Tuya - Stydia

5. Campo de lacrosse

Capítulo cinco.

Asentí sintiéndome ausente.

Quería obligarme así también, a ausentar las respiraciones difíciles y el hueco en el vientre. Ser capaz de sentirme indiferente.

¿O era solo yo? ¿O esta electricidad agobiante estaba calando únicamente mis huesos?

— ¿Si? — vacilé tragando grueso.

Pasé saliva por mis labios tratando de encontrar humedad dentro del desierto. Casi me quedo sin aliento y mi boca entera se seca.

— Ayer revisaba mis papeles y me di cuenta de que le entregué el folleto incompleto — habla despacio, sin tapujos y con absoluta claridad — No se apresure, si es un inconveniente para usted puede entregar el trabajo una semana después.

Claro, eso era todo. No pude evitar sentir un toque de decepción.

Pero, ¿una semana? Era mucho tiempo.

Aunque debo admitir que aunque su voz intensa me inquieta, tenia el repentino impulso de seguir escuchándola. Aunque fuera solo para hablar sobre un estupido folleto.

Aclaro la garganta — Si tiene el folleto completo a mano no hace falta que me de más tiempo, profesor.

Me sorprendí a mí misma hablando con esa fluidez, había pensado que mi voz se había quedado atascada en mi garganta.

Él sacó una mano de los bolsillos de sus pantalones y acarició su labio inferior con uno de sus dedos. Mis ojos persiguieron la acción de inmediato y ahí estaba de nuevo mi respiración acelerada.

Me quería reír de mi misma y del efecto que tenía él sobre mi. Me parecía simplemente ridículo.

Me mira directamente

— Claro, está en mi escritorio. Podemos ir por el ahora sí no le molesta.

— No me molesta.

Él asienta hacia mi — Bien, venga conmigo entonces — me dijo girándose sobre sus talones y empezando a caminar hasta el salón de literatura.

Lo seguí, tomándome el tiempo necesario para que mis ojos inquietos viajaran hasta su espalda baja, los pantalones se ajustaban con perfección a su trasero.

Joder. ¿Como se puede ser tan perfecto?

Mi subconsciente me reprime mentalmente, no se desde cuando he tenido estos pensamientos hacia alguien y me siento completamente abrumada. No parecía que mis pensamientos fuesen míos porque no me sentía familiarizada con ellos en absoluto. Parecían desconocidos que llegaron sin permiso en un momento brusco.

Cuando llegó hasta la puerta giró la perilla y se hizo a un lado, sosteniéndola para darme el tiempo suficiente a que yo pasara. Con su aura profesional y adecuado.

Pasé delante de él con la mirada puesta en el frente, intentando sacar un poco de mi valentía para demostrarle que no soy tan vulnerable, aunque lo fuera y que podía resistirme a él, aunque no pudiera.

Él cerró la puerta detrás de nosotros y sentí mi corazón dando un brinco.

Justo cuando me giré para mirarlo me encontré con su rostro a pocos centímetros del mío pero solo durante unos instantes, de inmediato pasó delante de mí para caminar hasta su escritorio y me quedé ahí, mirando a la nada con la boca entreabierta, aún con la clara imagen de su rostro tan cerca del mío.