No soy un tonto.

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Cuando existió el amor más noble y puro dentro del corazón de un hombre,
no existe dolor o amargura que lo envenene al punto de matarlo.

Tailandia, segunda temporada.

7 años después.

Ya no quedaba ni la sombra de aquel SeungHyun con la mirada más brillante y el corazón más cálido, siempre estaba callado, serio y parecía ya no importarle el mundo exterior; todo el tiempo suspiraba, permanecía con los ojos cerrados y su ambiente era áspero, muy incómodo para los que estuvieran a su alrededor. 

Después de salir de Seúl comenzaba a tener sueños mientras estaba despierto, presenciaba a aquél modelo rubio frente a él y lo retaba con la mirada, aunque en el fondo su corazón le dolía y una lágrima se quedaba quieta en el rabillo de sus ojos. Salió de su país con el corazón roto y las ilusiones deshechas, pero el dolor no mataba y él debía aprender a lidiar con eso. 

Los primeros meses nunca fueron fáciles para él, el alcohol lo había consumido al grado de tener que beber más de dos botellas de vino por día mientras que, encerrado en el despacho de su nuevo departamento, se abrazaba a la fotografía de un sonriente JiYong mientras lágrimas y gritos de dolor emanaban de él. La vida no le parecía fácil ni sencilla en esos momentos. Había momentos en los que deseaba volver, hacer de cuenta de que nada pasó y ser capaz de comenzar de cero porque en verdad lo amaba, lo necesitaba como un loco, deseaba preguntar por él cuando YoungBae o HyeYoon le llamaban de vez en cuando y este accedía a responderles, de cubrir su co-dependencia al tener noticias mínimas de él. Entre sus tantas noches de borrachera solía meterse en la cama de SooHyuk y tener sexo con él, pero el momento parecía no ser lo que él deseaba, le faltaban aquellas caricias, aquellos sonidos dulces que le retumbaran en los oídos, la calidez de aquellos labios sobre los suyos. Le hacía falta recorrer con la yema de sus dedos aquellos tatuajes dibujados sobre aquella delgada espalda, recorrer aquél abdomen con las palmas de sus manos. Aquél cuerpo cálido que retenía pegado a su pecho no era el mismo. 

Él estaba mal, y aun así nunca quiso hacer nada por remediarlo; ya no quería hacerlo porque su espíritu estaba agotado.

Pero conforme pasó el tiempo, aquel chico de sencillez y nobleza en su corazón, el líder justo con el corazón más grande se había reducido a nada, ahora era una persona sombría y fría que calculaba cada uno de sus pasos. Él creó esa coraza para no mostrarse débil ante nadie jamás. Y las cosas nunca salen como uno las desea: SeungHyun se hizo la promesa de jamás volver a Corea, cambiaría su residencia a Estados Unidos y arreglar todos los problemas de su empresa desde lejos; pero los planes cambian y aunque él odiase la idea, YG Entertainment lo ocupaba a la cabeza. Aquella idea de nunca volver se desmoronó. 

Con odio y un profundo pesar empacó sus maletas y partió desde Los Ángeles en un viaje de catorce horas hasta el aeropuerto Incheon, su cuerpo lo impulsaba pero su mente le impedía pensar en la más mínima oportunidad de encontrarse con la persona que lo volvió un despojo, SeungHyun había cambiado y esa parte que él consideraba la más importante de su vida se había esfumado. Ahora era un hombre recto, sin escrúpulos ni emociones, nadie pasaría por encima suyo nunca más. El ver las nubes debajo de él le hizo recordar cada una de las sensaciones y el dolor que hacía siete años había sentido, un nudo se formó en su garganta y solo giró su cuerpo a donde estaba la ventana y miró el horizonte para tratar de controlarse; centrarse y recordar quien era ahora y que lo había vuelto así. 

El cambio de día a noche fue perceptible, las azafatas comenzaron a entregar cobijas a los usuarios del avión para cubrirse durante la fría noche. SeungHyun seguía observando por la ventanilla, las luces de aquel país se veían desde la altura, aun faltaban unas cuantas horas para que aterrizaran; a él no le importaba siquiera un poco el chico de piel blanca sentado a su lado, SooHyuk quien había estado con él todos esos años, no le prestaba ni un poco de atención ya que era solo él y su mundo de recuerdos y asfixia emocional.

"Y si por algún motivo, razón o circunstancia flaqueo ante mis convicciones de hombre, ¡Qué me parta un rayo! Fui un hombre que cedió, dio lo mejor de si y perdonó cualquier cosa. Me humillé tanto por pequeñeces, entregué lo que tenía sin medida alguna por nada; lloré por intentar obtener el corazón de alguien que nunca me amó. Todos estos años me sirvieron para darme cuenta de que nunca he sido fuerte, me doblegué ante la más mínima intención, al más mínimo afecto... Al roce de caricias huecas y miradas repletas de falsedad. 

Amé por tan poco a tan poca persona y ese fue mi error. Intenté reparar algo que nunca hice, solucionar problemas que nunca fueron de mi incumbencia con tal de ver la preciosa sonrisa de quien yo creía mi gran amor. ¡Qué estúpido debí verme hablándole de amor a alguien que no se ama a sí mismo! Por fin dejé de sentir que había fallado, por fin dejé de echarme la culpa al no sentirme lo suficiente para él.

Creo que a estas alturas del partido ya no importa lo que pasó ni pensar en lo que pudo haber pasado, me formé en la postura fría y calculadora, vaya que tuve un gran maestro. Ahora que vuelvo a Seúl nada va a ser diferente a lo que estuve acostumbrado desde que llegué a vivir a Nueva York, solo importará el trabajo que me ha consumido todos estos años, botellas de vino y varias cajetillas de cigarros consumidos durante el día; seguiré siendo un patán que disfruta de jugar con el resto de la gente. Se acabó la batería del SeungHyun noble y de buenos sentimientos. 

Me formé como un hombre a imagen y semejanza de lo que mi padre siempre deseo para mí, y veo que de cierta forma tener el control de todo resulta ser satisfactorio como una buena escena de sexo. 

Ya viví mi calvario, ya tomé nota de las malas experiencias y de lo que no puedo volver a cometer en el futuro. Nada de lo que pueda ver durante mi corta estancia aquí van a cambiar mis planes". 

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