La Biblioteca de Caroline

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Biblioteca de Caroline

Hace mucho tiempo... en las tierras verdes del bosque de sweetheart en lo que es ahora Italia. Vivía una hogareña familia en una de las viejas cabañas de aquel pequeño pueblo llamado Caroline. La familia era conformada por el padre, Lorenzo de la Cabeza, la madre, Dolores de la Cabeza, y la hija, Marlen de la Cabeza.  Todos conocían a tan singular familia, pues eran de las personas más amables y respetuosas del pueblo, además de que no había muchos habitantes en aquel lugar.

La que más destacaba de ellos era su singular hija, pues, a pesar de no ser una mujer muy bella, era dotada del cerebro, su inteligencia era muy amplia y destacaba entre las muchachas de su comunidad, pues a diferencia de estas, a ella no le importaba la apariencia, solo el hacer crecer más y más la capacidad de su cerebro. Trabajaba en la biblioteca, pues, aparte de otorgar el servicio, tenía la libertad de tomar cualquier libro que se planteara, desde una historia romántica, hasta un relato de miedo que a cualquiera le enchinaría la piel, ella no discriminaba temas ni géneros.

En lo que llevaba de trabajo había leído todos los libros en ese lugar, pues eran escasas las copias y rápidamente se habían terminado las reservas, así que sin tener otra opción, comenzó a leer de nuevo la colección.

Sin darse cuenta, Marlen era observada cada día por el mismo sujeto, un joven de cabellos alborotados y claros, de pintas plebeyas. Él la miraba sentado en una de las mesas de aquella biblioteca. Al principio había ido por el simple hecho de leer algo para pasar el tiempo en aquel aburrido pueblo, pero al verla tan dedicada a su trabajo y como se comía libro tras libro, su forma de meterse en las historias le había cautivado de sobre manera y ahora, sentía las ganas de querer conocer aquella mujer que se escondía en la pila de libros con tapas de piel en el mostrador. Decidió idear un plan para llegar al corazón de la dulce señorita, así que, de manera obvia y siendo lo primero que se le ocurrió, decidió escribirle un libro, una historia que, aunque fuera pequeña, contara sus sentimientos.

Así que una tarde, tomando varias hojas de lino y la tinta con una pluma, comenzó a escribir tan singular relato...

Termino a la semana, no paro ni un minuto, si acaso para comer o dormir, pero de allí en más se la pasaba horas y horas para al fin tener el regalo para su princesa.

Una de las tardes de octubre, cuando el otoño estaba en su pleno apogeo y las hojas eran pintadas en tonos rojizos, el muchacho apareció con sus más elegante vestimenta, una vez más en aquella biblioteca, viendo por una de las ventanas a la joven, quien estaba ocupada atendiendo a un señor de avanzada edad, decidió entrar. Tomo una fuerte bocanada de aire, para después soltarla en un ruidoso suspiro, así como el valor suficiente como para adentrarse en el lugar. El olor a libros inundo sus fosas nasales más que nunca y con un intento de pasos seguros camino a donde la mujer de cabellos castaño intenso se encontraba. Con el regalo debajo de su brazo y sus manos sudando, al fin llego al mostrador y aclarando la garganta llamo la atención de la despistada chica quien leía una vez más aquel libro de ciencias políticas. Primera vez que la veía a los ojos, primera vez que la tenía tan cerca, ¿que seguía ahora?, la chica lo miro confundida, pues el tipo enfrente de ella no decía nada, solo tenía una cara de embobado magistral, la cual le causaba cierta gracia. El joven, al notar la ligera sonrisa de la chica se sonrojo y agacho la mirada. Así sin verla le entrego el paquete de color café claro y listón amarillento, ella por su parte miro extrañada el detalle y dudosa lo recibió. Al agarrarlo lo miro un par de veces y por curiosidad abrió el empaque, era un libro de unas 20 o 30 hojas cosido y hecho a mano, el color de sus tapas era de un rojizo llamativo con ligeros toques dorados que le daban un aspecto elegante. Lo abrió lentamente y en la primera hoja venia el titulo... "La biblioteca de Caroline"

Sonrió a ver tan bonito detalle, se notaba el esfuerzo en él y la singularidad de este. Miro al chico una vez más, él por su lado, aun miraba hacia abajo, sonrojado y ciertamente nervioso, jugaba con sus manos de manera torpe y se movía de un lado al otro. Marlen no dudo ni un momento y deposito en la mejilla del joven un tierno beso en forma de agradecimiento, tal acto lo había tomado por sorpresa, así que abrió sus ojos verdosos exageradamente, mientras una sonrisa amplia pintaba su cara al igual que el tono carmesí en sus cachetes, ella le sonrió tímidamente y lo miro dulcemente. El decidió irse, así que dando medía vuelta camino hacia la puerta, actuaba de manera segura, pero tan rápido cruzo la salida, hizo unos movimientos exóticos para celebrar el victorioso plan que había resultado a la perfección. Marlen lo veía desde la ventana y reía por la actuación curiosa del exaltado muchacho. Comenzó a leerlo hoja por hoja, la historia trataba de ellos, era su relato amoroso y silencioso que había nacido en aquellas estanterías de madera carcomida. 

Conforme avanzaba su lectura, su sonrisa se ampliaba de oreja a oreja y el brillo de sus ojos era como estrellas en el firmamento oscuro. Nunca lo había visto, o no recordaba, pero no importaba eso, ahora sabía que quería conocerlo, saber de él y sus gustos. 

Termino el libro en una hora, hasta que llego a la parte trasera que tenía una dedicatoria muy cursi y firmada, Federico del Torreón, era el nombre del misterioso joven. 

Al día siguiente el muchacho fue, ahora con más tranquilidad que el día anterior, entro a la biblioteca haciendo sonar la campanita que colgaba del techo. La chica lo miro sonriente mientras cerraba el libro que estaba en sus manos, su libro.

El corazón le palpito muy fuerte y ruidosamente, las manos las tenía frías y no por el clima. Se acercó al mostrador mirándola feliz, Marlen le tomo la mano a Federico, quien solo se dispuso a observar la unión de estas. Encajaban perfectamente, estaban hechas la una para la otra, además de que les daba un toque eléctrico y lleno de vida que aceleraba su corazón, se miraron a los ojos, sabiendo que no sería la última vez en verse así, en sentirse de esa manera.

Ahora era el inicio de aquella historia de amor, el libro solo había sido la introducción de todo un relato que dudaría una vida. 

Pequeños universosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora