16. Invitación

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Capitulo dieciséis.

Y cuando lo alcanzo empiezo a luchar contra mi propia ansiedad.— Cuidado

Creo que escucho un suspiro de alivio de su parte, pero lo sumo a mi imaginación nerviosa como siempre. — Gracias, señorita Martin.

Recojo todo y lo guardo en la caja. He estado tratando muy fielmente de no mirarlo, pero sabía que iba a fallar. — No hay problema — me pongo de pie con la caja. — ¿A dónde lleva esto?

— A mi coche, pero no tiene que-

Pero sacudo la cabeza al instante. — Oh, está bien. No me molesta.

Levantó la barbilla y sonrió. La tensión de nuestra conversación anterior comienza a surgir desde la planta de mis pies. Y trato de no mostrarlo demasiado. — Está bien — dijo — El coche está ahí — lo señala y trato de no sonreír cuando lo reconozco de inmediato.

Comenzamos a caminar hacia el estacionamiento y mis piernas temblaban por un calor impulsivo sobre el cual no tenía control. Él intentaba sacar las llaves del bolsillo con una mano. Suspira tratando de abrir el maletero.

Estaba a punto de ofrecerle mi ayuda, pero la abrió con éxito unos segundos más tarde. Coloca las cajas y yo le doy la última. — Muchas gracias, señorita Martin.

— De nada. — dije — ¿Todos esos son suyos? — él tenía que saber que me refería a los libros.

Sacudió la cabeza. — No, son prestados de la biblioteca — dijo mientras los arreglaba correctamente dentro del maletero. No estaban perfectamente cerrados y algunos libros todavía intentaban salir de las cajas.

— Oh

Noté que me mira por el rabillo del ojo y luego mira alrededor del estacionamiento casi vacío. Frunció el ceño fugazmente. — ¿Qué hace aquí todavía? Todos se han ido.

Siento el calor cerca de mis mejillas. — Yo ... es que perdí el último autobús — recé para que no notara lo vergüenza en mi voz.

Alzó las cejas. — ¿El último?

Asentí. — Sí, pero está bien. Hay una parada no muy lejos y un bus pasa en media hora.

Sus ojos color avellana cayeron sobre mí entrecerrados con mucha precisión. Su mandíbula estaba semi rígida entonces. — Media hora es demasiado tiempo — dijo — Yo puedo llevarla a casa.

Esta vez tengo que levantar la cara para mirarlo. El corazón salta nervioso martilleando sobre mi pecho — Oh, no, no. No es necesario. — dije con fingida indiferencia y la voz aplanada.

La mirada que recibo de su parte es ahogativa. Mi corazón se desvanece nerviosamente. — Claro que es necesario.

Empiezo a recordar lo que dijo sobre ser estrictamente formal conmigo. El dolor de cabeza intenta regresar. Y la voz de Allison me está impulsando a nuevas malas ideas.

<< No hay una persona carismática o amable que lo haga sentir cómodo. Quizá él es así porque todos le tienen miedo. No le dimos una buena bienvenida, tienes que admitirlo, todos le odian. >>

— Pero ... — comencé casi arrastrando las palabras, pareciendo lo suficientemente confundida como para que él supiera lo que estaba pensando y sabía que él estaba pensando lo mismo.

— No pasa nada— dijo, esta vez más suave. — No tengo prisa.

Quien no arriesga, no gana.

Suspiro aliviando el aire que estaba sosteniendo y asentí. Quizá Allison tenía razón.

Un momento clave se reveló ante mi presencia cuando él me ofrece llevarme y dejé de lado la cobardía, no era un día para ser cobarde. No es una vida para ser cobarde

Tuya - Stydia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora