18. Teléfono móvil

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Capítulo dieciocho.

Estaba frente a mí y todo estaba oscuro a nuestro alrededor. No era solo una ligera oscuridad, era completamente negro, no había alternativas. Hay polvo en mis pies y agua en los suyos. No sé de dónde vino toda esa oscuridad.

— Si eres tan valiente, vete — dijo

— No sé a dónde ir — me sentí perdida.

— Solo vete — hizo eco

— ¿A donde? — no había nada a nuestro alrededor. ¿A dónde tenía que ir?

— Vete. — repitió.

Me estaba empezando a doler el pecho.

— Ven conmigo. — no pude moverme.

Se calla y sonríe. Una sonrisa cruel y tensa. Y luego vi su corazón. Era azul, envuelto en hielo y congelado. Empiezo a sudar por mi espalda y el polvo está incrustado en mis pies descalzos.

Y finalmente me despierto. Mi visión se ve borrosa por un momento y me lleva un tiempo darme cuenta de que estoy en mi habitación y no en un agujero negro y profundo. Aunque no hubo mucha diferencia.

Tengo un nudo en el estómago cuando trato de reincorporarme. Me falta el aliento y en cambio tengo demasiado ácido.

La mecha se enciende sola. Y siento que nunca se ha apagado.

Me estaba volviendo enferma, casi loca.

Estoy a punto de escapar buscando una respuesta, de salir corriendo. Pero el aire no está de mi lado. Nunca lo ha estado.

Un silbido grita en mi oído.

Ni siquiera puedo pensar con claridad el resto de la noche.

Estaba más que fría. Solo estoy pidiendo un poco de tregua, algo de calma. No pido nada más.

Al día siguiente, me levanté casi a primera hora. Mi madre estaba esperándome abajo con el desayuno, me hizo preguntas sobre qué le parecieron mis borradores al profesor. Le dije que le di uno para llevarse, pero obviamente evité la parte en la que le di mi confesión directa justo en su cara, mi madre sería capaz de cambiarme de instituto si lo supiera o si estuviese enterada de la convicción que tengo de lograr llegar al profesor.

— ¿Crees que le dimos una buena impresión?— ella me había preguntado.

No puedo dejar de pensar en sus ojos puestos sobre mi cuando le había confesado todo. Y me di cuenta de que había sido lo primero y lo ultimo que venía a mi cabeza cada día.

— Estoy segura de que tú si. — fue lo que le dije

Estoy camino a la secundaria y puedo asegurarle a cualquier persona que nunca me he sentido tan ansiosa de llegar, pero a la misma vez tengo una sensación de ahogo en mi garganta que me impide tomar las respiraciones adecuadas. Aún no he logrado sentirme dentro de mi zona de confort cada vez que estoy a punto de llegar a ese edificio.

Es como si justo en el momento en el que me subo al bus, mi estómago se revuelve de arriba a abajo sacudiendo mi interior cada cinco segundos intercalados.

Me despedí de mi madre y salí tan rápido como pude, caminando torpemente temiendo que en cualquier momento pueda tropezar con mis propios pasos y caer en frente de todo el mundo.

Vi a Allison desde lo lejos y prácticamente se me tiró encima. Es como si estuviese esperando por mí ansiosamente para demostrar su emoción acerca de lo que pasó, obviamente ella sabe todo. Y se mostró aún más emocionada que yo por lo que le dije, yo estaba muriéndome de los nervios y vergüenza por dentro, pero ella solo repetía que no podía creer que yo le haya dicho tanto al profesor sobre lo que yo sentía.

Tuya - Stydia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora