Soledad.

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Me costaba despertar, estaba sufriendo en mis sueños, estaba formando parte de una iniciación y para formar parte de esa religión necesitabas sufrir, recibir dolor, tortura y soportarla aunque en lo que único que pensaras era en morir. Nadie hablaba, nuestras conversaciones eran gritos dolorosos con brillo en nuestras marcas, en el ritual de iniciación faltaban sillas por llenar, había 8, esperando ser ocupadas por un simple mortal que sufriría en brazos de un ángel con todas las ganas de ser un demonio.

Desperté bañada en sudor y temblando, sentía el ardor en mi piel de los golpes que había recibido en un sueño, estaba conmocionada por algo que había producido mi mente pero que juro se sentía real y palpable. 

Miré mis marcas y estaban moradas, me daban comezón como si estuvieran cicatrizando, nunca habían sangrado, y en ese momento que las toque una pequeña gota de sangre se quedó en mi dedo, pero era más oscura de lo normal, casi negra, me asusto la idea de que tal vez a la hora de ser tocada mi cuerpo haya sufrido un cambio demasiado profundo.

Me puse a investigar si en algún lugar del mundo alguien más había sido tocado por un ''ángel'', encontré poca información pero había un articulo que me asombro, decía:

''Gente tocada por un ser que aún permanece incógnito'', era eso lo que menos necesitaba que no hubiera aún explicación para mis marcas y para las que posiblemente tiene esa chica en mi clase. Necesitaba respuestas, necesitaba saber que pasaba conmigo y porque desde el día que soñé con mi iniciación necesito demasiado escuchar gritos, como si fuera necesidad de mi alma. Sentía un hambre voraz por escuchar gritos o por causar algún tipo de sufrimiento por más mínimo que fuera, era una parte de mi que iba naciendo lentamente, sabía que el chico que me tocó sabe lo que hace y que sabía también que por mucho que me doliera, descubriría como acabar con esto. Estaba completamente en silencio y escuché el sonido que hacen las alas al volar demasiado rápido; me entró el miedo, tal vez era de nuevo ese chico-demonio, tal vez venía a arruinar mis días, mi tranquilidad. Entonces deje de escucharlo más, de nuevo me quedé en silencio y apareció (¿Cuándo dejará de hacerlo?), no era el mismo chico que me toco en el bosque, su piel no brillaba y no era blanca, un color opaco la cubría y una mirada maldita que me estremecía hasta lo más profundo de mi ser.

No entiendo como cada vez que aparece mi cuerpo se paraliza, soy incapaz de moverme; su mirada me dolía, movía su cabeza de un lado al otro analizándome, me sentía desnuda, como si sus ojos fueran capaz de atravesar hasta mi ropa; estiro sus brazos hacía mi y me acercó a él, con una fuerza que me hacía sentir miniatura, me tenía cerca y su mirada se encontró con la mía y vi el vacío, vi sólo oscuridad en él y casi lo tocó, a un par de milímetros de su piel, me aventó hacía la pared y desapareció. Grité, me había fracturado la muñeca, mi madre llegó a auxiliarme y me llevó de inmediato al hospital, en el auto, miré hacía atrás y ahí estaba en medio de la carretera con una sonrisa de satisfacción en el rostro, un auto estaba justo detrás de él y voló hacía el cielo, mi mano sintió una punzada de dolor; posiblemente eso era lo que me hacía cada vez que desaparecía; grité, mi madre me miró preocupada, mi gritó fue más profundo de lo que debería. 

Llegando al hospital, tomaron una tomografía de mi muñeca; estaba totalmente destruida era necesaria una operación para reconstruirla; tenía miedo pero era la mejor opción, estaba acostada en la camilla; el suero ya corría por mis venas, comenzaba a quedarme dormida por la anestesia, el chico-demonio apareció y me sonrió, esa sonrisa llena de maldad, esa sonrisa sarcástica que me llenaba de temor; dejaba de verse amigable, como la primera vez que lo vi, ahora mostraba su verdadero ser, me sonreía, nunca me decía nada, y eso era lo que más miedo me daba que su silencio imperturbable estuviera lleno de gritos de dolor que sólo él y yo podíamos escuchar. 

Una enfermera lo atravesó y cuando ella se acercó a  mi, la miré y su mirada se veía vacía como la de él y al tocarme escuche su grito de dolor justo en mi oído y me dormí, pero desperté en mi iniciación ahora sólo faltaban 7 sillas por llenar.

un ángel entre sus pechos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora