ahí.
Nacho se rió.
—No hay demasiados canguros cerca de Sydney. Salvo en los zoológicos. Pero hay un monte, un lugar grande tipo selva.
—Me encantaría ver eso. Tal vez tome el coche que hemos alquilado y valla hasta ahí—Le dije—Traje el permiso de conducir. Entonces, podría dar una larga caminata y evadirme de todo.
—¿Ya probaste conducir sobre la mano derecha?
—Oh, ése es un punto interesante— Contesté observando el tránsito que nos rodeaba—Además, por acá todo el mundo conduce muy ligero. Creo que salir en auto por mi cuenta no sea tan buena idea, después de todo.
— E ir al monte sola tampoco es muy buena idea— Añadió Nacho— Es demasiado fácil perderse.
—No sebe ser muy peligroso cerca de una gran ciudad como ésta.
Sacudió su cabeza con seriedad.
—Es que todavía no viste el monte. Parece todo igual y la gente se pierde todo el tiempo. Si vas con un guía experimentado, estarás segura. Sino, no.
— ¿Y dónde puede encontrar un guía experimentado—Le pregunté—Realmente, me gustaría ir.
— Pues da la casualidad—Me informó dramatizando—Que te encuentras frente un hombre experimentadísimo hombre del monte.
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Dobles Mixtos
Fiksi PenggemarIgnacio "El niño mimado" Nayar Micaela "La Princesa de Nieve" Viciconte