4. Moscova

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Noto como su pecho tiembla cuando ríe y como su respiración se vuelve pausada. Me relaja oír los latidos de su corazón, saber que está aquí conmigo y que me ama. La felicidad y satisfacción que siento no se puede describir con palabras.


La mañana siguiente

Tengo la piel de gallina, el frio se arremolina a mí alrededor. Me muevo en busca de calor. Abro los ojos y veo a Alessa junto a mi pero sin tocarme, duerme plácidamente con una mano sobre su estomago y el otro colgando de la cama. Me acerco a ella y cuando la toco siento el calor de su cuerpo. Incluso con la manta en la cadera ella sigue estando cálida. Al notar mi fría temperatura me abraza y yo me derrito en sus brazos.

-¿Sara?- Dice con voz adormilada y adorable a la vez que se aleja un poco.

-No, no. No me sueltes.- Le digo mientras me abrazo a ella.- Tengo frio, mucho frio.

-Espera. Tengo una idea.- Veo como se levanta valientemente y rebusca algo en los cajones del armario del hotel.

-¿No tienes frio?- Digo casi tiritando.

-No mucho. Me adapto rápido, ¿Recuerdas?

-Pues que suerte.

-La verdad es que si, ahora puedo abrazarte hasta que entres en calor.- Dice mientras saca un gran edredón y lo pone alrededor nuestro. Me acoge en sus brazos. Es como una estufa. La abrazo a más no poder. Ella se estira y yo con ella, no pienso soltarla. Habla algo en ruso, ojala supiera el que.

Después desaparece en el baño unos segundos, oigo el agua del grifo.

-Me imaginaba que algún día pasaría esto.- Dice cuando sale del baño. - Así que pedí la habitación con la bañera más grande.

-¿Me llevas?- Le digo extendiendo los brazos hacia ella.

-Por claro que si, pequeña.- Me levanta en brazos y me mete en la bañera caliente, agacho la cabeza para que el agua me cubra hasta la barbilla. La bañera es realmente grande.

-¿No entras?

-Yo...- Alguien toca la puerta, Alessa coge una bata y cierra la puerta del baño. Agudizó el oído, o lo intento. Pero al final no hace falta, ella abre la puerta dice algo en Ruso y vuelve al baño.

-Chocolate caliente.- Dice dándome un pequeño termo. Se quita la bata y se mete conmigo a la bañera.

-Si así es el verano, ¿cómo es el invierno?- Digo sorbiendo el chocolate, está muy caliente y noto como baja por mí congelada garganta.

-Bueno, todo está blanco y generalmente hace unos veinte grados bajo cero.

Siento un escalofrió al pensar en ello.

Media hora después Alessa consigue sacarme de la habitación con la única condición de que no me suelte. Bajamos a recepción y me sorprendo al ver tiendas abiertas en el mismo hotel.

-Ven, vamos a cogerte algo.

Alessa me lleva entre tiendas y me prueba diferentes trajes, al final encuentro una especie de jersey que me llega hasta los muslos y es realmente calentito. Alessa paga por él.

-Parezco un oso de peluche...

Alessa ríe ante mi comentario.

-Eres un osito adorable. Pero no te preocupes, fuera todos parecemos osos de peluche.

Cierto. Fuera el viento gélido me hace bajar la cabeza y abrazarme a Alessa, todo el mundo lleva trajes de este estilo.

-Se me hace raro volver aquí...- Dice agarrando mi mano.

-¿En qué parte de Rusia estuviste?

-Hice una especie de tour.- Sonríe al recordarlo.- Nos movíamos para no ser detectados. Recorrimos gran parte de Rusia, y no es que sea pequeña precisamente.

-¿Como lo hacíais?

-Pues, lo mejor era cuando hacía frio pero sin viento. Corríamos para entrar en calor. Mira.- Señala un rio.- Este es el rio Moscova. Una vez tuvimos que atravesarlo. Fue una mala noche, hacia mucho frio y viento. Si no nos hubiéramos ayudado entre nosotros no hubiéramos sobrevivido. Nos pisaban los talones y tuvimos la idea suicida de cruzar el rio. El puente estaba muy lejos así que no nos seguirían, pero al salir el viento no tardo en congelar el agua que goteaba.

-Suena horrible.

-Lo fue.- Me dice abrazándome. - Pero no tuvimos que llorar a nadie así que no salió tan mal.- Dice sonriéndome. Le sonrió de vuelta. La fortaleza de Alessa sigue sorprendiéndome, aun después de todo lo que ha pasado ella sigue adelante sin flaquear. Todo lo que le ocurrió tuvo que machacarla psicológicamente, pero aquí sigue, sonriendo.

-¿Que dice ahí?- Le digo para que deje de pensar en eso.

-Tienen una oferta. Pone que una porción de tarta y café o té por dos cincuenta. ¿Vamos?

Asiento con energía. Me he dado cuenta de que Alessa disfruta con pequeñas cosas, preguntarle lo que pone aquí o allá es suficiente para que sus ojos sonrían. Un par de besos en la mejilla la hacen reír de felicidad. Así pasamos el día, corriendo de aquí a allá y preguntándole sobre todo lo que veo. Hasta que su móvil suena.

-¿Quién es?- Pregunto.

-No lo sé, no lo tengo guardado.

Habla en ruso por el teléfono un par de segundos antes de agarrarme de la mano y llevarme de vuelta al hotel. En recepción me da la llave de la habitación y pone el móvil en su hombro.

-Es el aeropuerto, si no volvemos hoy no podremos volver en un mes.

-¿Qué? ¿Por qué?

-Han roto los motores de varios aviones. Sube a la habitación, haz las maletas. Yo voy a pagar.

Asiento y subo a la habitación. Guardo todo en mi maleta apresuradamente. ¿Han roto los motores de los aviones? Pero habíamos acabado con los científicos, ¿no? ¿Es seguro coger un avión? Sacudo la cabeza, Alessa tiene experiencia en estos temas. Abro la maleta de Alessa cuando oigo la puerta.

-¿Cuando nos vamos?- Digo nerviosa. Ella se acerca a mí y acaricia mis hombros con ternura. No me había dado cuenta de que estaba temblando.

-Hey, ven aquí.- Dice abrazándome. - No tienes por qué estar nerviosa, en un par de horas estaremos en casa viendo una película y tomando un té rojo.

-¿Qué película?- Digo intentando imaginarme la escena.

-Una de risa. De esas que te atragantas con el agua cuando bebes y ríes a la vez.

Sonrió al pensar en ello. Alessa tiene la capacidad de calmarme pase lo que pase.

-Vale, acepto.- Digo levantando la cabeza y besándola. - ¿Cuando nos vamos?

-Pues... Ya. Me han dicho que vayamos cuanto podamos para arreglar los vuelos.

¡Ámame Como Yo te Amo! ¡2! - Diferentes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora