Desaparecido.

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El tiempo paso lento y supuse que el amanecer estaba cerca, me pase toda la noche pensando, llorando y maldiciéndome, me arden los ojos, supongo que es por el exceso de sueño que habita en mi ser justo ahora, decido quedarme en la cama, no hay nada allá afuera que quiera ver, ni siquiera me siento bien como para salir a afrontar mi jodida realidad.  Puedo quedarme aquí hasta morir y mi cuerpo comience a oler a putrefacción, no quiero volverme de esas chicas ridículas que se acaba su mundo cuando el chico que quieren se va, pero lo malo de esto es que ni siquiera  puedo distinguir en que momento dejo de ser mi mundo y se convirtió en el suyo, no puedo descifrar en que momento deje de ser yo, para convertirme en suya. Tengo mil cosas que decirle, pero como siempre decido ahogarlas con lágrimas, no sé si porque no debo sentirlas o porque no se merece que yo las sienta. Mientras gozo de mi soledad, alguien toca a la puerta, quien se cree lo suficientemente importante como para interrumpir? Entonces me levanto de mi cama tomándome mi tiempo y abro, es el gran señor, con un leve toque de preocupación en la cara y entonces con voz endurecida, dice:

-Se ha largado como el cobarde que es y simplemente dejo esto.-Y extendió su mano y dejo caer un trozo de papel doblado, sobre la mía, el miedo me recorre, tal vez es su carta de suicidio, con las manos temblorosas, desdoblo el papel y veo sólo una oración: ''Encuentrame, Zoé'' . Entonces todos los sentimientos se apoderan de mi, no sé si reír, llorar o simplemente hacer como que no me importa, estoy colapsando lentamente, no sé si deba seguir la indicación y salir al mundo mortal a buscarlo, simplemente por que lo quiero; el gran señor con tono mordaz, continuo:

-Si tardas mucho, lo perderás.-Entonces me saca de mi trance y asiento, simplemente asiento y cierro la puerta en su cara, debe comprender que no tengo palabras para explicar con exactitud lo que siento. Miro a mi alrededor en busca de respuestas, pero sólo encuentro soledad y 4 paredes. Tomo un poco de valor del que me queda y salgo al pasillo, guardándome el papel en la gabardina y caminando apresuradamente, siento que el tiempo se me acaba; subo los escalones y mientras lo hago pienso en una lugar donde pueda estar, en su antiguo hogar, matando gente por ahí, incluso podría estar en alguno de los 9 inframundos. 

El día es demasiado caluroso, totalmente diferente a lo que era ayer, apenas salí afuera sentí el bochorno, mi cuerpo no esta acostumbrado a los cambios tan repentinos de clima, pero prefiero esto, es más fácil ir a buscar a Judá por el mundo con un buen clima. Mi instinto me dice que debo ir al norte y no parar de caminar, espero en el fondo de mi ser que me haya dejado más pistas, como si quisiera jugar conmigo al escondite; detrás de la iglesia, el bosque deja de ser tan espeso y comienza a volverse en un lugar más vacío de lo que creí. 

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Comencé a caminar hacía donde mi instinto decía, en menos de 10 minutos sentí en el aire un aroma de bisquets italianos, fue raro porque las calles comenzaron a parecerse demasiado a los callejones que hay en Italia, entonces decido voltear hacia atrás y el templo ha desaparecido y lo que tengo ante mis ojos es la torre eiffel,¿en que momento he llegado aquí?. Sé que no tengo ningún poder de transportación, ni mucho menos de velocidad sobrehumana para llegar en menos de lo que pienso, sé que es el gran señor que juega conmigo como si fuera un muñeco vudu. Supongo que el gran señor sabe a donde llevarme en el momento exacto, porque ante mis ojos vi pasar a un chico, el olor a sufrimiento pendiente inundo mi nariz y la necesidad de matarlo comenzó a quemar mis entrañas. Decidí seguirlo, mientras más cerca lo tenía las ganas de acabar con su vida aumentaban, tal vez esta es el inicio de mi verdadero trabajo, es hora de aplicar mi don y cumplir mis misiones. Su cuerpo cubierto de tinta lo hacían parecer rudo y amenazador, pero sabía que un corte exacto en la yugular podría tenerlo en segundos a mi disposición, me sorprendió la rapidez con la que mi mente imagino la forma de matarlo. 

Lo seguí sigilosamente, necesitaba llevarlo a un lugar oculto para que su muerte no fuera punto de atención, pasamos por calles que parecían laberintos y justo antes de cruzar una pequeña avenida, al otro lado de la acera, estaba Judá, nuestras miradas se encontraron, unos segundos que parecieron esfumarse como aire y un tumulto de gente se abalanzo a cruzar la calle, obstruyeron la imagen de Judá y en lo que menos creí él ya había desaparecido. Me quedé consternada y abrumada, me quede sin saber a donde se había ido Judá y por consiguiente también había perdido a mi misión. 


un ángel entre sus pechos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora