Dueña del infierno.

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Desperté con un rayo de sol pegándome en la cara, la nieve comenzaba a derretirse lentamente, aún sentía lastima por Judá, su vida ha sido demasiado difícil, y aún así tiene que seguir viviendo como si no hubiera pasado nada.

Desde ahora volver a casa sera lo último que haré, no puedo con el peso en mis hombros, al saber que seré la destrucción total de la familia Xirao. Salí del bosque y volví a la cuidad, fui directo a una tienda enorme de segunda mano, donde estaba segura encontraría lo que buscaba. Cada vez que más avanzó en mi doble vida como ángel y como mundana me doy cuenta sutilmente que mis rasgos humanos van desapareciendo, sigo siendo una chica de 16 años pero la fortaleza que poseo puede ser de una mujer de 20, mis sentimientos ya no son tan débiles y mi fragilidad ante desgracias ha casi desaparecido. Cuando llegué a la tienda, estaba sola, sólo estábamos los empleados y yo; camine entre los pasillos y la encontré, una gabardina como la de Judá y el Gran Señor, era hora de usar algo que me hiciera formar parte de la secta.

Pague 5 euros por ella y ahora lo que necesitaba era volver a casa por cosas que necesitaba para el diario y volver a desaparecer. Caminar por Astorga con la gabardina despertó la curiosidad de todos, como hubiera pasado en cualquier lugar, y de repente mientras estaba totalmente perdida en mi burbuja y en mis pensamientos, mi padre apareció, no sabía con exactitud si el sabía lo del cáncer, pero su mirada me provoca miles de emociones encontradas y sin entender porqué comienza a llorar, era casi un milagro que él mostrará sus sentimientos y aquí a media calle y con personas que nos miran de reojo, está llorando. Corre a abrazarme y moja mi mejilla con sus lágrimas, me estrecha fuertemente con sus brazos y solloza dolorosamente en mi cuello, me duele, tal vez sigo teniendo un gramo de fragilidad humana en el interior de mi ser. El abrazo colapso y mientras se aleja de mi cuerpo me dice:

-Necesito que vuelvas a casa.-Su voz era débil y parecía más una suplica que una orden.

-Eso pensaba hacer, ¿todo bien?.-Pregunté.

-No, tus hermanos...-Sollozo-Tus hermanos morirán.- Escucharlo de su voz, me rompe.

-¡¿Qué?!-Dije, trate de sonar sorprendida.

-Tienen cáncer, etapa 3, es casi imposible que las quimioterapias ayuden-Dijo, entre sollozos. No dije nada, ninguna cosa que dijera sonaría apropiada para el momento. Caminamos a casa y el sentimiento de culpabilidad comenzó a aumentar, si mis hermanos morían en mis manos, yo sería lo único que quede y si nunca vuelvo, dejaré que envejezcan y mueran infelices, ellos no se merecen eso.

Mi mamá me recibió también con lágrimas, me dolía ver su cara tan gastada por la preocupación; mis hermanos débiles, recostados en sus camas apenas y sonrieron cuando llegué; mi fragilidad brota y me hace llorar, ellos no merecen esto, ellos siempre me han dado lo mejor, maldita sea mi miserable vida.

Me quedé en casa hasta que llegó la media noche, volvería al amanecer, necesitaba hablar con Judá, pedirle un último consejo. Salí a la niebla del bosque y camine, sabía que tarde o temprano volvería a la iglesia. No tarde mucho en llegar, al parecer me estaban esperando.

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*Narrado por Judá*

No entiendo como una chica como ella puede demostrar tanta elegancia y fortaleza, es una chica ingenua e incluso podría decirse estúpida, pero cuando se lo propone me hace dudar de si yo soy tan inteligente como pienso. La he estado esperando desde que salí del bosque pero no la culpo, yo tampoco me hubiera seguido después de la confesión que hice, piensa que soy un asesino, y claramente si lo soy.

Ahora que ha llegado necesito aclarar un par de cosas y tal vez volver a seguirla sin que se de cuenta, me necesita más de lo que su orgullo le permite aceptar, y no me molesta ayudarla, odio la idea de que tal vez yo si disfrute de su tonta compañía.

La luz de la luna le sienta bien a su piel, la hace ver terriblemente maldita y seductora, se ha comprado una gabardina, que tonta, aquí las consigue gratis, pero le queda bastante bien, realza sus ojos, nunca me había dado cuenta que los tiene grises, es más bonita de lo que creí, maldita sea.

Con esa gabardina parece salida del infierno como la mismísima dueña de el, eso es terrible, el infierno ahora lo tendremos que compartir.

El gran señor apareció y me dijo:

-Podrías callar tus pensamientos, necesito que hagas tu trabajo, deja de pensar en ella.-Dijo fríamente, olvide que ni siquiera para pensar tengo privacidad.

-Si, lo siento, mi señor- Dije, avergonzado.

-No compartirás el infierno con ella, lamento informarte que ella lo compartirá contigo, porque desde ahora, Judá, ella tiene la llave maldita.

un ángel entre sus pechos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora