El laberinto

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Un niño iba caminando por allí, sin rumbo, cuando topa con la puerta de lo que parecía un jardín, sus muros eran de bloques y tenían gran tamaño, pero de ellos salían algunos arbustos y hojas verdes, con mucha curiosidad el niño abrió la puerta y entro, a los tres pasos que dio, la puerta detrás de él cerro y solo un mensaje era claro, tenía que seguir.

Durante el camino, vio diferentes pasadizos y caminos, sin duda alguna era un laberinto, no muy prometedor y poco seguro, sin embargo aunque quisiera no podía volver. Las paredes estaban llenas de arbustos trepadores y otros estaban dibujados por mensajes poco alentadores, otros sin importancia y dibujos con un gris básico.

Por el camino igual encontró personas acampando, llevaban meses allí encerrados, buscando la salida más que el premio al final, otros solo se habían acostumbrado a estar encerrados así que no tomaban importancia en moverse para algún lado. Le aconsejaban declinar, que parara, que si tenía buena orientación que era mejor regresar o buscar una salida. Entre sus historias decían que después de tiempo la puerta se abría de nuevo, pero nadie aseguraba nada"

Igual se topó con un chico, él le aconsejo regresar, le dijo que el final no era nada en especial, que seguir era una pérdida de tiempo, que él ya había visto la recompensa y que era basura. El niño se lo pensó dos veces, al principio estuvo por volver sus pasos atrás, pero su curiosidad pudo más que eso y siguió con su camino.

Habían pasado días o semanas, el tiempo había pasado en fin, bajo el agua y el calor, con hambre, tras volver y andar por el lugar, el pequeño estaba a nada de cansarse, volver era inútil y seguir se veía poco prometedor, ¿enserio había algo bueno al final?, sus esperanzas se iban agotando, hasta que un letrero le llamo la atención, le decía que ya estaba en el final, que siguiera la señal más importante.

Él por desesperación y emoción, empezó a correr buscando aquella señal, sin darse cuenta que entre más andaba no llegaba a ningún lado, cansado paro y de un grito desesperado cayó derrotado. Un olor dulce le llego a la nariz, él confundido, se paró y siguió el olor... moviéndose el olor estaba más presente, hasta que llego al claro, al punto centro del laberinto, allí estaban sus recompensas, comida, una cama, oro, de todo lo imaginable posible, pero no era lo único, allí también se encontraba en medio una jaula dorada colgada de un árbol, dentro de ella estaba una chiquitina, que solo lo miraba sin expresión alguna.

Él se acercó a ella, observando la jaula vio lo verdaderamente reforzada que estaba. Hablando con ella descubrió la verdad, había sido encerrada por un hombre el cual juro volver, pero era fecha que no lo veía... Esto era un reto para los curiosos, ella le dijo que podía irse sin problema, le dijo la forma de llegar a la salida. El trato era tentador, pero él no podía ver a la chiquitina allí, encerrada, sin emoción o sentimiento existente, pero ¿qué podía hacer?, ¿se iba? o en todo caso ¿quedarse era opción?

Después de pensárselo un momento, la verdad no tenía mucho que perder, además estaba cansado y estar allí podría reponer fuerzas, ya mañana sería otro día y podría pensar las cosas con mucha más claridad.

Se quedó toda la noche o por lo menos eso parecía, pues en ese lugar no se distinguía de un cambio a otro, comió con ella, primero tuvo que convencerla, después hablaron, sus historias, gustos, miedos, de todo un poco. Él supo del engaño del hombre que había encerrado a la chiquitina allí, de cómo le prometió oro y ahora estaba destinada a estar más de una vida en una jaula. El niño se puso triste, quería ayudarla en verdad, pero no sabía cómo, paso la noche pensando varias ideas, entre descabelladas e imposibles, pero todas con el fin de ayudarla, fue hasta que decidió intentarlas todas, de alguna manera podrían funcionar, así que, sin dormir casi nada, se paró de la cama y regreso al laberinto en busca de lo que necesitaba.

Ella se despertó, miro a su alrededor y no vio al niño por ningún lado, no sabía porque estaba triste, no era la primera vez que alguien llegaba y se iba de un momento a otro, pero ahora sentía la soledad que en verdad la rodeaba, suspiró triste y antes de volverse a dormir, pues era lo único que podía hacer, escucho como alguien se acercaba, atenta miro al único pasillo de acceso y vio al niño cargado con palos, piedras y otras cosas más.

Intento con todo, golpeando la jaula e incluso jalándola con una cuerda, hacer llaves falsas con ramas, pero nada funcionaba, todo se rompía o terminaba por cansarlo, la jaula no cedió, ni siquiera tuvo abolladura. Ambos se miraron tristes, pero ella sonrió y aplaudió su esfuerzo, agradeció el querer ayudarla, pues era más de lo que alguien había querido hacer por ella.

Durante la noche, mientras el aún le daba vueltas a los planes para ayudarla a salir, noto que algo brillaba en el cuello de ella, con curiosidad se acercó a la jaula, miro detenidamente y noto que lo que colgaba con una cuerda era una llave brillante, juzgando por la forma y viéndolo bien, era la llave de su jaula, ella estaba encerrada allí por voluntad propia, él quedo anonadado, dio unos pasos atrás y no podía creer lo que veía, ¿Quién era capaz de hacerse eso? ¿Con que fin?, se sintió algo triste, desorientado, pero a la vez algo molesto, así que sin darle muchas vueltas y sin aguantarse le grito para que se levantara, ella asustada abrió los ojos, él enojado pedía explicaciones.

Ella bajo la mirada, estaba apenada y triste, no planeaba que la descubriera así, abrió la jaula y bajo de un salto, él se alejó unos pasos de ella, la niña comenzó a hablar, a explicarse, lo único que buscaba era a alguien que se preocupara por ella, que la ayudara, que la escuchara y que le hiciera compañía, su soledad era de verdad y buscaba disiparlo, pero los planes le habían salido mal, ahora se arrepentía y no paraba de pedir perdón.

Él se sentía usado de alguna manera, podía perdonar todo pero una mentira tan grande no era aceptada.

Después de un silencio bastante incomodo, le pidió le mostrará cómo salir del laberinto, ella no quería dejarlo, pero no podía impedirlo ni retenerlo, así que sin mucho más que decir le dijo la salida, seguiría con su camino en la mañana.

Ella volvió a la jaula, ahora no cerro con llave, y entre lágrimas quedo dormida. No le sorprendió no encontrarlo a la mañana siguiente, él había emprendido su camino de regreso a casa, con un aprendizaje que lo llevaría para toda la vida, bueno o malo. Ella se quedó allí, no esperaba ya a nadie, ahora había aprendido a no decir más mentiras y a conformarse con la soledad.

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Pequeños universosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora