ᴛᴇʀʀᴀᴄᴏᴛᴛᴀ ʜᴇᴀʀᴛ ↳ ᴰᵃᵐᵒⁿ ᴬˡᵇᵃʳⁿ

I

Viernes por la noche, prisioneros de los cuatro muros blancos. La obscuridad podría consumirnos, pero el fuego de la vela danzando bajo la cuchara lo impide; el calor que emite lucha contra el hierro para fundir la sustancia. Esta vez Damon me acompaña. Sentados en la cómoda alfombra escarlata, el silencio parece ser el único existente.

—No puedo creer que lo hagas —logra que mi atención sea suya, con esto puedo notar que está nervioso y me resulta imposible no soltar una risita que lo pone aún más incómodo.

—He hecho esto más veces de las que has tocando el órgano en la iglesia.

Suelta una risita, esos ojos azules están atentos a lo que hago.
Entonces con las jeringas comienzo a succionar la sustancia y una vez lista se la doy. Estoy concentrada en mí, sé que si fallo en algo esto podría terminar mal.
Siento el pinchazo, seguido del líquido invadiendo mi sistema, pronto la aguja sale y la aparto de mi vista. Soplo la vela, la arrojo lejos sin importarme a que parte de la habitación llega, sólo me dejo caer sobre mi espalda mientras la alfombra conforta la caída, él imita mis movimientos. Observo el techo, la iluminación no es molesta a mis ojos.

—¿Segura que tu padre regresará mañana? —pregunta. Joder, está muy nervioso; esto es divertido.

—Jamás te traería si no estuviera segura.

Los segundos de tranquilidad se han hecho minutos, comenzaba a olvidar que me acompaña.

—¿No crees que aquí está muy caliente? —dice levantándose y quitándose la playera frente a mí.
Joder, la última vez que lo vi sin prendas éramos muy pequeños.

—Tranquilo —me incorporo un poco, sosteniéndome con los codos—, no pienses que vas a perder tu virginidad conmigo.

—¿Qué te pasa? —dice ofendido, su mirada va a las piernas que este vestido ha dejado casi al descubierto total—. Yo no soy virgen, tonta.