Entre gritos, siempre hay un silencio.

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Hoy es el día de mi décimo sexto cumpleaños, desperté molesta, enojada; no sé porque todo el mundo celebra que ahora estas más cerca de la muerte que hace un año, no hay razón aparente para estar tan enojada. Mis padres cantan una canción tradicional que toda familia usa en los cumpleaños, de niña me encantaba pero en este momento juro que la odio con todo mi ser. Tengo un coraje que puedo jurar me quema la piel, tengo ganas acumuladas de gritar. La canción y el pastel han sido la media hora más jodida de mi existencia; en cuanto tuve oportunidad de salir de mi casa, lo hice, corrí a un bosque que esta a unos pocos kilómetros y grité, grito hasta que siento que mi garganta colapsara, grito con amargura, con un odio incomprensible, y después de sacar todo lo que sentía, me quedé en silencio. Me senté en el asfalto húmedo y esperé, con exactitud no sabía que esperaba, no sé si esperaba a alguien o algo pero después de 2 horas exactamente en una soledad que calaba, alguien apareció.

Apareció del cielo, si no estoy loca ni mi vista me engaña, lo hizo. Esta a unos 500 metros pero puedo distinguirlo, es un chico, alto, más que cualquier persona, parece que brilla, como si el sol que apenas alcanza a infiltrarse entre las hojas de los árboles, le hiciera brillar. Sé ha dado cuenta que estoy aquí; me esta mirando, no puedo moverme parece que a creado un campo magnético que me mantiene quieta. Sé esta acercando rápidamente, ahora que esta más cerca puedo distinguir que es completamente blanco, hasta sus pupilas lo son, se detiene justo frente a mi y con un movimiento rápido, me toca y desaparece.

Un dolor infernal se apodera de mi cuerpo, me duele el alma, el dolor físico no es nada comparado con lo que siento, se me nubla la vista y segundos después me desmayo.

Despierto en casa, adolorida, me cuesta moverme, tengo una combinación extraña entre frío y calor, entre miedo y ansiedad, estoy desconcertada, lo único que recuerdo es el bosque y sigo sin entender como he vuelto a casa. Gritos de sufrimiento se ahogan en mi garganta, no quiero que nadie se de cuenta de que algo paso en mi; me levantó de mi cama con un esfuerzo que casi me mata y llegó al baño con intenciones de bañarme para ver si eso ayuda a disminuir mi dolor. Comienzo a quitarme la ropa y duele, justo ahí, entre mis pechos, duele, arde. Y cuando miro mi reflejo en ese espejo, veo quemaduras, son marcas de dedos, el chico que vi en el bosque, me ha dejado marcada y no sólo hablo del pecho, siento que marco más allá de mi físico.

Me ha carcomido el alma, siento que me ha desecho por completo. El dolor que siento en mi pecho es algo que jamás había experimentado; no sé que me hizo ese chico, no sé porque apareció justo cuando yo estaba ahí, porque justo en ese momento y porque yo.

Pase raramente todo el día en casa, no podía moverme, el dolor se apoderó de mi, dormite varias veces pero me era imposible, en los sueños sólo escuchaba gritos de sufrimiento y luego un largos silencio, gritos de nuevo y silencios. Es el peor día que he tenido hasta ahora, mañana tengo que asistir a clases pero no estoy segura si podré hacerlo, me siento fatal.


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El sol pega en mi cara, obligándome a levantarme, el dolor ha disminuido pero aún duele. Se me hará tarde para el colegio así que corro a vestirme y miró de nuevo mi pecho aún con esas marcas que arden, las toco y escuchó un grito, como el que oía en mis sueños; me asusté, tal vez sólo estoy alucinando. Tomo mi almuerzo y salgo de mi casa para ir al colegio, el camino fue muy abrumador, sentía que alguien me seguía, sentía que alguien me observaba aunque la calle estuviera completamente sola.

Llegué a tiempo a mi clase de Historia, me senté hasta al fondo y espere que el profesor comenzara con sus aburridas historias y sus chistes sarcásticos que nadie entendía. Todos estaban ya sentados en su lugar; el día estaba tan nublado que parecía que una tormenta llegaría en cualquier momento. La clase empezó normal, aburrida, todos estaban distraídos haciendo dibujos o tal vez mandando mensajes de texto a escondidas y de repente la luz comenzó a parpadear como si sufriera una falla técnica y de un momento a otro nos quedamos en completa oscuridad, incluso los teléfonos celulares quedaron detenidos y sin señal. El profesor comenzó a decirnos que guardáramos la calma, que todo estaría bien y que tal vez era por la tormenta; y de nuevo lo vi, estaba ahí,ese chico, sabía que era que yo era la única que podía verlo porque se mostraba sin miedo, estuvo parado ahí un par de segundos y desapareció seguido con un grito de dolor como el que hice yo cuando me tocó.

un ángel entre sus pechos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora