Pecas

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Pecas

Hace mucho tiempo, cuando existían los reinos, reyes y monarquías, vivió un rey de alto poder en las lejanas tierras de Longoria, vivía solo, a sus 30 años, en ese enorme castillo de millones de habitaciones y pasajes, solo tenía la compañía de la servidumbre, a la cual conocía y sabía el nombre de cada uno de ellos. Era amable, todos en su reino lo querían por ser un buen rey, sin duda la ciudad había tenido sus años de gloria con él en el mando.

Sin embargo, nadie sabía lo que en verdad sentía en su corazón… estaba triste y solitario, sentía el amor de sus súbditos pero eso no era lo que buscaba, él quería el amor de una persona en especial, de aquella que lo hiciera vibrar y pasara sus días con él. Había conocido a todas las princesas de los reinos vecinos y ninguna satisfacía sus peticiones, eran hermosas, educadas y tenían todo aquello imaginable en una princesa de alta categoría debía tener, sin embargo, eso simplemente lo aburría, como si hubieran hecho un “copia y pega” varias veces en cada pueblo.

Por consejo de uno de sus más allegados sirvientes y además en un plan por cambiar la rutina decidió disfrazarse de plebeyo y caminar por las tranquilas calles de Longoria. Era el plan perfecto, nadie en la ciudad lo conocía de cerca, antes era imposible ver bien al rey, así que el plan se hizo fácilmente, solo cambio las ropas con su sirviente real y salió por la puerta trasera del castillo, todo iba viento en popa…

Salió a las calles, con su disfraz en orden, había ensayado unos minutos antes cómo comportarse, pues él llegaba a ser demasiado correcto, propio y ordenado, cosas contrarias a las de un campesino, o al menos eso pensaba.

Iba acompañado del sirviente, quien lo guiaba por las calles del reino, cada cosa, aunque fuera insignificante, era tan impresionante para él. La amabilidad de las personas, el cómo gritaban sus productos e incluso los puestos de baratijas era cosa de otro mundo, todo lo veía como algo nuevo, algo que era de examinarse meticulosamente. Caminaron por el bazar, hasta que una de las chicas de la tienda de cosas místicas le hablo.

-¡Joven!- grito la muchacha moviendo los brazos para llamar su atención.

-¿Yo?- pregunto apuntándose, la mujer asintió y el rey por curiosidad se acercó, el sirviente lo escoltaba, no se alejaría.

-Su presencia me llamo la atención, usted es de aquí y a la vez no pertenece a estas calles- dijo la chica –su aura muestra muchas cosas buenas y lindas- menciono mientras pasaba su mano de manera rara y casi rozando su cuerpo –pero hay algo aquí- agrego señalando el lugar donde se supone va el corazón –es algo amargo, triste, usted está solo y lo sabe, pero está buscando algo erróneo, no es una compañera lo que necesita-  El rey la miro confundido, si no era una mujer lo que le faltaba, entonces…  ¿era un hombre?, valla broma le estaba jugando.

-Entonces, ¿Qué es lo que necesito?- pregunto incrédulo.

-No se preocupe, hoy encontrara eso que le falta- la joven le sonrió amablemente y se metió a su establecimiento sin decirle más. El rey miraba el lugar raro, lleno de objetos curiosos y colores brillosos, causaba un cierto escalofrió así que decidió no entrar.

Siguió curioseando entre las calles, además de ver a las jóvenes que paseaban por el lugar, todas eran bellas y se sorprendía de no haberlo notado antes,  pero a pesar de esto, ninguna le llamaba la atención, eso sí, la exótica variedad era agradable, no más princesas “copia y pega”. Se dio por vencido cuando el sol amenazaba por meterse, ninguna chica con la que haya platicado o simplemente visto era para él, ¿acaso si necesitaba un hombre?, ahora eso hacia mella en sus pensamientos. Caminaba indignado por la noticia, era gay y no lo sabía, todo lo tenía confundido, la que posiblemente era una mentira de una gitana le sacudía su cerebro, tan metido en su cabeza estaba que no se dio cuenta de lo que se acercaba hacia él.

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