Corazón de cristal

22 1 0
                                    

Hace tiempo atrás, cuando los reyes estaban en su apogeo con castillos enormes y gobernaban territorios extensos, en una de los tantos pueblos existentes, había una tradición. A cada niño nacido se le entregaba un corazón de cristal, el cual lo acompañaría hasta que encontraran a su pareja, después de eso las personas intercambiaban los corazones con su ser amado, para dejar claro que estarían juntos por la eternidad.

En esta ciudad nació una doncella, nada especial, era totalmente igual a las demás y como a todos se le entrego su corazón de cristal. La niña creció y a corta edad tuvo su primer amor, un pequeño príncipe, al cual, ella inocente, le entrego su corazón, pero este con una risa burlona desecho el regalo, dejándolo caer al suelo, el corazón no se rompió, pero obtuvo pequeños rasguños y algunas grietas. Sin embargo, el ruido de la caída fue estruendoso, llamando la atención de los demás. Los niños suelen ser duros y crueles, pues al enterarse de lo ocurrido comenzaron a reírse y a bromear, la pequeña niña recogió el corazón de cristal y regreso a su casa con lágrimas en los ojos, esperando no fuera nada grave. Todos los días intentaba repararlo, pero cada vez que lograba borrar las raspaduras, las burlas de aquel príncipe hacían que lo tirara de nuevo y estas regresaran, e incluso agregaba algunas más. Al fin de 5 años la doncella aun intentaba repararlo, y no le faltaba mucho para lograrlo, cuando conoció a un joven Conde, quien la miro triste y sollozando, el Conde le habló entre palabras bonitas y dulces, mientras que le ayudaba borrar esas marcas del cristal. El corazón de cristal estaba como nuevo, ella estaba emocionada y brincaba de alegría, el Conde aun le hablaba tiernamente, buscaba enamorarla, pero la doncella con la mala experiencia, decidió no entregar el corazón de cristal, aun no era tiempo y ella lo sabía. El Conde no se rendía, le hacía cumplidos y decía algunos cuantos piropos para ganarse a la muchacha, no sabiendo que esta estaba más que enamorada y pensaba que después de ya un año, era tiempo de darle el corazón de cristal al Conde. Un día determinado, ella entrego el corazón de cristal entre papel de colores y listones, él con mirada victoriosa y una gran sonrisa recibió el corazón más como un premio que otra cosa. Ella pensó que al fin había encontrado a alguien bueno, pero estaba cegada, el Conde no era como se había mostrado, era un recolector de corazones, tenía más de uno a su poder y los exhibía ante todos como si fueran trofeos. Paseó enfrente de la doncella con más de una damisela y siempre las besaba o las llevaba agarradas de la cintura, como si las presumiera, la doncella miraba triste y confundida, pues aun el Conde la llenaba de palabras coquetas y sonrisas picaras. Ella aguanto este trato por algunos años, a veces lloraba, a veces gritaba y otras se veía tontamente enamorada, pero no pudo más, tuvo su límite y una noche decidió recuperar su corazón de cristal, robándolo, a lo cual el Conde no se dio ni por enterado.

Ella miraba su corazón tristemente, estaba maltratado, con raspones, grietas y el cristal se notaba opaco y manchado, se miraba frágil y a punto de romperse, así que decidió guardo cuidadosamente.

Por un momento ella ya no buscaba amor, prefirió enfocarse en otras cosas con mayor prioridad, hasta que su hermana la vio un poco sola, pensó que le faltaba una pareja o alguien que le hiciera tantita compañía, así que le presentó a un Rey joven. La doncella lo miraba con cautela y lo trataba con cierto respeto, pero el Rey era muy amable y gentil, aparte de ser caballeroso, él no sólo la hacía sentir bien, la trataba con mucha dulzura, se ganó su confianza. Platicaba con ella y la hacía reír, le cantaba y a veces hasta bailaba, jugaban como niños pequeños y terminaban filosofando sobre temas banales. Ella estaba perdida, sabía que podía ahora si ser el indicado, pues en el Rey no se veía ninguna maldad, era diferente a cualquiera y ahora no sólo eran palabras, también sus actos hacia ella habían sido cariñosos. Aun con algo de miedo, decidió hablar con él, entre la plática ella saco el corazón de cristal que había sido celosamente guardado, y se lo entrego entre manos temblorosas, el Rey por su parte lo tomo y la observo, con algo de lastima y sobre todo pena, él le dio las gracias, pero no pudo aceptar el corazón, no era lo que buscaba ahora, aun así se comportó como un caballero y una persona tierna, después de darle un beso al corazón y darle su bendición para que este encontrara un buen camino, se lo devolvió a la pobre Doncella. Nadie supo cómo o el porqué, pero entre manos torpes, el corazón se cayó y se fragmento en pequeños pedazos que se esparcieron por el suelo, ambos miraron atónitos y ella no pudo aguantar el dolor y la agonía, terminando en un llanto desgarrador, mientras se arrodillaba para recoger los trozos, el Rey por su parte se disculpó y se fue, dejando a la Doncella sola con aquel desastre.

La Doncella nunca pudo armar el corazón, los pedazos estaban guardados en una caja, pero estaban todos. Aun quería al Rey, lo amaba en realidad, aun cuando este la seguía estimando como a una amiga y se lo había dejado claro, no le quedo más que terminar aceptándolo, pero no pudo apagar su cariño hacia él. Al pasar los años, ella trataba de olvidarlo y encontrar a alguien que al fin le demostrara afecto, pero todos rechazaban el corazón por su aspecto, nadie veía interés en esos pedazos rotos, ella se comenzaba a desesperar y a sentir mal, se miraba sola y la presión de la sociedad no apoyaba, pues a su edad todas las doncellas ya habían tenido alguna relación e incluso encontrado a su pareja especial, mientras que ella llevaba una muy mala racha.

Con el tiempo fue olvidando el tema, dejando su corazón de cristal abandonado en una estantería e ignorándolo por completo, hasta que una tarde, mientras ella hacia sus quehaceres, le había llegado una carta que decía "A quien corresponda", era de una persona anónima, algún desconocido del mundo que sólo buscaba socializar. Ella contestó a la carta y así empezó una amistad con aquella persona desconocida, no había día en el que no recibiera una carta y ella no tardaba en responder, nunca supo en realidad quien era, pero la hacía confiar después de 2 largos años. Ella le había platicado sobre su problema y él con ánimos de ayudarla le pidió que le mandara la cajita con los trozos para pegarlo y dejarlo como nuevo, ella sin pensárselo dos veces acepto y mando la caja hasta donde estaba el desconocido. La caja duró meses lejos de ella, y él le mandaba cada día los avances que llevaba, hasta que un día recibió la caja y una carta, pero no con las mejores noticias, él desconocido se disculpaba, había hecho lo que podía y estaba en sus manos, pero sólo había logrado pegar la mitad del corazón de cristal, ella le contestó agradecidamente, pues la había ayudado después de todo. Después de eso no volvió a saber más del desconocido.

Ella ya no veía claro, tantos intentos fallidos la habían cegado y llevado a una gran tristeza, se sentía mal, como si en verdad no estuviera hecha para alguien o no fuera lo suficiente. Caminaba todas las noches con la caja entre sus manos mientras lloraba en silencio y miraba a las parejas ir de la mano.

Una noche, iba tan sumida en sus pensamientos, que no notó cuando cambió su camino diario, desviándose hasta llegar al bosque. Para cuando ella vio donde estaba, ya era demasiado tarde, se había adentrado demasiado como para volver, se había perdido. De noche todo parece lo que no es, ahora las cosas daban más miedo, los arboles parecían enfermos, las ramas se movían fuertemente haciendo demasiado ruido y la oscuridad era cada vez más pues la luz de la luna se ocultaba entre las hojas dejando ver sombras tenebrosas, ella caminó sin rumbo fijo, esperando encontrar ayuda o el camino de regreso, sin embargo no supo que se adentraba más.

Los arbustos enfrente de ella se movieron, haciéndola parar en seco, miraba con miedo y esperaba que nada fuera a salir de allí. Entre las hojas se fue divisando un ser negro y grande, con plumas y alas, parecía ser un humano, pero el pico puntiagudo en su cara cambiaba las cosas, sus manos terminaban en garras y sus piernas parecían las de un ave. La doncella no se movía, el pánico la había dominado y sus músculos estaban engarrotados, mientras que aquel ser la observaba detenidamente y con una sonrisa macabra.

El ser abrió su pico y de allí salió una voz gruesa, la cual le causo un escalofrió enorme a la doncella, le preguntaba que hacia allí, el porqué de su llanto y que había adentro de la caja de sus manos. La doncella con nerviosismo le contestaba, le contó todo y le enseño el contenido de la caja, el ser la tomo y con una media sonrisa le propuso algo a la doncella. Él le daría un corazón nuevo y una forma de prevenir que alguien se lo rompiera otra vez, ella dudo al principio, pero dadas las circunstancias y el estado de su corazón, acepto el trato. El ser mostro sus filosos dientes en una sonrisa y saco de entre sus alas un corazón nuevo, con la diferencia de que el cristal estaba más opaco, y se lo entregó a la doncella, después saco un hilo de color metálico y un par de ganchos, le dijo que ella sólo comenzara a tejer, que el hilo sabría qué hacer y tomaría forma propia, y que el resultado final sería lo que la ayudaría a no volver a ser lastimada ni ella ni su corazón. Ella comenzó a tejer, y el hilo comenzaba a tomar forma alrededor suyo.

Al final la doncella se había quedado atrapada en un capullo enorme de metal, aislaba de todo el mundo y sus habitantes. Lo que había pensado ella, era una bendición en realidad era una maldición, se había encontrado con uno de los demonios más grandes, y ahora se convertía en una de sus tantos rehenes. Había sido atrapada por la "Depresión".

Pequeños universosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora