۞ Capítulo 14. Frenesí

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Kougyoku cedió, entregándose al torbellino de sus sentidos en el momento en que él la tomó entre sus brazos. Había imaginado tantas veces ese instante, que era como regresar al hogar. El calor de su cuerpo, la fuerza de sus brazos, la embriaguez de la pasión. Ya los conocía, gracias a él, pero todo se renovaba de una manera maravillosa.

Pero cuando la besó, lo hizo con tal suavidad, que apenas lo sintió. Y comprendió que él le estaba dando una última oportunidad para detenerlo, antes de que él dominara la situación por completo. ¿Qué tan considerado podía ser? ¿No lo había aceptado ya? Él sabía muy bien que era lo suficientemente hábil y experimentado como para quebrantar cualquier resistencia que ella pudiera oponer. Lo había hecho antes. El hecho de que se contuviera la perturbó más y lo deseó con más intensidad.

Kougyoku dijo que sí, al rodear el cuello de él con sus brazos y atraerlo hacia sí. Quedó vencida por el enorme atractivo de él. Los labios de Sinbad la anonadaron con su magia; respirar no era importante. Sus labios eran cálidos y rozaban nuevamente los de ella. La sostuvo entre sus brazos durante un largo rato, besándola, provocando en ella sensaciones deliciosas. Cuando él se echó hacia atrás, comenzó a desabrochar el corpiño de Kougyoku. Ya le había quitado el cinturón y los velos, sin que ella lo advirtiera.

Ella contempló cómo la desvestía lentamente y no pudo moverse; no quiso hacerlo. Los ojos de él la hipnotizaban; sus párpados pesados y su mirada intensa escudriñaban su alma. Ella no pudo dejar de mirarlo, ni siquiera cuando percibió que su holgado pantalón se deslizaba por su cuerpo hasta caer a sus pies. Su ropa interior siguió el mismo camino.

En ese momento él sólo la tocó con la mirada, recorriendo con los ojos su cuerpo de arriba hacia abajo y viceversa. En sus labios reapareció esa sonrisa sensual que tenía el poder de fundir sus miembros, lo que era peligroso pues sus sentidos ya se le habían rendido. El cuello de ella osciló y él sostuvo sus caderas. Luego, lentamente, acarició la piel desnuda de su cintura, deteniéndose en los senos. Los sostuvo con el pulgar. Los pezones de ella se irguieron y su respiración se aceleró; una suave tibieza recorrió su ser.

La sonrisa de Sinbad se ensanchó, triunfante, como si pudiera ver su interior y saber exactamente qué estaba sintiendo. Se regocijó con su victoria. Y a ella no le importó. Ella también sonreía, pero interiormente, porque si bien él había triunfado, también lo había hecho ella, derrotando a su sentido común, para obtener lo que había deseado en todo momento: hacer el amor con ese hombre; que él fuera quien la iniciara y se convirtiera en su primer amante. Porque sabía que, con él, todo sería hermoso.

Pero, dado que cedería a los deseos de él, quería desempeñar un rol activo. Había pensado desvestirlo y así volver a verlo desnudo como la última vez en su cama, después de su cena en el imperio. No podía dejar de recordar su figura desde esa vez. Frente a ella estaba el hombre, que la intimidaba mucho más que una fantasía, pero el deseo la tornaba audaz.

Kougyoku le quito su chaqueta, desató su cinto y desabrocho su camisa. Apoyó las palmas de sus manos sobre la piel de Sinbad, tal como lo había hecho él, y las deslizó hacia arriba, tocando su piel, abriendo la camisa y haciéndola deslizar por sus hombros. Él la dejó caer y luego tomó a Kougyoku entre sus brazos, pero ella lo apartó para contemplarlo a sus anchas. Vio la piel tibia y los músculos firmes, que hizo vibrar sus dedos. Sólido, poderoso, era mucho más de cuanto había podido recordar o imaginar. Ella sintió un fuerte impulso de rodearlo con sus piernas para acercarse a él todo lo posible.

-Oh, qué magnifico eres, Sinbad.

Él estaba hechizado por la mirada escrutadora de Kougyoku, pero estas palabras, pronunciadas con esa voz ronca, lo estimularon hasta el delirio. La acercó a él y la besó apasionadamente. La tomó entre sus brazos, llevándola hacia la cama.

Magi - Mi Adorable OdaliscaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora