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Me emocionaba lo que pasaría ahora, después de tanto rogarle a mi madre, ella había accedido a dejarme seguir con una de mis pasiones, el baile, después de intentar meterme a todos los deportes posibles y fallar en su intento (puesto que ninguno me llamaba la atención, siempre hacia lo imposible para que me expulsaran), decidió rendirse y dejarme meterme en una academia de baile.

Se preguntaran porqué mi madre no dejaba que bailara, muy sencillo, lo manejaba como algo no muy apropiado para hombres, lo cual es raro, puesto que ahora el baile es algo demasiado mixto, pero ella al saber que su hijo era gay, dio el grito en el cielo y me prohibió rotundamente meterme a bailar, su pensamiento es chapado a la vieja escuela, así que no le tomo mucha atención, es el siglo XXI, debe de aceptar esto tarde o temprano.

Y no, no soy del estereotipo de gay que se maneja y vende ahora, a pesar de mi complexión delgada, soy un chico común y corriente, pasó desapercibido perfectamente, o eso era hasta que la escuela se enteró de mi sexualidad, ahora soy el típico muchacho al que le hacen bullying y meten en el contenedor de basura, algo que no me importa del todo pero me gustaría cambiar.

Me pierdo, el punto es que ahora es el primer día de clases en la academia, no podía con la emoción y la energía que tenía al llegar, el local era enorme, y a sólo unos pasos ya se escuchaba la música tocar, entre y lo primero que encontré fue a una chica la cual me saludo de manera agradable, le pregunte por mi clase y ella misma me llevo, al pasar por los salones se podía ver un poco de lo que hacían, había mucha gente de diferentes edades aprendiendo diferentes ritmos, era estupendo. Llegando al que era mi salón, se escuchaba la música y al maestro dar los pasos, era algo como electrónico y hip hop, entre lentamente y deje mis cosas en una esquina, miré como bailaban, todos seguían la coreografía de manera perfecta, todo era muy parejo y de alto nivel, lo cual hizo que me sintiera nervioso y pensará que eso no había sido una buena idea.

De pronto el que, supuse, era el maestro, me miro por el espejo, detuvo su clase un momento y se dirigió a mí.

-Llegas tarde novato- dijo aun mirándome por el espejo, todos voltearon a verme –ponte en posición-

Con paso firme me situé atrás de los demás, así podría verlos y evitar que ellos me vieran equivocarme. El que era maestro de la coreografía se me hacía conocido, no sabía exactamente de donde, pero su rostro me era familiar. Al final no le tome mucha importancia, seguí con la clase y con suerte me aprendí la coreografía antes de lo que pensaba, por suerte no era tan difícil como se veía, lo complicado era seguir el ritmo de los demás.

Al terminar la clase, el maestro se acercó a mí, era más musculoso que yo y más alto, llegaba a intimidarme, me recordaba a los chicos que me hacían bullying en la escuela.

-¿Cómo te llamas?-

-Guillermo- dije intentando verme seguro

-Bienvenido Guillermo, soy Fernando- me saludo de manera amable y con una sonrisa amplia, de haber sido otras circunstancias le hubiera coqueteado, pero era mi maestro ahora, tendría que guardarle respeto.

-Gracias- conteste animado, el miedo se había esfumado

Nos quedamos hablando un buen rato, me dio algunos consejos, entre ellos la puntualidad, era un chico agradable, y bastante guapo, sus ojos café verdosos eran bastante llamativos y contrastaban con el tostado de su piel, y ni hablemos de su... ¡basta!, no puedo enamorarme de él.

La mañana siguiente iba más relajado, caminaba directo a mi salón, cuando me lo tope, estaba Fernando sentado completamente solo en una de las jardineras del patio, no sabía que iba en la misma escuela que yo, probablemente de allí que su cara se me hiciera familiar, iba a acercarme a él, pero al verme sólo negó y se fue hacia el lado contrario, no lo entendí, pero igual tendría la tarde para preguntarle.

Pequeños universosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora