¡Que noches!

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El sonido de un beeper hizo que despertara de su más profundo sueño. Cuando abrió los ojos miró a su alrededor y vió que no estaba en su pintoresca suite y al girar su cuerpo al lado izquierdo observó a JiYong que aún seguía durmiendo. ¿Así que no lo soñé? ¿De verdad sucedió? Se decía a si mismo mientras se sentaba y tallaba levemente sus ojos, y tal como si se tratara de una película instantanea, recordó lo que había sucedido la noche anterior; se había llevado a la cama al hombre más deseado de Tailandia y le gustó tanto que deseaba volver a repetirlo.

Se recostó de nuevo a un lado pegado a JiYong, con su dedo índice recorría el largo de sus curvas y el pelirubio se removía ante el delicioso estimulo que SeungHyun le provocaba. Suspiró largo abriendo sus ojos a la par y observó al pelinegro que no le quitaba los ojos de encima, aquellos ojos tan negros y profundos que lo veían con lujuria; JiYong había sido algo nuevo para él, nunca había conocido alguien igual de ardiente y pasional como él en los placeres a pesar de que en los principios de sus veintes había disfrutado de las mieles del sexo desde jovencitas hermosas hasta maduras candentes, de todo lo que SeungHyun creía que se podía conocer, aquel rubio se le metió en la mente como una alucinación, sus ganas de poseerlo, de tenerlo siempre entre sus brazos crecía con el paso de los segundos.

SeungHyun se abalanzó sobre JiYong atrapando sus labios en un largo y desesperado beso, mordiendo su labio inferior de paso mientras acariciaba una de sus piernas, el menor soltó un gemido sonoro que al mayor le derritió los oídos. Bajó hasta su cuello dando leves mordiscos haciéndole algunas marcas rojas, paseando su lengua por el largo de aquellas bien torneadas clavículas hasta llegar a su ombligo deslizándose por sus pezones. JiYong tenía algo en la piel que le hacía perder su propio temple a SeungHyun, o tal vez era su ego, ya que él siempre lideraba en todas sus relaciones ya fuesen amorosas, amistosas o laborales. El rubio no se veía precisamente que fuera de los que le gustaba que lo dominarán tan fácil y ese era su principal reto.

Su cuerpo era una gloria, desprendía un aroma delicioso. Besó la entrepierna de JiYong mientras hacía las sábanas blancas a un lado, tomó su miembro y se lo llevó a la boca masajeándolo con su cavidad tan caliente, el mejor tapó su boca para ahogar sus emociones, arqueaba su cuerpo ante aquellos excitantes estímulos; JiYong tampoco había tenido un amante tan ardiente como SeungHyun que lo hiciera sentir así: que con tan sólo sentir un dedo sobre su piel lo encendiera, los demás con los que había estado todo era monótono, él debía iniciar todo, y con SeungHyun era totalmente diferente.

Enredó sus dedos en la cabellera del pelinegro e hizo que fuera su miembro más adentro de si. Era una mañana fría a las diez según marcaba el reloj de la pared en aquella habitación, pero nada de eso se sentía. El mayor subió su rostro hasta encarar al rubio y lo besó mientras su mano aún seguía masturbándolo, JiYong se fundía en la blancura de las sábanas, atrajo más a SeungHyun hacía él y enredó sus brazos alrededor de su cuello, el mayor se acomodó y levantó aquellas hermosas piernas hasta sus propias caderas, se masturbo por un corto lapso de tiempo y se introdujo dentro de JiYong, haciendo una leve presión en su pelvis y comenzó a embestirlo lentamente.

El calor de ambos cuerpos comenzaba a subir y la sensualidad de JiYong emanaba de sí mismo y eso a SeungHyun lo ponía cómo loco, acariciaba cada parte del rubio, lo apretujaba, mordía, se hundía en su cuello; se desconocía pero no le importaba porque jamás nadie lo había hecho sentir así. Las embestidas comenzaron a subir de tono, eran cada vez más agresivas pero los besos no se detenían por nada, sus cuerpos estaban tan juntos que podían sentir el latir del corazón y la respiración agitada uno del otro.

SeungHyun tomó entre sus brazos el delgado cuerpo de JiYong consigo quedándose sentado, el menor enredó sus piernas en el torso del mayor para sentirse más cómodo, unieron sus frentes y sus ojos continuaban cerrados mientras el vaivén de sus cuerpos continuaba, el rubio gimoteo mientras levantaba su rostro y el pelinegro atacó su cuello completamente expuesto, bajo sus manos deslizándose lentamente por su espalda hasta su trasero y le dio un fuerte apretón dejándole marcas rojas en toda la extensión. Abrazo fuertemente a JiYong y hundió su rostro en su pecho, jadeaba por la excitación, sentía algunos choques eléctricos en sus caderas que hicieron que cayera sobre las almohadas. Ver en todo su esplendor a JiYong sobre él le fascinaba, deslizó sus manos desde aquella pelvis tatuada hasta sus caderas, ayudándolo a moverse, se deleitaba.

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