VIII

236 19 12
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

   Cuando despierto lo hago sintiendo los brazos de Damon abrazando mi cintura

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

   Cuando despierto lo hago sintiendo los brazos de Damon abrazando mi cintura. Parece que es una mañana tranquila, debe ser demasiado temprano. Me giro un poco para observarlo y cuando lo hago sonrío. Su cabello es un desastre, y sus labios se mantienen cerrados, su agarre deja de ser fuerte. Intento levantarme, debo irme antes de que mi padre llegue a casa o estaré en graves problemas.
Al parecer él quitó mis zapatos durante la noche, así que me los pongo. Recuerdo que Damon nunca se inyectó la heroína, verifico en el cajón donde recuerdo que guardó la inyección, y efectivamente nunca la usó.

   Cuando salgo de su habitación me encuentro a su madre en la sala de estar, le agradezco por dejarme quedar, y por la comida. Me pide quedarme para desayunar, pero me niego. Tomo el autobús para llegar a mi casa.

    —No sólo te escapas por la noche, también huyes cuando no estoy ¿Qué más me escondes, Elektra?

Apenas abro la puerta y se levanta del sofá hasta estar frente a mí. Con mi padre no suelo hablar demasiado, nunca está en casa y desde que yo era pequeña no pasamos demasiados momentos juntos, así que cuando me regaña, me quedo congelada.

—¿Qué hay de ese Graham? Elektra, pensé que ese chico era bueno, pero te fuiste con él. Tú debes enfocarte en tu carrera, es lo único que importa, no debes de ir por ahí como una vaga de fiesta en fiesta. No conseguirás nada así.

—Tengo 20 años, no tienes porque decirme que hacer.

—¡Pues actúa como una mujer de 20 años! No sólo es tu carrera la que está en riesgo. Quiero lo mejor para ti porque soy tu padre, necesito que salgas de todas las mierdas en las que estás metida.

—¡Tú no sabes nada sobre mí! —estoy demasiado molesta, él es mi padre pero no puede controlar mi vida—. Apenas te apareces en la casa. ¿Piensas que voy a estar para siempre encerrada en la habitación? Tengo una vida y tengo que hacerla.

—Pero no metiéndote las mierdas que te metes —actúo normal hasta que me enseña una bolsita de heroína.

—¿Cómo te atreves a revisar mis cosas? Eso estaba en donde guardo mi ropa interior, eres increíble.

—Es mi casa Elektra Harrison y soy tu padre. Es mi deber saber que es lo que haces y quienes son tus "amigos".

—Todas esas mierdas las debiste hacer cuando tenía 12 o 15 años. Tengo 20.

Él se acerca a mí, furioso.

—¡Tú no eras así. No tengo idea de quien te metió estas ideas de heroína, cocaína y drogas! —me grita como jamás lo ha hecho, esto me hace enojar también.

—¡Tú no tienes la menor idea de quien soy yo!

Quiero irme a mi habitación pero me retiene por el brazo.

—Esto no se va a quedar así, Elektra. ¿Tienes idea de lo que pueden hacernos si encuentran estas mierdas en la casa? Ahora estás castigada. Terminarás con tu novio, vendrás de la universidad a la casa, y se acabo el uso de televisión o el teléfono.

—No puedes castigarme, por Dios —esto es absurdo.

—Claro que puedo. Pago tu comida, tu maldita universidad y ahora me entero que también tu puta droga. Así que aceptaras si no quieres ir a un centro de rehabilitación, tienes un problema.

—¿Qué acaso no te das cuenta quien fue el causante de todo esto a lo que llamas "mierdas"? —no puedo evitar gritarle.

—No me hables así. Trabajo muy duro para que no sufras por dinero ¿y así me lo pagas? Ahora ve a tu habitación, de ahí no sales, y si es necesario te cerraré con candado la puerta.

—Por esto mamá no te soportó más. No sólo fuiste un mal marido, también eres un mal padre que no pudo jugar con su hija, sólo porque estabas muy ocupado cuidando a los hijos de tu secretaria para follársela.

Su rostro se transforma en total ira, y no me sorprende cuando siento su mano golpeándome en la mejilla, pero esta regresa con la misma fuerza dos veces más. ¡Puta madre! Me desorienta por unos segundos que apenas puedo mantenerme de pie.

—¡En tu vida vuelves a hablar de eso!

—Me lo dices como si te debiera algo, pero no te debo nada —mi mejilla hormiguea y arde, puedo jurar que estoy sangrando—. El tiempo perdido no se recompensa con dinero.

—Ve a tu habitación —trata de sonar firme, para mí no, su rostro se ha transformado en uno de arrepentimiento—. Y haz lo que te he dicho.

—A la mierda, me voy de aquí y de tu casa.

Me suelto de su brazo e intento salir de la casa pero vuelve a sujetarme.

—¡Ve a tu habitación Elektra, ahora mismo!

—Te he dicho que no. No necesito que me controles ni me digas que hacer con mi vida. Jodiste todo, finalmente.

Me suelto de nuevo de él, y ahora salgo de la casa. Sé que yo no lloro, y no lo haré, pero mi mejilla arde. ¿Qué putas voy a hacer? Estoy sola, caminando a ningún lugar.

Veo una caseta telefónica, reviso mis bolsillos y tengo un poco de dinero, suficiente para hacer una llamada. Después de sonar por cuarta vez, Graham me contesta.

—Hey, soy Elektra, ¿estás en tu apartamento?

—Claro que si, estuve muy preocupado por ti, estuve llamando a tu casa pero nadie contestó. ¿Todo bien?

—Te lo explico en persona. Dame la dirección de tu apartamento, llegaré enseguida.

Y ese "enseguida" se transformó en una caminata de 40 minutos atravesando la ciudad.

La gente me observaba con curiosidad, después de ver mi reflejo en una gran tienda, noté que tenía sangre seca y la mejilla inflamada.

Entonces estoy aquí, frente a la puerta del apartamento que me indicó. Aún no sé que le diré.

—¡Hey! —su sonrisa se borra—. ¡Maldición! ¿Te lo hizo tu padre?

Pregunta aterrado y jalando mi mano para que entre de una vez. En cuanto cierra la puerta me abraza.

—¿Aún sigue en pie vivir juntos? -él me separa de su abrazo, sostiene entre sus manos mi rostro, me sonríe y asiente.

—Siempre seguirá en pie.

ᴛᴇʀʀᴀᴄᴏᴛᴛᴀ ʜᴇᴀʀᴛ ↳ ᴰᵃᵐᵒⁿ ᴬˡᵇᵃʳⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora